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Foto del escritorCésar R. Espinel

Al que, a las puertas del Infierno, le da por pensar

Actualizado: 11 dic 2020


Juan Martín Velasco (1934-2020), sacerdote católico, filósofo y fenomenólogo de las religiones; definía la mística como una serie de "experiencias interiores, inmediatas, fruitivas, que tienen lugar en un nivel de conciencia que supera la que rige en la experiencia ordinaria y objetiva, de la unión del fondo del sujeto con el todo, el universo, lo absoluto, lo divino, Dios o el Espíritu". La polivalencia del término mística ha hecho que muy a menudo abandone el terreno religioso para referirse a las zonas limítrofes de la experiencia humana. La etimología griega relaciona la mística con el Misterio, pero su concepción teológica ha ido variando a lo largo de la Historia. Si nos vamos al diccionario de Oxford Languages que nos aporta Google, vemos que se concibe la mística como una "actividad espiritual que aspira a conseguir la unión o el contacto del alma con la divinidad por diversos medios (ascetismo, devoción, amor, contemplación, etc.)".


El Pensador de Auguste Rodin me parece, a todas luces, un místico contemplativo. El artista francés lo concibió como parte de un elemento más ambicioso, La puerta del infierno, encargada en 1880 y que serviría de acceso al Museo de Artes Decorativas de París, un proyecto que nunca se realizó. Así que el propio Rodin repensó su obra, y así lo transmitió en sus propias palabras:


<< El pensador tiene una historia. En los días pasados, concebí la idea de La puerta del infierno. Al frente de la puerta, sentado en una roca, Dante pensando en el plan de su poema. Detrás de él, Ugolino, Francesca, Paolo, todos los personajes de la Divina comedia. Este proyecto no se realizó. Delgado, ascético, Dante separado del conjunto no hubiera tenido sentido. Guiado por mi primera inspiración concebí otro pensador, un hombre desnudo, sentado sobre una roca, sus pies dibujados debajo de él, su puño contra su mentón, él soñando. El pensamiento fértil se elabora lentamente por sí mismo dentro de su cerebro. No es más un soñador, es un creador. >>


- Carta de Auguste Rodin al crítico Marcel Adam


El profeta Jeremías de Miguel Ángel acompaña al Pensador de Rodin en la contemplación


Para entender la naturaleza profunda del Pensador, nada mejor que las palabras de Gabriel Mourey, editor de la revista Les Arts de la Vie, cuando en 1904 mostró esta pieza al público internacional:


<< Elegimos este magnífico trabajo (...) porque ya no es el poeta suspendido sobre los golfos del pecado y la expiación, aplastado por la piedad y el terror de la inflexibilidad de un dogma, ya no es el ser excepcional, el héroe; es nuestro hermano en sufrimiento, en curiosidad, en pensamiento, en alegría, (...); no es más un súper ser humano, un predestinado, es simplemente un hombre de todos los tiempos. >>


Un hombre de todos los tiempos... quedémonos con eso. Un ser humano que no desentonaría en cualquier época, en cualquier contexto, porque experimenta sufrimiento, curiosidad, alegría... y en ello se encuentra cuando, a las puertas del Infierno, le da por ponerse a pensar. Todos somos el Pensador, y todos hemos visto cómo se abrían las puertas del Infierno con la pandemia del COVID-19. Unos piensan más que otros, pero todos hemos experimentado múltiples sentimientos. Sufrimiento para quien ha perdido a uno o a varios seres queridos y ni siquiera se ha podido despedir de ellos, también quien tiene cierto nivel de empatía y llora por muertos que no son los suyos (no nos creamos que esto de la empatía abunda). Curiosidad, por ver hasta dónde va a llegar la situación, cómo nos vamos a ir manejando en un contexto que nos ha superado por todas partes, como individuos y como sociedad global. También rabia y frustración, dirigida incluso contra las instituciones y contra otras personas. Pero también ha habido alegría: hay a quien en este 2020 le ha nacido un hijo o hija, o quien ha sabido reinventarse profesionalmente y ha podido hacer lo que llevaba tiempo deseando. También habrá a quien le hayan pedido matrimonio y haya aceptado con gusto, o alguna persona mayor que, aunque sea a través de una pantalla, haya conocido a algún nieto o nieta. Y hemos tenido también alegría en el reencuentro con los seres queridos después de la cuarentena, aprendiendo a hacer cosas para las que antes no habíamos tenido tiempo o incluso dedicarnos a leer libros, ver series u ordenar por fin la casa. Sentimientos hemos tenido de todos los aspectos, y también pensamientos.


Yo me he visto más de una vez en una situación delicada cuando alguien me ha preguntado: "oye, ¿y tú qué piensas del coronavirus?" Todas las veces he contestado que yo no soy ni epidemiólogo ni virólogo, así que aparte de saber que la situación es una mierda, poco más. Y curiosamente, insisten: "hombre, pero alguna opinión tendrás." Vivimos en un tiempo en el que tienes que tener una opinión sobre todo, incluidas cosas sobre las que no tienes ni idea: es la época de los célebres "todólogos", que un día están hablando sobre el último cotilleo del famoso de turno y al día siguiente explicando la situación tras un atentado perpetrado por extremistas religiosos. Así que mi opinión es que no tengo opinión porque no sé cómo funciona el virus y nadie parece saberlo con seguridad. Pero sí sé una cosa: la ciencia nunca ha funcionado con certezas absolutas. A lo largo de estos meses de convivencia con el virus me he encontrado todo tipo de gente. La madre de mi amiga de toda la vida es una doctora que contrajo el virus y a la que le va a quedar una secuela muy dura para el resto de su vida. Conozco a personas a las que el virus les da un miedo atroz y a día de hoy solamente salen de casa si es estrictamente necesario. Conozco gente que piensa que el virus no existe o que fue creado a propósito en un laboratorio y liberado en China. Incluso conozco a una persona que defiende que, si a ellos les llaman "negacionistas", que a los que cumplen las medidas sanitarias de seguridad nos llamen "colaboracionistas"; y lo relaciona con la Francia ocupada. También esa misma persona afirma que el uso obligatorio de la mascarilla es equiparable a lo que hacía el III Reich al marcar a los judíos con una estrella de David amarilla. También he visto a gente a la que se le ha muerto un familiar decir que el virus no existe y que son los aerosoles y chemtrails los que hacen que la gente esté muriendo. Incluso una compañera de trabajo, tristemente fallecida hace poco, me pasó al inicio de la pandemia un vídeo sobre el que quería saber mi opinión: en él aparecía un rabino diciendo que a él el virus no le preocupaba porque Israel ya tenía la vacuna y la iba a empezar a distribuir en 9 días, y que hacía un vídeo analizando el coronavirus a través de la Cábala para llegar a la conclusión de que la pandemia era culpa de los homosexuales. Un obispo mexicano se sumó a esta idea, añadiendo la eutanasia, los abortos y la identidad de género a los culpables. Incluso otro obispo, en este caso brasileño, falleció por coronavirus cuando había afirmado que la epidemia era un "signo de Dios" y que "la ciencia siempre es precaria".


Como veis, en las opiniones y posturas hay de todo para todos. Yo tengo mi propia opinión sobre cada uno de estos casos, pero es una opinión que prefiero guardarme para mí. Pero, aunque la ciencia funciona con ensayo y error, no nos engañemos: de esta sólo nos sacará la ciencia. Pero la investigación lleva tiempo y dinero, algo que en España no se puede decir que abunde:

Así que, ¿en qué piensa un Pensador cuando se encuentra con este percal, ante las puertas del Infierno? Volviendo a la definición de la mística que encontrábamos al principio de este artículo, lo que piensa este pensador es que ojalá todos tuviésemos actitud de místicos: aprehender la pertenencia de todos al Todo. Estamos condenados a vivir unos con otros, a entendernos, porque lo que le pasa a uno afecta a todos. Esto lo han defendido siempre todas las tradiciones espirituales y ahora también lo defiende la moderna física cuántica, por lo que tanto religiosos integristas como antiteos cientifistas deben estar de acuerdo en este punto. ¿En qué momento decidimos que lo mejor era mirar nuestro propio ombligo, el de cada uno de nosotros, y que le den al resto? ¿Hacia qué futuro nos encaminamos con esa actitud? Estos últimos meses he visto a muchísimas personas directamente ir sin mascarilla por la calle. No ya por debajo de la nariz, como recoge-papada o como protector del codo, sino que directamente no la llevan. ¿Y nos sorprende que los contagios suban como la espuma? Hay personas que dicen no llevar mascarilla porque coarta su libertad. Escasa libertad tienes si una mascarilla de tela es capaz de arrebatártela, he conocido a mujeres con niqab que son más libres que tú. No, llevar mascarilla no coarta la libertad, es simplemente un gesto de respeto hacia los demás. Sí, respeto, esa palabra que parece que hemos olvidado y que, enarbolando la bandera de la libertad, nos pensamos que la libertad es hacer lo que queramos cuando queramos. Pero no, al cumplir con las normas de seguridad pensamos en el otro, porque yo puedo tener el virus y ser asintomático, lo que hace que al acercarme a ti sin mascarilla pueda contagiarte.


No, el Pensador no forma parte de nuestro egoísmo y estrechez de miras. Él entiende que el Infierno es de todos, y que aunque él corona el escenario con su figura, sabe que no está más lejos de las llamas que los de la fila inferior. Por eso es un místico de los que habla Velasco, pues se entiende a sí mismo dentro de un complejo que le trasciende. ¿Seremos capaces de llegar a entender que lo que hacemos uno de nosotros repercute en los demás? Sinceramente, ya lo veo difícil. Yo era de esos que al comienzo de la pandemia confiaba en que esta situación nos enseñaría algo, que cambiaríamos el rumbo que llevábamos hasta este momento... pero la realidad ha demostrado que no. Los ricos más ricos han incrementado su riqueza, y muchos pequeños empresarios han tenido que cerrar sus negocios. El cambio climático sigue avanzando sin que haya propuestas a nivel mundial para detenerlo, y la guerra y el hambre sigue siendo un negocio. Mucha gente ha muerto y parece que nos da igual, incluso hay quien niega esas muertes porque no ha visto ni un solo ataúd. Ante este tipo de cosas, estoy completamente de acuerdo con estas enfermeras:

Que si el 5G, que si Bill Gates, que si la vacunación... son tantas y tantas cosas de la modernidad que se atacan solamente porque "lo he leído en facebook", "me ha llegado por whatsapp" o "lo he visto en un vídeo de Yotube", que asusta. Somos la generación de la humanidad más y mejor informada sobre la realidad y, sin embargo, la más miedosa y manipulable por las fake news que pululan por todos lados. Yo no sé cómo acabará todo esto, pero sí sé una cosa: la vida va en serio. Y al paso al que vamos, por A o por B, estamos caminando hacia nuestra propia extinción. Hay quien ha querido ver en esta situación un cambio de ciclo, como las Edades del Hombre de las que hablaba Hesíodo o los Cinco Soles de la tradición mexica; por lo que esta pandemia sería el final de un sistema tal y como lo conocemos y el principio de otro nuevo. Y es posible que lo sea, aunque yo no le veo un rango de letalidad tan grande como para provocar un verdadero cambio, ni a nivel natural ni a nivel social. Lo dicho, cada vez más gente va sin mascarilla, la distancia de seguridad ha quedado en el olvido, los bares y restaurantes están hasta arriba tanto en las terrazas como en los interiores... es decir, nos estamos comportando como si no pasara nada. Esto era una llamada de atención, un aviso, y podría haber sido un motor de cambio extraordinario. Pero en vez de volcarnos en la educación, en la investigación, en la ciencia y en la ayuda y servicio a los demás... bueno, hemos hecho esto. Puede que no sea demasiado tarde para caernos del caballo como Pablo camino de Damasco, pero yo lo veo cada vez más difícil. Estamos actuando según nuestro interés personal y, aunque hay iniciativas realmente admirables a nivel social, por desgracia se pierden en el maremágnum de la indiferencia al otro. La práctica espiritual de la persona le hace identificarse en el otro, pero este no ha sido el caso. No hemos aprendido la lección, y creo que ya vamos tarde para aprenderla. No lo sé, el tiempo lo dirá.


La manifestación del 16A en Colón reunió a 3.000 negacionistas con proclamas como "Queremos ver el virus", "Bote, bote, aquí no hay rebrote", "Lo que mata es el 5G" o "El pueblo, unido, jamás será vencido". El pueblo unido somos todos los que mantenemos las medidas de seguridad para que podamos salir de esta situación lo antes posible, ejerciendo la libertad con responsabilidad. Hacer lo contrario en esta situación es no tener ni conciencia ni decencia. Qué bonito era aplaudir a los sanitarios desde el balcón, ¿verdad? Pues en cuanto hemos salido a la calle, esta actitud muestra el desprecio a su descomunal trabajo durante los últimos meses, que se han estado jugando la vida por nosotros y les pagamos así, sin cumplir las medidas de seguridad porque "si llevo la mascarilla no puedo regalar mi sonrisa" (oído de forma literal). Nadie quiere que tu sonrisa amenace su salud, basta ya, no eres tan importante. El pensamiento crítico y el conocimiento científico requieren tiempo y esfuerzo, pero permiten salvar vidas. Y como me estoy empezando a enfadar, cierro estas líneas con un tweet de María Ángeles Bonmati, bióloga de la Universidad de Murcia, publicado el pasado 15 de agosto:


<< La pandemia está evidenciando en parte de la población dos problemas: ausencia de cultura científica y falta de conciencia de grupo. Y ambas cosas son esenciales para afrontar con éxito los eventos a los que inevitablemente nos enfrentaremos en un futuro no muy lejano. >>


A modo de rúbrica, quisiera disculparme con mis lectores habituales. Sé que este no es el tipo de contenido que suelo colgar aquí y espero que no se repita, pero estoy tan quemado de lo que estoy viendo, viviendo, leyendo y escuchando en los últimos meses en ciertos círculos que tenía que explotar por algún lado. Y como creo que no sirve de nada entablar discusión con alguien que tiene una cosmovisión en las antípodas de la tuya, lo escribo aquí para yo quedarme tranquilo. No espero que se comente ni que se me dé la razón ni nada, simplemente es la respuesta a los que me preguntaban por mi opinión sobre el coronavirus, aprovechando además una obra de arte como El Pensador. Tenemos que pensar más, desarrollar el pensamiento crítico y no dejarnos arrastrar por magufadas que prometen facilidad y rapidez pero cuyo único objetivo es sacarnos el dinero. Por supuesto que hay malos y buenos en esta historia, gente que pretende ayudar poniendo su granito de arena y gente que sólo quiere sacar provecho de la situación. Y luego ya están los ignorantes, que combaten la investigación y el desarrollo científico mentando a Satán o al Nuevo Orden Mundial o a los Power Rangers al completo, qué más da. Imitando al pensador, cada vez que pienso en eso se me genera una profunda pereza, y no quiero debatir de estos temas con nadie. Si lees este texto y sientes la imperiosa necesidad de ponerme un comentario justificando algún comportamiento de los que critico, toma aire, respira profundamente durante 10-15 segundos, y ahórratelo, porque ni siquiera voy a leerlo. Tú actúas conforme a tu conciencia y yo conforme a la mía. El tiempo dirá si alguna de ellas estaba en lo correcto.


"El infierno de los vivos no es algo que será, si hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos cuando estamos juntos. Dos maneras hay de padecerlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio." Ítalo Calvino en Las ciudades invisibles.

Ezekiel Sims mantiene un diálogo con Spider-man que posee la clave: "Hay tres pasos en el conocimiento: está lo que creemos, lo que sabemos y lo que podemos demostrar. Tú crees que obtuviste tus poderes de la picadura de una araña radiactiva, y puedes creer que sabes que es verdad, pero ¿puedes demostrarlo?"

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