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Foto del escritorCésar R. Espinel

Educación religiosa, ¿sí o no?

<< Escribo estas líneas iniciales en un día que celebra toda la cristiandad, el Domingo de la Comunión Mundial. El sermón en la misa a la que asistí esta mañana versó sobre el cristianismo como fenómeno

universal. Desde las chozas de barro de África hasta la tundra canadiense, los cristianos se arrodillan hoy para recibir las especies de la Santa Eucaristía. Es un cuadro impresionante.

No obstante, mientras lo escuchaba con una mitad de mi mente, la otra volaba hacia un grupo más amplio de quienes buscan a Dios. Recordé a los judíos semitas que había visto seis meses atrás en su

sinagoga: hombres de piel oscura, sentados sobre el suelo, descalzos y con las piernas cruzadas, envueltos en los mantos de oración que sus antepasados vestían en el desierto. Hoy están allí, al menos un quórum

de diez, mañana y tarde, balanceándose adelante y atrás mientras recitan la Tora, gestos que heredan inconscientemente desde los siglos cuando a sus antepasados se les prohibió montar el caballo del

desierto y desarrollaron este simulacro a modo de compensación.


Yalcin, el arquitecto musulmán que me guió a través de la Mezquita Azul de Estambul, ha terminado su mes de ayuno del Ramadán, que comenzaba cuando estuvimos juntos; pero él también reza hoy, cinco veces, postrado en dirección a La Meca. Swami Ramakrishna, en su pequeña casa a orillas del Ganges, al pie del Himalaya, no hablará hoy; continuará con el silencio devoto que ha mantenido durante un lustro y que sólo rompe tres veces al año. También a esta hora es probable que U Nu esté atendiendo a las delegaciones, las crisis y las reuniones de gabinete inherentes a un primer ministro, pero esta mañana, de cuatro a seis, antes de que el mundo le cayera encima, también él estuvo a solas con el Padre Eterno en la intimidad del templo budista que queda junto a su casa en Rangún. Daio Jo y Lai San, monjes zen de Kioto, se le anticiparon. Han estado en pie desde las tres de la mañana, y hasta las once de la noche pasarán la mayor parte del día sentados, inmóviles en su posición de loto, mientras procuran sondear, con profundo recogimiento, la naturaleza de Buda que habita dentro de sus propios seres. ¡Qué extraña compañía es esta! Los seguidores de Dios de todos los países elevando sus voces al Dios de toda vida de las maneras más dispares que puedan imaginarse. ¿Cómo suena en las alturas? ¿Como un alboroto? ¿O las razas se fusionan en una armonía extraña, etérea? ¿Es que una religión va a la cabeza, o algunas hacen el contrapunto y la antifonía cuando no todas corean a la vez?


No podemos saberlo. Lo único que podemos hacer es escuchar, con mucho cuidado

y suma atención, cada una de las voces cuando se dirigen a la divinidad. >>

Así comienza Las religiones del mundo (1958) de Huston Smith, historiador de las religiones de origen chino afincado en Estados Unidos que falleció el 30 de diciembre de 2016. En el cuarto aniversario de su muerte he querido traer a Centro Ultreia! estas palabras suyas para llamar la atención sobre el fenómeno mundial de la religión. Sin duda, pocos rasgos son tan inherentes al ser humano como la necesidad de encontrar respuestas que satisfagan las preguntas que su propia existencia en el mundo le suscita, de dotar de un sentido a la propia vida. De entre todos los caminos concebidos para llegar al sentido, ninguno es tan común como el de la religión, probablemente la más importante manifestación de todas las culturas que habitan el globo. En tanto que concepciones propias de ver el mundo, comprender las religiones supone penetrar en la mentalidad de los pueblos que las han creado y descubrir las respuestas que han ofrecido a las preocupaciones e inquietudes compartidas por la raza humana.

El fin último de todo esto es conocer el mundo y a nosotros mismos. ¿Por qué? Porque una ingente parte de nuestra historia está conformada por la religión. Lo que me ha llevado a escribir este artículo es porque la semana pasada alguien me dijo que la simbología religiosa (y por lo tanto la religión) no tenía ninguna importancia, dando a entender que eso era para viejos supersticiosos, que los jóvenes como nosotros no debemos anclarnos en un pasado de creencias en algo que no podemos ver ni tocar. Y eso me causó una profunda tristeza. No porque esta persona no crea, sino por la idea que tiene sobre la religión. Lo he comentado ya muchas veces, pero lo haré una más: en el siglo XXI parece haber una ley no escrita que estipula que si sigues el pensamiento científico debes alejarte y criticar el religioso. Y esto, hasta el siglo XVIII, era una atrocidad. Nadie concebía algo así, porque desde la Antigüedad hasta ese momento de la historia, Ciencia y Religión eran dos caminos para llegar al mismo destino.

John Milton visita a Galileo Galilei durante el arresto domiciliario del científico por la Inquisición en 1633, escena representada por Solomon Hart en 1847. Ambos buscaban a Dios a través de la ciencia


Actualmente hay muchas personas a las que esto les parece una sandez, propia del escaso conocimiento de las gentes del pasado. Pero ellos no eran más supersticiosos de lo que nosotros lo somos ahora, y por supuesto no eran, ni muchísimo menos, ignorantes. Su sentido de la religiosidad alcanzaba cotas de la naturaleza humana que nosotros apenas podemos vislumbrar. La religión ha formado y sigue formando parte de nuestras vidas, y esto es algo que nadie que presuma de tener "pensamiento científico" puede pasar por alto. La religión, la fe, la creencia, tiene efectos balsámicos en el alma de millones de personas en todo el mundo, y ha dirigido el rumbo de la Historia.


La asignatura de Religión en los centros de enseñanza reglada es un tema que siempre despierta polémica, y hoy quiero exponer lo que yo pienso. En primer lugar, sí, considero que la educación religiosa debería ser obligatoria. O, para emplear un lenguaje docente menos agresivo, troncal. La asignatura de religión debería darse en todos los centros, ya sean públicos, privados o concertados. Y por supuesto, no tendría nada que ver con lo que se enseña ahora. Me parece muy triste que incluso en la carrera universitaria de Teología se eduque sólo en una religión, el catolicismo. Ni siquiera se estudia el cristianismo al completo (todas sus ramas, doctrinas y movimientos), sino que se limita a la fe católica. Y esto es un empobrecimiento del conocimiento. La teología se define como "la ciencia acerca de Dios, al cual sólo conocemos por la fe mediante la revelación." Pero evidentemente, cada cultura tiene su dios, su fe y su revelación o no-revelación. La teología - término que viene del griego theos, dios - es una ciencia en el puro sentido etimológico: scientia significa "conocimiento". Un conocimiento que se basa en la fe, pero que al mismo tiempo es un esfuerzo racional por entender más profundamente los misterios revelados. A Dios se llega de muchas formas. La teología es "la fe que busca entender", como decía San Anselmo. Ni siquiera el término "teología" es de origen cristiano: la primera constancia que se tiene sobre esa palabra se refieren al mito, ya que tanto Homero como Hesíodo eran llamadas theologoi por su estilo particular de componer y cantar los mitos, es decir, el corpus doctrinal religioso de su época. La teología es, literalmente, el "conocimiento de Dios". Y ha habido Dios desde que el hombre es hombre. También Aristóteles, al dividir la filosofía teórica en matemática, física y teología, identifica a ésta última con la metafísica. Agustín de Hipona nos recuerda que los primeros en usar ese término en el sentido religioso actual fueron los estoicos, que la definían como "la razón que explica a los dioses".

Sólo a través de un proceso progresivo se impone en lo que llamamos Occidente, y lo hace de la mano de la Iglesia Católica. Es por eso que en la carrera de teología sólo se estudia el catolicismo, y eso es lo que hay que cambiar. Sí, estoy a favor de la religión obligatoria, pero sin ninguna intención de convertir a los alumnos al credo de turno. ¿Por qué? Porque la religión forma parte de la base de nuestra cultura, de nuestra historia y de nosotros mismos. Igual que estudiamos literatura, filosofía, arte o historia debemos estudiar también religión, que además ha inspirado grandes obras de todas las demás ramas del saber.


La asignatura debería dividirse en dos bloques: Historia de las Religiones e Historia Sagrada. Y aplicar estos bloques a todas las religiones posibles, a saber: judaísmo, cristianismo, islamismo, hinduismo, budismo, taoísmo, confucianismo y religiones tribales. Es necesario hacerlo así, comparar unas con otras y sacar conclusiones propias. En definitiva, ayudar a los alumnos a pensar. Muchos podríais decir: "enseñar a los alumnos a pensar estudiando religión es una contradicción". No si se hace bien. La Historia de las Religiones es como la Historia de la Filosofía, y un buen profesor de filosofía siempre enseña a pensar. Analizando el sistema moral de las religiones del mundo nos podemos llevar más de una agradable sorpresa. La Historia Sagrada, por su parte, nos permite adentrarnos en el corpus doctrinal y mitológico de las religiones del mundo, es decir, estudiar en qué creen otras culturas... y nosotros mismos. Porque por muy ateos o agnósticos que podamos consideremos, todos sabemos con mayor o menor precisión quiénes son Moisés, Noé o Abraham y qué les pasó. Incluso se siguen haciendo películas sobre sus vidas. Es una buena forma de, primero, recuperar la lectura de esos mitos que tanto han influido en las civilizaciones occidentales y orientales; y segundo, superada la lectura inicial del mito, analizarlo: ¿qué símbolos nos muestra ese mito y a qué nos remite? ¿Qué enseñanzas podemos extraer de esos relatos? Por supuesto, el estudio de la Historia Sagrada no debe limitarse a la Biblia. Debemos conocer también las historias de Indra, Rama, Krishna, Mitra, Buda, Zoroastro o Gilgamesh. Todos ellos tienen muchas cosas que enseñarnos, y aún hoy nos sirven sus enseñanzas. Este sistema de dos bloques se engloba en lo denominado Ciencias de la Religión, que es lo que defendemos aquí que se estudie. Este término sirve para designar al estudio científico, neutral y multidisciplinar de las religiones, abarcando su historia, mitos, ritos, valores, actitudes, comportamientos, doctrinas, creencias e instituciones. Sólo así es posible estudiar positivamente las religiones del mundo, de manera que podamos acercarnos a ellas con conocimiento.

Aunque claro, la asignatura de Ciencias de la Religión no debería hacer (o así lo considero) un recuento equilibrado del tema que trata. Y la advertencia es importante. Me preocupa el pensar en la conmoción de un posible alumno que, después de haber estudiado el hinduismo en clase, se enfrasque de inmediato en el hinduismo descrito por Nehru (político y primer ministro de la India desde la independencia, 15 de agosto de 1947, hasta su muerte en 1964) como "una religión que esclaviza": la maldición de su sistema de castas, sus dos millones de vacas adoradas hasta el punto de ser una molestia, sus faquires ofreciendo sus cuerpos a las chinches a modo de sacrificio... ¿Qué sería de ese alumno si fuese transportado a Bali, con sus teatros llamados Visnú-Hollywood y sus librerías que comercian activamente con los tebeos Klasik, en los que los dioses y las diosas de la tradición hinduista abaten a feos demonios con revólveres láser? El propio Huston Smith habla sobre este contraste, que él conoce muy bien. La diferencia entre lo que él ha escrito sobre el taoísmo y el taoísmo que él conoció de niño en China, sumido casi por completo en el augurio, la necromancia y la superstición, es abismal. Es como el contraste entre el Cristo Silencioso y el Gran Inquisidor, o como la quietud de Belén enfrentada a las grandes tiendas donde atruena Noche de paz para promover las compras navideñas. Es evidente que la historia de la religión no es toda de color de rosa, a menudo es despiadada. Una visión equilibrada de la religión debería incluir el sacrificio humano y las víctimas propiciatorias, el fanatismo y la persecución, las Cruzadas y las atrocidades del Estado Islámico. Debería abarcar las cazas de brujas en Massachusetts o la historia de Trasmoz, los juicios amañados de Tennessee y la adoración de las serpientes en las montañas Ozark. Debería enseñarse todo eso y más cosas, pero para ello creo necesario una especialización universitaria. No debe enseñarse este lado oscuro de la religión en la educación primaria, que es donde debe nacer la enseñanza religiosa.

La realidad histórica de la presencia de brujas y celebración de aquelarres en Trasmoz (Zaragoza) ha hecho que sea el único pueblo español oficialmente maldito y excomulgado por la Iglesia Católica. Esta excomunión todavía no ha sido revocada, a pesar de que sus gentes están más que cristianizadas


¿Por qué no incluir las dos caras de la Religión en su enseñanza? La respuesta es tan simple que puede parecer cándida. La Religión enseñada en primaria y secundaria, en mi opinión, debe ser una asignatura sobre valores. Porque estudiar los mitos no nos sirve de nada si no se aplican de forma ritual o ética. Es probable que en el curso de la historia humana se haya escrito tanta música buena como mala, pero no se espera que en las clases de música se les conceda igual atención y, además, siendo el tiempo tan escaso, suponemos que lo dedicarán a la mejor. Se debe adoptar una estrategia similar con respecto a la religión. Otros tendrán interés en determinar si la religión en su totalidad ha sido una bendición o una maldición, pero como yo no creo que se pueda reducir todo a valores absolutos, no me interesa esa postura. Creo que en una primera instancia se debe enseñar lo mejor de las religiones del mundo, y para concretar qué es lo que entiendo por "lo mejor", quiero señalar lo que no lo es. En una fábula de Lincoln Steffens (reportero neoyorkino del siglo XX), un hombre trepa a la cima de una montaña y, poniéndose de puntillas, se apodera de la verdad. Satán, sospechando que la escalada se hacía con malas intenciones, lo había hecho seguir por uno de sus subalternos. Pero cuando el demonio le informó alarmado del éxito del hombre, que había conseguido hacerse con la verdad, Satán no se inmutó. "No te preocupes - le dijo bostezando -, le tentaré para que la institucionalice". Esta historia ayuda a separar lo mejor de lo ambiguo de la religión. Las autorizadas verdades teológicas y metafísicas de las religiones del mundo han sido inspiradas, sí, pero no por Dios, sino por los hombres. Las instituciones, incluidas de manera enfática las religiosas, son harina de otro costal. Constituidas por gente "con debilidades innatas", como dice Smith, las instituciones están hechas de vicios y virtudes. Cuando se multiplica el número de vicios, por ejemplo, los intereses internos contra los externos, los resultados pueden ser espantosos, hasta el punto de llegar a sugerir, como hizo alguien en el pasado, que el mayor error jamás cometido por la religión fue mezclarse con la gente.

Sin embargo, si se hubiese mantenido alejada de la gente, no habría dejado huellas en la historia. La religión es imperfecta, pero sólo porque el hombre también lo es. Las instituciones están formadas por hombres (de la inclusión femenina en las mismas hablaremos otro día), con sus fortalezas y debilidades, y eso se hace notar. Pero de entre todas las opciones - mantenerse alejada, como un cúmulo de conocimientos desencarnados, o dejar su impronta en la historia institucionalizando esos conocimientos - la religión eligió el camino más sabio. No se trata de estudiar tanto las instituciones como las verdades que éstas preservan y que a la vez les dan potestad. Cuando se criban las religiones en busca de esas verdades suele surgir un aspecto distinto, más puro, se convierten en tradiciones de la sabiduría del mundo. "¿Dónde está el conocimiento que se pierde en la información? ¿Dónde está la sabiduría que se pierde en el conocimiento?" clamaba magistralmente Thomas S. Elliot, gran poeta y dramaturgo del siglo XX.


Pero es importante conocer y comprender nuestra propia religión, nuestra propia sabiduría, porque si no comprendemos la nuestra, ¿cómo comprender la de los demás? Pero, al final, fracasaremos. Dado que nuestra mentalidad es diferente, jamás entenderemos del todo las religiones que no sean las propias. Pero si tomamos en serio esas otras religiones, quizá no fracasemos del todo. Y para tomarlas en serio sólo debemos hacer dos cosas. En primer lugar, debemos considerar a sus seguidores como hombres y mujeres que afrontaron (y siguen afrontando) problemas muy similares a los nuestros. En segundo lugar, debemos apartar de nuestra mente todas nuestras ideas preconcebidas y conceptos previos que pudieran disminuir nuestra sensibilidad o disposición para percibir nuevos puntos de vista. Si ponemos a un lado los conceptos preconcebidos sobre estas religiones, considerando cada una de ellas como producto de gente que luchaba por encontrar algo que diera socorro y sentido a sus vidas, y si entonces tratamos sin prejuicios de ver con nuestros propios ojos lo que ellos vieron, si hacemos ambas cosas, el tupido velo que nos separa puede convertirse en una gasa.


Un destacado anatomista solía poner fin a su clase con incipientes alumnos de medicina con unas palabras pertinentes para nuestro campo: "En este curso trataremos de carne, huesos, células y nervios, y habrá momentos en que todo parecerá terriblemente frío. Pero jamás lo olviden. ¡Todo está vivo!"


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