Han pasado cien años desde la publicación de la carta que un socialista y ateo como Jean Jaurès dirigía a su hijo, que le pedía su autorización para poder eximirse de la clase de Religión; pero su actualidad no puede ser mayor, y en un asunto ciertamente vital como es la educación. En este campo, en lo que llevamos de siglo XXI se viene hablando de modo cada vez más acuciante de una gran "emergencia educativa", una expresión que en España se queda muy corta. Los que me conocéis sabéis que soy un gran defensor de la presencia de la asignatura de Religión en los centros de enseñanza reglada... pero no desde luego como se imparte actualmente. Es preciso una reforma que incluya en el programa educativa una asignatura dedicada al estudio de la historia de las religiones, como he comentado en alguna ocasión.
Pues bien, Jean Jaurès en los orígenes del socialismo francés, que había fundado en 1904 L’Humanité, el periódico que en 1920, tras la escisión entre SFIO y el Partido Comunista Francés, pasó a ser el órgano oficial de este último; en la carta a su hijo publicada en 1919, teniendo con amplitud de miras una perspectiva integral de la educación, deja patente la ceguera que se manifiesta en muchos estamentos de la sociedad de nuestro país, que carece de verdadero diálogo social. Es llamativo, además, que la carta de Jaurès esté en plena sintonía con la reflexión de Benedicto XVI en su discurso a la diócesis de Roma en 2007, justamente acerca de esa emergencia educativa que el pontífice calificaba de "inevitable: en una sociedad y en una cultura que con demasiada frecuencia tienen el relativismo como su propio credo —el relativismo se ha convertido en una especie de dogma—, falta la luz de la verdad, más aún, se considera peligroso hablar de verdad, se considera “autoritario”, y se acaba por dudar de la bondad de la vida —¿es un bien ser hombre?, ¿es un bien vivir?— y de la validez de las relaciones y de los compromisos que constituyen la vida". Os dejo a continuación la carta que Jean Jaurès escribió a su hijo cuando este le pidió permiso para dejar de asistir a las clases de Religión:
«Querido hijo: Me pides un justificante que te exima de cursar religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás.
No es porque desee que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre pero, tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión.
Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son, hijo mío, declaraciones buenas para arrastrar a algunos pero que están en pugna con el más elemental buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por tu ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?
Dejemos a un lado la política y las discusiones y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender historia y la civilización de los griegos y de los romanos y ¿qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el arte ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen?
En las letras ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet, Fenelón, Lacordaire, De Maistre, Veuillot y tantos otros que se ocuparon exclusivamente de cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones? Si se trata de derecho , de filosofía o de moral ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? - éste es el pensamiento de Jean Jacques Rousseau.
Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampere era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarion se entrega a fantasías teológicas.
¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras.
Ya que hablo de educación: ¿para ser un joven bien educado es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente, y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta.
No fijándome sino en la cortesía en el simple “savoir vivre”, hay que convenir en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarlas, debemos por lo menos comprenderlas para poder guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.
Querido hijo: convéncete de lo que digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión, pero todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de ordinario los hechos y el sentido común.
Muchos anti-católicos conocen por lo menos medianamente la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.
Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen la facultad de serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión.
La cosa es muy clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Te sorprenderá esta carta, pero precisa hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación
Recibe, querido hijo, el abrazo de TU PADRE.»
Y tanto, Antoni. ¿Pero qué esperar de un sistema educativo que pone en entredicho la Filosofía, que ninguna la cultura clásica y que, cuando lo permite, deja la religión en meros dogmatismos y cuestiones formales? Hay que reinventar el sistema o seremos sociedades robot.
"Estudias mitología para comprender historia y la civilización de los griegos y de los romanos". Desde mi modesto punto de vista hay que repensar en su totalidad la educación. La educación no debe pretender formar consumidores y trabajadores, sino personas íntegras, psicológicamente y emocionalmente equilibradas y con una capacidad crítica y de discernimiento que les ayude a ser felices y a dar lo mejor de sí mismos.