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Foto del escritorCésar R. Espinel

Consideraciones históricas sobre Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret es, probablemente, el personaje más controvertido de todos los tiempos. Maestro, profeta, Mesías prometido al pueblo de Israel, puer aeternus, Cristo salvador para toda la Humanidad, Dios mismo hecho carne, encarnación o símbolo del Logos o la Palabra divina, manifestación del Adam Kadmon u hombre perfeccionado... ha tenido tantas identidades y atribuciones a lo largo de su historia que escribir cualquier cosa sobre su figura va a hacer que automáticamente muchos sectores se sientan ofendidos por no haber considerado "su" Jesús. Pero creo que precisamente ahí está la clave: que cada quién tiene "su" Jesús de Nazaret, y eso creo que lo reflejó de manera brillante la serie American Gods (2017) al representar hasta 11 "Jesucristos" distintos, entre los que por supuesto había de todo: hippies, negros, chinos, iluminados místicos, maestros de sabiduría popular, de corte más hindú que semita, ¡incluso hay un Jesús recién salido de una gala de los Óscar! Es maravilloso porque eso es precisamente Jesús, la imagen que cada persona tiene de él. De hecho, el mejor de los ejemplos es efectivamente su iconografía: si uno va a una iglesia cristiana en China o en África, encontrará a Jesús representado con rasgos asiáticos o africanos. A él y a todos los personajes que le rodean, como la Virgen o Juan el Bautista. Por lo tanto, queda reflejado empíricamente que Jesús no pertenece a una sola doctrina, ni a una sola corriente de pensamiento, ni a un solo país o a una sola cultura: la universalidad de la que goza su figura es precisamente lo que le hace tan especial: que todo el mundo, desde múltiples perspectivas, puede acceder a él. Y eso es lo que a menudo no terminamos de entender.


Este artículo forma parte de una serie de ejercicios de reconciliación con la figura de Jesús. Es un personaje con el que he entrado en contacto mucho antes a nivel histórico que a nivel religioso. Y además he tenido la mala suerte de coincidir con gente que hacía que la interpretación religiosa sobre Jesús me resultara... desagradable. Hace no demasiado tiempo me veía a mí mismo pensando que la figura de Jesús me gustaba, pero detestaba su club de fans. Todavía me pasa a veces, pero tengo la suerte de haber conocido lecturas sobre Jesús que me han hecho simplemente ignorar esas posturas con las que no estoy, con las que no puedo estar de acuerdo. Lo dejo en claro desde ya, que luego me acusan de andar con medias tintas: yo no creo en Jesús como Dios ni Hijo de Dios en sentido literal. Tengo amigos que sí, que tienen esta idea como centro y pilar de su fe, y me parece fantástico. No me gustan los proselitismos, ni tampoco el extremismo de considerar que esa verdad es la única verdad. Mientras se respete eso, no tengo ningún problema. Y sí, me ha llevado mucho tiempo reconciliarme con el personaje de Jesús, y aún estoy trabajando en ello. En el vídeo ESPECIAL 1.000 suscriptores de mi canal de Youtube (Centro Ultreia) ya hablé sobre la figura de Jesús en la investigación bíblica, así que si os interesa lo podéis consultar aquí.

Quiero recordar un pasaje de 99 cuentos y enseñanzas sufíes, de Manuel Fernández Muñoz. Dice así: << En cierta ocasión, una mujer cristiana se acercó a mi maestro y le dijo que quería hacerse musulmana. No obstante, mi maestro le preguntó si había estudiado la Biblia y si había practicado su religión correctamente antes de decidir cambiarla por otra. Ella negó con la cabeza y empezó a criticar a sus correligionarios hasta que mi maestro, muy enfadado, se levantó y la echó de nuestra dergah [el nombre en turco que se le da a la tariqa]. Todos nos quedamos muy sorprendidos porque su carácter siempre había sido muy dulce y amistoso con todo el mundo. Días más tarde me atreví a preguntarle sobre esta cuestión, por lo que él me dijo: "Hijo mío, esa mujer fue una ladrona y una desagradecida en la casa de Jesús. Estuvo en ella desde que nació, comió su comida, bebió su bebida y se aprovechó de su hospitalidad, pero jamás puso el menor esfuerzo en empaparse de su amor, en agradecer su cariño, ni en acercarse a él. Si eso hizo en la casa de Jesús, ¿qué barbaridades no haría en la casa de Muhammad si la dejáramos entrar? En las casas de los profetas, por muy grandes que sean, no hay lugar para el ego de personas así." >>


Considerando entonces la pluralidad de Jesús, quisiera presentaros en el artículo de hoy (ya que faltan dos días para Navidad), cuatro aspectos que he ido delimitando sobre el Jesús histórico a lo largo de estos años y que son los pilares para, quien sabe, un futuro libro. Hoy quiero hablaros del Jesús maestro, el Jesús esenio, el Jesús judío y el Jesús zelote. Cuatro aspectos dignos de comentar que han influido en mayor o menor medida para la concepción religiosa, meta-histórica, de Jesús. Vamos allá.


JESÚS MAESTRO

Todos estamos de acuerdo en que Jesús fue un gran maestro. Y para analizar su figura deberíamos considerar el dicho "cada maestrillo tiene su librillo", pero también el de "cada alumno elige a su profesor". Esto lo digo porque Jesús fue alumno durante mucho tiempo y maestro otro tanto... pero lo que sabemos de él viene de sus alumnos de segunda o tercera generación, y cada quien quiso transmitir un aspecto de ese maestro, el que más convenía a su situación y a su audiencia. En griego, la lengua de los evangelios, los discípulos llaman a Jesús didáskalos, "maestro". Llamar a alguien "maestro" en la Galilea del siglo I era reconocerlo como rabí, "maestro" en hebreo, lo que estaba imbuido de una gran autoridad. Un maestro en ese contexto era un experto en la Ley, tanto en la oral como la escrita. Y ambas eran - y son - igual de importantes. Esto es fundamental saberlo antes de empezar a estudiar a Jesús.


Hagamos un breve recordatorio: la Torá escrita son los textos sagrados que los judíos preservan en rollos dentro de las casas y las sinagogas. Se considera que la Torá, el Pentateuco cristiano, los cinco primeros libros de la Biblia – Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio – fueron dictados por Dios letra por letra a Moisés. Desde entonces, todos los rollos que se han escrito son considerados por el judaísmo una copia de los anteriores. La Torá escrita, por su parte, es lo que en la actualidad se denomina Talmud (dividido en Mishná y Guemará). En ella los judíos encuentran todo lo que otorga vida a la Torá escrita, pues sirve de instrucción e interpretación de las leyes que aparecen en ella. De la Torá oral se desprende la halajá (la ley judía), el musar (los libros sobre desarrollo personal), la kabbaláh (la mística judía), los midrashim (exégesis de los relatos), la liturgia y la hagadá (la filosofía judía). Pensada originalmente para transmitirse oralmente de padres a hijos, actualmente la Torá oral no se limita al Talmud, sino que sigue desarrollándose y actualizándose entre todas las comunidades judías del mundo. Es lo que mantiene vivo el judaísmo. Por lo tanto, la Torá escrita es la Palabra de Dios, pero esa Palabra sólo está viva si es comentada, debatida y actualizada a las circunstancias a través de la Torá hablada. Ya lo decía muy bien Saulo de Tarso como buen judío que era en 2 Corintios 3:6: “La letra mata, mas el Espíritu vivifica”. No se puede hablar de una cuestión de predominio de una sobre otra, sólo pueden ser entendidas de forma correcta conjuntamente. Y esto Jesús, como judío, lo sabía y lo practicaba.


Hay que diferenciar entre los mathetai (alumnos/discípulos) y akolitoi (seguidores), porque esta última palabra no aparece en los Evangelios: la tradición posterior de los redactores se identifica como la de los únicos seguidores / discípulos de Jesús. En Mateo 22:14 se recoge la conclusión de la parábola de la fiesta de boda: "muchos son los llamados, pocos los escogidos". Serán las escuelas de los evangelistas, herederas del cristianismo paulino, las que se arrogarán el derecho de ser los akolitoi y mathetai del didáskalos Jesús, porque la comunidad cristiana de Jerusalén encabezada por Jacob, el hermano de Jesús, desaparecerá tras la destrucción de la ciudad en el 70. Pero resulta llamativo el hecho de que, de las 47 veces que aparece "didáskalos" en los evangelios, Jesús sea llamado así por fariseos, saduceos, publicanos... ¿Por qué habrían ellos, presentados como sus enemigos por los evangelistas, considerarle maestro? Hemos dicho antes que el didáskalos griego es el equivalente al hebreo rabí, y "rabí" tiene que ver con "más", con "grande" (que enlaza con el latín magis, de magister), es la persona que se distingue por algo. El término "rabí" se empleaba sobre la gente que más sabía sobre la historia sagrada y la tradición religiosa de Israel. Los rabinos estudiaban el Tanaj e intentaban entender la Torá (además de tener trabajos aparte). En las ciudades pequeñas o los pueblos había un solo rabí, mientras que en ciudades como Jerusalén había muchos, y también escuelas, y cada una de ellas tenía su corriente de pensamiento, su interpretación personal (como las de Hilel y Shamai, por ejemplo). Si los rabinos alcanzaban suficiente fama debido a su interpretación de la Torá, no era difícil que alguien oyera hablar de sus ideas y se apuntara al grupo, a la Beit ("casa") correspondiente del rabino. Tal fue el caso de Saulo de Tarso, que acabaría siendo conocido en el mundo cristiano como San Pablo. Vemos por tanto que un rabí era un gran maestro, pero puesto que los publicanos, fariseos, saduceos y herodianos llamaban a Jesús "rabí" pero luego no le siguieron, podrían estar representados en la figura evangélica de Judas.


El caso es que cuando Jesús bajó a Jerusalén dejaba atrás una Beit, una escuela judía que hablaba de cosas judías, para los judíos. Y él, como el resto de los rabinos, utilizaba lo que en hebreo se llaman mashalim (plural de mashal), lo que en griego y en las lenguas romances conocemos como "parábola". En Números 23:7 o 23:18 el mashal ("ejemplo") es entendido como un discurso profético figurado, pero en Ezequiel 17:2 o 24:3 se utiliza de la manera en la que lo haríamos hoy, como una historia con una lección moral o enseñanza religiosa; aunque un autor de Salmos trata la parábola como poema (78:2) y en el mismo libro (Salmos 49:4) o en Ezequiel 17:2 o 20:49 se asocia con un enigma o dicho oculto. Sea como fuere, este tipo de enseñanza es típicamente iniciática, propia de una escuela de maestros y alumnos. Esta enseñanza alegórica era compartida, como digo, con el resto de rabinos, al igual que la literatura judía y las propias Bendiciones del famoso sermón de la montaña. No había en esta parte del discurso de Jesús nada que fuera novedoso, de cosecha propia y apartado del judaísmo rabínico.


¿Qué dijo entonces? ¿Por qué destacaba él por encima de los demás rabinos? Bueno, por lo que parece, no lo hacía. Fue solo mucho tiempo después de su muerte, por la política de Pablo de Tarso de abrir el mensaje cristiano a los gentiles, cuando el cristianismo se aseguró su supervivencia y su predominio posterior. La cuestión es: ¿Qué vio Pablo en el mensaje de Jesús que no tuviese el de otros rabinos para unirse a su escuela y convertirse en su mánager? Se ha hablado a menudo de la ética especial de Jesús, de la ayuda desinteresada a los demás, pero eso también está presente en la tradición judía. No, lo que tenía Jesús que le diferenciaba del resto de los rabinos de su tiempo era su sabiduría y la revelación. En lo que respecta a la primera, hay que considerar que Jesús tenía una lectura propia de la Torá, como los demás, que no se sobreponía a la Torá. "No creáis que he venido a abolir la Ley y a los profetas. No he venido a abolir, sino a dar plenitud": así comienza Jesús su gran discurso sobre la Torá según Mateo 5:17-48. Ningún rabino habría considerado jamás abolir la Torá, era simplemente inconcebible. Fue el cristianismo posterior, más relajado de las exigencias judías, el que planteó que con el ministerio de Jesús no era necesaria la Ley de Moisés. Pero los rabinos siempre intentaban entender la Ley para ayudar a su pueblo. Y esta idea de la sabiduría concreta de Jesús a la hora de interpretar la Torá va ineludiblemente ligada a la segunda: la revelación. Jesús habla constantemente del Reino de Dios, un término que nunca termina de concretar porque es inherente al judaísmo, por lo que su audiencia entendía perfectamente a lo que se refería. El Reino de Dios implica que la Ley de Dios, la Torá, impere. El Reino de Dios es el Reino de YHWH, el dios al que se refieren Jesús y Pablo. Y ese Reino no está en el momento de su predicación (la Tierra Prometida se encuentra bajo dominación romana, no judía). Y el Reino de Dios conlleva un Juicio Final, en el que los condenados serán aquellos que no cumplan la Ley.


"No creáis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada" dice Jesús según Mateo 10:34. ¿A qué se debe esto? ¿Por qué este tipo de frases están tan alejadas de la bondad plena que se suele atribuir a Jesús? Porque la ética de Jesús, acorde con su interpretación de la Ley, es de urgencia. Jesús parece convencido de que el Reino de Dios está próximo. "No pasará esta generación hasta que estas cosas sucedan", dice según Mateo 24:34. Hay numerosos ejemplos en los evangelios en los que vemos que Jesús tiene un claro discurso apocalíptico tal y como lo entendía un judío del siglo I. Por eso su ética es tan complicada de seguir a lo largo de toda la vida y es muy difícil hacerla encajar al 100% en la vida real, porque es una ética diseñada con vistas a un fin del mundo inminente, a un Juicio que iba a llegar en esa misma generación y a una instauración del Reino de Dios del que sólo formarían parte aquellos que cumpliesen la Ley en su plenitud. Lo que hacía especial el mensaje de Jesús es que conocía tan en profundidad el sentido de las Escrituras que incitaba a cumplirlas en toda su plenitud. Si la Ley decía que no había que desear a la mujer del prójimo, Jesús incitaba a ni siquiera mirarla para no despertar el deseo. Es decir, Jesús llamaba a sus seguidores a llevar la Ley a su máxima expresión. Jesús era un maestro-profeta, nunca dijo nada que estuviera fuera de la Ley, pues habría sido apedreado. Todo su mensaje está contenido en la Ley, pero lleva su interpretación a unos niveles de rigor y compromiso absolutamente ajenos a la época, donde el judaísmo que se practicaba - según parece - era muy relajado. Jesús era, y podemos decirlo con casi total seguridad, lo que hoy llamaríamos un rigorista: había que cumplir la Ley hasta las últimas consecuencias de significado para superar el Juicio Final inminente.


Puede sorprender saber que Jesús no introdujo ninguna gran novedad, su mensaje no se diferenciaba en prácticamente nada del judaísmo fariseo, sino que simplemente se tomaba la Ley mucho más en serio que sus contemporáneos debido a su visión apocalíptica. Jesús sabía que se es judío si se pertenece al pueblo judío (por parte de madre o por conversión) y si se observa la Ley en sus aspectos más fundamentales. De lo demás, como suele decirse, "dos judíos, tres opiniones". Y su interpretación de la Ley predicada por sus seguidores cautivó a Pablo de Tarso, que fue quien hizo que el cristianismo sobreviviera.


¿JESÚS ESENIO?

Hemos dicho al principio de este artículo que cada maestrillo tiene su librillo. En el caso del maestro Jesús, según varios investigadores bíblicos, su librillo tenía nombre propio: Juan el Bautista. Aunque el Evangelio dice que Juan fue su precursor, no su maestro, no se entiende a Jesús sin el plano mental de Juan. El hombre hoy conocido como Juan el Bautista era, como Jesús, judío. Su predicación a orillas del Jordán tenía puntos en común con la teología de los esenios (explicados por Plinio, Flavio Josefo y la Vida Contemplativa de Filón de Alejandría), una de las sectas judías del siglo I que trataremos en el siguiente punto. Los esenios se han hecho célebres en nuestro tiempo por los manuscritos del Mar Muerto o Rollos de Qumrán, pero ya se sabía de ellos antes de ese descubrimiento en 1947. Por estos puntos en común se ha presentado a menudo a Juan el Bautista como un esenio, y por lo tanto también a Jesús. Sin embargo, a pesar de las similitudes en su pensamiento, también hay importantes divergencias que descartan la posibilidad de la pertenencia de Juan y Jesús a la secta de los esenios. Veamos algunos casos.


¿En qué se parecen? Tanto los esenios como Juan utilizan Isaías 40:3 para presentarse ante la gente. Ambos poseen una teología apocalíptica inminente, así como la exigencia a sus prosélitos de una conversión sincera y entrega a la Ley. Ambos tienen una postura crítica en lo que respecta al Templo de Jerusalén, y ambos habitan con frecuencia en el desierto y la montaña (aunque también había comunidades esenias en las grandes ciudades, y en Jerusalén tenían un barrio entero). También Jesús, como los esenios, sigue la máxima de Levítico 19:18 que dice: "Ama a Dios y al prójimo." Ese prójimo es el proximus latino, que significa "vecino". El prójimo es el judío potencialmente salvable. ¿Pero el romano? Ese es el enemigo, y en esto Jesús también es taxativo, como los esenios, que odiaban a todos.

¿En qué se diferencian? En el concepto que tienen del bautismo. Para Juan es sólo uno, pero para los esenios son varios, que reciben el nombre de "abluciones". Dicho de otra manera, los esenios no tienen bautismo: los qumranitas las realizaban al final de cada día, y el resto de los esenios varias veces a lo largo del día. El bautismo de Juan (en el evangelio se usa el término griego baptizon, "sumergir", "zambullir") según Flavio Josefo era "no para quitar algunos pecados, sino para la purificación del cuerpo, en el caso de que el alma se haya purificado de antemano con la justicia" (Antigüedades judías 18.5.2.). Actualmente se discute el origen del bautismo en Juan, aunque es posible que tenga una inspiración esenia: el hecho de que lo llamemos "bautismo" se debe al uso del término griego en el evangelio.


Aparte de las abluciones, los esenios insistían en el estudio de la Ley y las Escrituras, mientras que Juan abogaba por la predicación y el bautismo único. Además, al bautizar en la zona de Transjordania, los bautizados habían atravesado el Jordán (como hicieron Josué y los israelitas) y se encontraban en la Tierra Prometida. Juan come saltamontes y miel silvestre y se viste a la manera de Elías y los nevi'im, con un manto de piel de camello que recibía entre los profetas el nombre de 'addéreth, una palabra que designa aquello que es majestuoso y que se empleaba para referirse a las vestiduras reales. Este ropaje de Elías, Eliseo o Juan era una vestimenta extraña que remitía a una época muy antigua, la de los primeros reyes del Reino norteño de Israel. En cambio, los esenios comían kosher e iban inmaculados, y también eran muy extremistas: decían que no se salvarían ni los fariseos, a quienes tachaban de "blanditos". Defendían que, de todas las personas sobre la Tierra, Dios salvaría a 4.000, quizá menos, a los 300 que vivían en Qumrán. También eran altamente elitistas, mientras que tanto Juan como Jesús no tenían reparo en predicar y mezclarse con gentes de todos los estratos sociales. Si Juan se hubiera presentado en Qumrán le habrían echado de allí a patadas: "usted está bautizando a publicanos, paganos, fariseos, soldados romanos, a todo el mundo", le habrían dicho. Y eso la comunidad esenia no podía tolerarlo, aunque seguramente esos soldados fueran o sirios o judíos de la Diáspora. Además, Jesús no solo se mezclaba con leprosos o prostitutas, sino que bebía vino, algo que los esenios nunca habrían hecho bajo ninguna circunstancia.


Los esenios eran considerados por el pueblo profetas, santones y grandes doctores de la Ley, gente extraña que vivía en el desierto en el caso de la comunidad de Qumrán. Pero entonces, si eran tan importantes, ¿cómo es que no aparecen mencionados en el Nuevo Testamento? Tal vez porque habían sido todos exterminados en la Primera Guerra Judeo-Romana (66-73) o tal vez son los enigmáticos "escribas y doctores de la Ley" que se mencionan en los evangelios, ya que los esenios eran letrados. Otra diferencia importante: para entrar a formar parte de la comunidad esenia se necesitaba pasar un año de postulantado y dos de noviciado. Es imposible que alguien en ese proceso vaya a tomar el bautismo de Juan. Los esenios eran predestinacionistas, mientras que Juan y Jesús creían en la libertad para convertirse o no. Más diferencias: los esenios rechazaban el Templo, al que ya habían sustituido. En cambio, Jesús arma la que arma en el patio porque tenía el Templo en alta estima, al verlo como casa de oración. Además, el Reino de Dios es el centro de la teología de Jesús, algo que apenas aparece en el Tanaj o en los escritos esenios.


En resumen, las convergencias entre Juan/Jesús y los esenios existen porque todos pertenecen a un tronco común, el judaísmo del siglo I, pero las divergencias son tan grandes que hacen imposible que Juan y Jesús pudieran pertenecer al movimiento de los esenios.


JESÚS JUDÍO

Nunca repetiremos bastante que Jesús era judío, porque hay que dejarlo perfectamente claro: no se puede entender el mensaje original de Jesús sin entender el judaísmo que le tocó vivir y del que, como hemos visto, formaba parte hasta la médula - más incluso que la mayoría de sus contemporáneos -. Por eso, en este apartado vamos a trabajar de forma genérica la sociedad judía de los tiempos de Jesús. Flavio Josefo nos habla de las cuatro sectas judías que existían en el siglo I y a las que ya les dedicamos un vídeo, que podéis ver aquí: saduceos, fariseos, esenios y zelotes. A continuación os dejo un cuadro general sobre las características de cada una de ellas en lo que respecta a su identidad y convicciones.

Conocer estos aspectos de las distintas sectas o ramas del judaísmo del siglo I nos ayuda a entender el marco religioso en el que se movía Jesús. Recordemos que todo lo que sabemos de él proviene de los evangelios, y los evangelistas atacan en sus escritos a los fariseos, porque la comunidad cristiana primitiva deseaba focalizar la enemistad entre Jesús y los fariseos debido a que eran los únicos judíos que sobrevivieron a la Primera Guerra Judeo-Romana: saduceos, esenios y zelotes fueron exterminados. Tras el año 70 (recordemos que el evangelio más antiguo, Marcos, está fechado en el año 71), los cristianos ya no obtenían ningún beneficio por ser una rama más del judaísmo ante los ojos de Roma, por lo que pretendieron distanciar a Jesús de los fariseos, la única rama del judaísmo que quedaba. Sin embargo, es fácil considerar que Jesús discutía con los fariseos precisamente porque era uno de ellos, o al menos, coincide en su teología en la mayoría de las cosas de su mensaje (tiene también detalles que le diferencian, aunque es fácil que esas cosas sean ya producto del cristianismo primitivo). Esto es importante: Jesús discute a la manera farisea (por ejemplo, con los mashalim, las parábolas) sobre cuestiones de la Mishná, la Torá oral, las interpretaciones sobre la Torá escrita; mientras que con los saduceos discute sobre doctrinas troncales que se enfrentan (como la resurrección de los muertos). Dicho en otras palabras, Jesús discute con los fariseos a la manera farisea de cuestiones fariseas porque lo más fácil es que fuera un fariseo - lo que puede resultar difícil de asumir para las personas que se han criado considerando que llamar a alguien "fariseo" es un insulto -. De hecho, los fariseos van a avisar a Jesús y le dicen que se marche del lugar en el que está porque Herodes Antipas busca matarle (Lucas 13:31). Es decir, le ayudan.


Otra consideración importante: por lo que se trasluce de los evangelios, en ningún momento de su vida Jesús se consideró Hijo de Dios tal y como lo entendemos ahora. Por ejemplo, en Marcos 10:18 encontramos a Jesús diciendo: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, solo Dios". O las constantes oraciones que emite Jesús a Dios como algo separado de él, tan frecuentes en los evangelios. O el hecho de que se dirige a Dios como Abba, la forma aramea del hebreo Ab, "padre", un término que aparece en el Salmo 82 y que es común en el judaísmo: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" dice Jesús según Juan 20:17. Un judío jamás se habría considerado hijo de Dios en el sentido que le damos hoy en día... aunque sí parece que al final de su vida Jesús creyó que él era el Mesías prometido al pueblo de Israel, y por eso su entrada en Jerusalén es mesiánica y monárquica, pues imita la unción ("mesías" significa "ungido") del rey Salomón según 1 Reyes. Veamos la comparativa:


<< Entonces el rey David dijo: "Llamadme al sacerdote Sadoc [antepasado de los saduceos], al profeta Natán y a Benaía, hijo de Joiada". Ellos entraron a la presencia del rey, y el rey les dijo: "Tomad con vosotros a los siervos de vuestro señor, haced montar a mi hijo Salomón en mi propia mula y bajadle a Gihón. Que allí el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo unjan como rey sobre Israel; y tocad trompeta y decid: '¡Viva el rey Salomón!'. Después subiréis tras él, y él vendrá, se sentará en mi trono y reinará en mi lugar; porque lo he escogido para que sea príncipe sobre Israel y sobre Judá". Y Benaía, hijo de Joiada, respondió al rey y dijo: "¡Amén! Así lo diga también el Señor, el Dios de mi señor el rey. Como el Señor ha estado con mi señor el rey, así esté con Salomón, y haga su trono más grande que el trono de mi señor el rey David." Entonces el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaía, hijo de Joiada, los cereteos y los peleteos, descendieron e hicieron que Salomón montara en la mula del rey David, y lo llevaron a Gihón. El sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite de la tienda y ungió a Salomón. Entonces tocaron trompeta, y todo el pueblo gritó: "¡Viva el rey Salomón!" Luego todo el pueblo subió tras él; y el pueblo tocaba flautas y se regocijaba con gran alegría, de modo que la tierra se estremecía con su sonido. >>


1 Reyes 32-40


<< Y lo trajeron a Jesús, y echando sus mantos sobre el pollino, pusieron a Jesús sobre él. Y mientras él iba avanzando, tendían sus mantos por el camino. Cuando ya se acercaba, junto a la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, regocijándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto, diciendo: "¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. Respondiendo él, dijo: Os digo que si éstos callan, las piedras clamarán. >>


Lucas 19:35-40


Cualquier judío que viera este espectáculo de Jesús o que escuchara este relato automáticamente pensaría en la unción de Salomón como rey de Israel y, por lo tanto, Mesías de Dios. Conviene aclarar que el mesianismo de los primeros tiempos estaba dividido: había judíos que creían que el Mesías sería un monarca terrenal con una estrecha relación con Dios o bien que sería una figura celestial creada y designada antes de la Creación, o bien otra cosa. Además, su llegada anunciaba la Era Mesiánica, sobre la que también había variedad de opiniones: ¿sería un tiempo milagroso en el que el Espíritu de Dios, Ruach Elohim, reinaría sobre la Tierra; o más bien formaría parte del curso natural de la Historia? Lo que sí estaba claro es lo que se esperaba del Mesías: que inaugurara la Era Mesiánica, la cual se caracterizaba por la paz entre todas las naciones, una armonía perfecta y abundancia natural, todos los judíos de la Diáspora regresarían a Israel, todas las naciones reconocerían a YHWH como su Dios y aceptarían su Ley, la Torá; no existiría el mal ni el pecado, sino que toda la humanidad cumpliría los 613 mitzvot o mandamientos; y se restablecería el Templo en Jerusalén para que Dios habitara por siempre en medio de su pueblo. Ahora bien, Jesús como judío y rabino fariseo por un lado y convencido de que era el Mesías por otro, ¿qué tipo de Mesías pensaba que era? Si seguimos la idea de que probablemente pertenecía a la rama farisea del judaísmo, el Mesías que esperaban los fariseos era una suerte de Maestro de Justicia, un Mesías que haría cumplir la Torá sin contemplaciones (¿recordamos la frase "no he venido a abolir la Ley, sino a cumplirla"?). En la actualidad se debate la frase atribuida a Jesús en Juan 18:36 que dice "mi reino no es de este mundo", ya que todas las ideas nucleares del mesianismo defienden que la Era Mesiánica es clarísimamente de este mundo, por lo que esa frase pronunciada ante Pilatos habría sido en realidad fruto de la comunidad joánica, cuyo evangelio se redactó en una época muy tardía (años 90-100), en la que Jesús llevaba ya muchos años muerto y reinaba la esperanza de su pronto regreso. Pero eso ya es historia del cristianismo primitivo, por lo que dejaremos de hablar del Jesús judío y la sociedad judía en este punto.

¿JESÚS ZELOTE?

Al igual que se ha escrito mucho sobre la posibilidad de que Jesús fuera esenio, también existen numerosos escritos sobre la posible pertenencia de Jesús a la secta de los zelotes. Para aclarar este último punto creo que debemos considerar una pregunta importante: ¿por qué mataron a Jesús? Trataremos esta cuestión en su momento, en el artículo que publicaremos en Semana Santa, pero baste decir que en la actualidad, la práctica totalidad de los investigadores bíblicos consideran que fueron los romanos, y no los judíos, quienes mataron al rabino. La dominación romana de Palestina impedía a los judíos condenar a muerte, excepto por motivos exclusivamente religiosos. Y aunque Jesús fue interrogado en un principio por el Sanedrín, el hecho de que lo enviaran a Pilatos para que lo juzgara él denota que no encontraron suficientes motivos religiosos para condenarlo a muerte. Así que había algo más, una cuestión política. Hemos mencionado anteriormente que los zelotes eran los judíos que abogaban por un enfrentamiento armado contra la dominación romana. ¿Podría haber sido Jesús un revolucionario o un sedicioso? ¿Atentó de forma pacífica (sedicioso) o violenta (revolucionario) contra el orden establecido? Hasta donde sabemos, Jesús era demasiado pobre y sensato como para enfrentarse a Roma de forma armada, aunque bien es cierto que hay ruidos de sable en el Evangelio: Jesús actúa de forma violenta (el trato a los mercaderes en el Templo según Marcos 11:15-18) e insta al uso de armas (quien no tenga espada, que venda su manto y compre una según Lucas 22:36). Sin embargo, aunque existe este ruido de armas y en ningún momento condena la violencia, Jesús no es un revolucionario, sino un sedicioso. "En mí se cumple esto que está escrito: entre los transgresores fue contado" dice Jesús según Lucas 22:37. Sólo el concepto del Reino de Dios como eje central de su teología ya justifica que los romanos le echaran la mano encima y quisieran quitarle del medio: el Reino de Dios no acepta un Tiberio, ni un Pilatos, ni un Caifás. Además, Jesús fue crucificado (una pena de muerte desconocida para los judíos, que preferían la lapidación) junto a Gestas y Dimas, que también eran sediciosos y probablemente seguidores suyos. Otra muestra de la sedición de Jesús es el célebre pasaje recogido en Mateo 22:15-21. Aquí aparece contenida la célebre frase de Jesús respecto al pago de impuestos, "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Esta frase se ha interpretado a menudo como la existencia de dos planos: el de la sujeción a las leyes civiles en el ámbito estatal y el de la obediencia a la autoridad de Dios desde la autoridad religiosa. También se ha presentado como la manera que tenía Jesús de decir que ese dinero pertenecía a Israel e Israel pertenecía a Dios y no al César. Pero hay otro detalle interesante. El verbo que normalmente se traduce en la Biblia como "dar" (en griego, apodídomi) se traduce mejor como "devolver" al conocer la teología de Jesús: él quería decir que quienes le preguntaban tenían ese dinero y que lo devolvieran porque el Reino de Dios era inminente. La respuesta era muy polémica, por el fuerte componente escatológico que tenía y que desafiaba al Imperio romano, como acabamos de decir. Pero en arameo (y en griego), el verbo utilizado por Jesús significa tanto "dad" como "devolved", por lo que Jesús se cubre muy bien las espaldas.


Por lo anterior, no hay suficientes pruebas para afirmar que Jesús era zelote y, aunque desde luego estaba en contra de la dominación romana en Palestina, por lo que se deduce de los evangelios su manera de enfrentarse a esa situación era más propia de los fariseos que de los zelotes. Además, la idea de Mesías que tenían los zelotes era la de un guerrero, un general que les liderase en la lucha armada contra los romanos y triunfase, algo que Ieshúa bar Yósef no parece encarnar según los relatos evangélicos.


En conclusión, y como hemos comentado al principio, Jesús puede ser confrontado desde muchos aspectos, y eso es lo que le aporta riqueza. También desde la perspectiva histórica la investigación no deja de avanzar, y poco a poco se van planteando interesantes tesis que enriquecen la imagen que tenemos del nazareno y que sirvió de inspiración para todo lo que vino después. Jesús, como cualquier personaje religioso, no se puede enclaustrar en la historia porque es más que historia. Lo que hoy hemos tenido aquí ha sido una brevísima aproximación que habría que concretar, ampliar y matizar, pero creo que por hoy ya está bien. El Jesús histórico es apasionante y sirve mucho para entender el Jesús mitológico que vino después. Espero que os haya gustado y os deseo unas felices fiestas. Cuidaos mucho y ultreia!

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