En las últimas semanas me han llegado bastantes comentarios que pretenden convencerme de que en el Corán se contiene la verdad histórico-objetiva sobre Jesús usando como argumento el Evangelio de Bernabé, presuntamente escrito en arameo. Bien, la primera referencia de esta obra es del siglo VI e.c. Por lo tanto, ya el arameo, mal, para entonces dominaba el siríaco medio: el arameo antiguo desaparece en el siglo III. Segundo, de ese siglo VI únicamente conocemos este evangelio por su nombre, puesto que sólo aparece en el Decretum Gelasianum, un listado cristiano de obras apócrifas. Pero no hay nada anterior, ni tampoco un fragmento de texto, sólo tenemos el nombre.
Ya en el siglo XVIII se empieza a dar bombo en ciertos círculos de orientalistas y teólogos a dos manuscritos que se presentan como el Evangelio de Bernabé… pero uno está escrito en italiano y otro en español, ambos fechados a fines del siglo XVI, principios del XVII. Los académicos están de acuerdo en que la pluma detrás de este texto es la de un musulmán, conocedor del cristianismo, de esos primeros siglos de la Edad Moderna; muy alejado de los tiempos de Bernabé y también de esa primera referencia del siglo VI. De hecho, se ha planteado la posibilidad de que sea un escrito de venganza, producto de un musulmán converso por la fuerza al cristianismo, que presenta bajo la forma de un evangelio los contenidos doctrina-les del Corán: en el Evangelio de Bernabé, por ejemplo, Jesús niega rotundamente ser hijo de Dios, sino solo un profeta enviado al mundo; afirma la aplicación de la promesa divina de salvación a la descendencia de Ismael, el Evangelio le es revelado en forma de libro brillante que desciende sobre su corazón, establece las abluciones y la circuncisión como condiciones fundamentales del creyente, no padece tormento ni es crucificado, sino que el traidor Judas ocupa su lugar; y niega ser el Mesías anunciado por las Escrituras, presentándose como mero anunciador de ese Mesías, que es Muhammad, a quien Dios ha predestinado para ello desde siempre. No sorprende que al-gunos musulmanes lo utilicen para hacer proselitismo.
Pero hay numerosos y sustanciales errores en el escrito. Por ejemplo:
- Presenta a Bernabé como uno de los Doce, cuando en realidad era colaborador de Pablo
- Las citas que utiliza de la Biblia hebrea están tomadas de la Vulgata, la que más circulaba por la Europa medieval, no de la Septuaginta ni del texto masorético hebreo.
- En el c. 40 se dice que Adán y Eva comieron una manzana. En ningún lugar de la Biblia se menciona qué fruta era la del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. La asociación con la manzana surgió en la cris-tiandad europea a partir de la traducción de la Biblia al latín a fines del siglo IV: la palabra “mal” se tradujo como malum, que también significa “manzana”
- En el c. 42 se dice que, y cito, “Jesucristo confesó y habló verdad diciendo: Yo no soy el Mesías.” Clara-mente, el autor desconoce que “Cristo” y “Mesías” son la misma palabra en griego y en hebreo, respecti-vamente. Así que, al denominarle “Jesucristo”, está reconociendo su mesianismo mientras lo niega; prueba de que desconocía esta relación.
- En el c. 91 habla de los cuarenta días de ayuno anual en Israel, pero este ayuno no se menciona en la Biblia ni en el Talmud; y sí se corresponde con la tradición cristiana del ayuno de cuarenta días antes de Pascua, una práctica no anterior al Concilio de Nicea.
En conclusión: el Evangelio de Bernabé es una obra escrita por un musulmán a finales del siglo XVI, principios del siglo XVII; por razones proselitistas o vengativas, amparándose en un escrito homónimo del siglo VI. Así, el único interés de este escrito es, como ha señalado el profesor Bernabé Pons, de la Univer-sidad de Alicante; como parte de la literatura de mudéjares y moriscos; pero en nada aporta al estudio del Jesús histórico.
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