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Foto del escritorCésar R. Espinel

El mito sigue vivo. Carlos García Gual y César Rodríguez Espinel

Actualizado: 14 jul 2020

En primer lugar es hay que aclarar que este encuentro no se ha producido en ningún momento. Qué más quisiera. Carlos García Gual (1943) es escritor, filólogo, helenista, mitógrafo, catedrático de filología griega en la Universidad Complutense de Madrid y muchas otras cosas más; pero señalo solo las más importantes en lo que a mí respecta. Me he tomado la libertad (o he tenido la osadía, como prefiráis verlo) de imaginar un encuentro entre este hombre, al que admiro muchísimo, y este humilde servidor que aquí escribe. Confío en que os guste el resultado. Las intervenciones por su parte están íntegramente tomadas al pie de la letra de un artículo que García Gual publicó en El País el 24 de noviembre de 2012

CÉSAR: Buenos días, señor García Gual, muchísimas gracias por acompañarnos hoy en este espacio. Me gustaría empezar por algo que parece sencillo, pero que en realidad no lo es. Con toda la bibliografía que tiene a sus espaldas, todos los años que se ha dedicado a estudiar la mitología clásica, ha tenido tiempo para trabajar desde todos los enfoques. Desde hace algún tiempo, podríamos decir con los frutos del siglo XVIII, la mitología y el mito como relato simbólico parece que han perdido terreno ante la razón, y que el intelectualismo más cientificista de nuestra época concibe el mito como algo plenamente superado. Pero para rechazar, o aceptar, algo, primero habría que definir exactamente a qué nos estamos refiriendo, qué estamos rechazando, hablemos de Dios, del alma o del mito. Dígame, ¿qué es un mito?


CARLOS: Es difícil dar una definición del Mito, como término unívoco y digno de letra mayúscula. Me parece que situar el “pensamiento mítico” como una forma simbólica singular y oponer el Mito a la Razón como incompatibles simplifica demasiado el enfoque. “No hay ninguna definición del mito. No hay ninguna forma platónica del mito que se ajuste a todos los casos reales”, escribió G. S. Kirk, helenista experto en el tema. Evitemos enredarnos en la retórica y la metafísica. Es más claro enfocar “lo mítico” como una vasta región de lo imaginario y tratar de “los mitos” como resonantes relatos que configuran lo que llamamos la mitología. Partamos de un trazo claro: los mitos no son dominio de ningún individuo, sino una herencia colectiva, narrativa y tradicional, que se transmite desde lejos (a veces unida a la religión, en los ritos o en la literatura).


CÉSAR: Estoy de acuerdo con usted, al mito se le han dado muchas definiciones y ninguna parece abarcar del todo la riqueza del concepto, ni resulta aplicable a todas sus manifestaciones. Pero sí podríamos confirmar que es un relato simbólico de herencia colectiva, que remite a una cultura. Yo, permítame, habría dicho que toda tradición mítica va ligada a la religión de una cultura concreta.


CARLOS: Toda cultura alberga una tradición mítica. Según Georges Dumézil: “Un país sin leyendas se moriría de frío. Un pueblo sin mitos está muerto”. Desde siempre, “los mitos viven en el país de la memoria” (Marcel Detienne). Es decir, pertenecen a la memoria comunitaria y, como señaló el antropólogo Malinowski, ofrecen a la sociedad que los alberga, venera y difunde “una carta de fundación” utilitaria. Son, en sus orígenes, las fundamentales “historias de la tribu”; ofrecen a sus creyentes una interpretación del sentido del mundo.


CÉSAR: Los conocidos como "mitos fundacionales", claro.


CARLOS: Partiendo de esa consideración de la mitología, podemos proponer una definición sencilla y funcional. Con la venia del escéptico Kirk, tomemos, modestamente, esta: “Un mito es un relato memorable y tradicional que cuenta la actuación paradigmática de seres extraordinarios (dioses y héroes) en un tiempo prestigioso y lejano”. El insistir en lo narrativo y no en las vacilantes creencias que los individuos pueden tener al respecto nos permite aceptar como “mitos” no solo a los mitos religiosos, sino también a los “literarios”. Ese aspecto narrativo es el rasgo esencial del mito ya en la palabra griega mythos, que los sofistas y Platón opusieron al vocablo logos (palabra, razón, razonamiento), en el sentido de “narración tradicional, relato antiguo”. Antes, en Homero, mythos y logos eran sinónimos. Una frase famosa define el progreso filosófico en Grecia como avance “del mito al logos”; pero ese avance —en términos absolutos— está hoy muy cuestionado. La contraposición sirve para señalar el claro progreso histórico de la razón en la Grecia antigua, en la filosofía, la historia y las ciencias, ideas y no creencias, que explican el mundo, marginando las creencias míticas. Sin embargo, ya el mythos era una búsqueda de verdad, ya el mito ofrecía, en su estilo, una ilustración. Hay “mito en el logos y logos en el mito”, dice Lluís Duch, que apunta la conveniencia de una ágil combinación “logomítica” para la comprensión cabal del mundo y la condición humana.


CÉSAR: Los mitos, en origen religiosos, ¿han devenido en mitos culturales y/o literarios?


CARLOS: Nuestra mitología clásica viene de la antigua Grecia, aunque solo persiste como brumosa herencia cultural, desde hace siglos desvinculada de su fundamento religioso. Cómo el cristianismo la sustituyó y desterró a sus dioses es una historia bien conocida y que podemos dejar de lado ahora. Pero cualquier religión tiene su propia mitología, es decir, su oferta narrativa, que puede adquirir pretensiones dogmáticas, reforzada por los rituales y la espiritualidad personal. La cristiana se recoge en la Biblia. Con todo, la mitología griega (y su versión romana) se nos ha transmitido en la literatura europea con una belleza poética que le ha permitido una pervivencia fantasmal a través de los siglos. Recordemos que la gran poesía griega (la épica, la tragedia y gran parte de la lírica) se fundaba en la evocación de los mitos: las acciones de los famosos héroes y los dioses, y su celebración y reinterpretación constante en los poemas y los teatros. Esos mitos, que suelen designarse con el nombre de sus protagonistas, perduran así como ejemplos y enigmas (como los de Prometeo, Odiseo, Edipo, Medea, Orfeo, Casandra y otros). Y los poetas, transmisores por excelencia de los mitos, fueron, en Grecia, populares “maestros de verdad” antes de ser desplazados en esa tarea educativa por los filósofos. Pero, sin embargo, no lo olvidemos, Platón es un gran narrador de mitos, metidos en sus Diálogos. Lo que no deja de ser una admirable paradoja: el gran filósofo, tan crítico con las opiniones ajenas, tan duro con los poetas, resulta luego un fabuloso mitólogo.


CÉSAR: Yo recuerdo cómo en el instituto me explicaban esa fórmula que ha comentado antes "del mito al logos", incluso en el libro de texto había un tema que tenía ese título, y siempre ponían a Platón como ejemplo. Luego es irónico encontrar mitos platónicos como la Atlántida, el mito de la caverna o el de su propio maestro Sócrates. Pero es interesante lo que dice, porque estamos hablando de un hombre que escribió sus Diálogos entre el siglo V y el IV a.C. Y ha mencionado a otros personajes, como Prometeo u Odiseo, cuya concepción es aún más antigua, del siglo VIII a.C. Y, sorprendentemente, a día de hoy seguimos contando sus historias, seguimos sabiendo de ellos.


CARLOS: No solo los griegos; toda cultura tiene sus mitos, como ya sabemos. Y su, más o menos fantástica, brillante tradición mitológica. Que se caracteriza, por doquier, por ese carácter memorable, en gran medida educativo. Pues un mito no se inventa, sino que se cuenta como un saber acreditado. Ya estaba antes; como una creencia, como un enigma, como lección de sabiduría, una reliquia de las “historias de la tribu”. Podemos preguntarnos qué lo hace duradero y ubicuo, ¿cómo persiste así, arcaico, y, tal vez, reactualizado? Sin duda es su temática. Los mitos hablan de los grandes temas de la existencia. Y dan respuesta. De por qué existimos, de quién hizo el mundo, cuál es nuestro destino, qué hay tras la muerte, qué significa vivir en un tiempo breve, y en una condición de dudosa justicia. Los filósofos, desde los sofistas griegos, han ofrecido respuestas varias: según unos, fueron el espanto y el agradecimiento ingenuo ante los prodigios naturales los que les crearon los dioses; según otros ilustrados, fue la codicia y astucia de los sacerdotes. Me parece más convincente la tesis de Hans Blumenberg: los mitos animan y dan sentido profundo a lo real. Frente al “absolutismo de la naturaleza”, los seres humanos ansían vivir en un albergue benévolo, un mundo humanizado y con sentido trascendente, donde, más allá de la inevitable muerte, quede algo perdurable, respondiendo al anhelo humano de pervivir y no ser un absurdo accidente disuelto en la nada. Según Blumenberg, el ser humano anhela esperanza y consuelo. El mito lo da. En otras versiones, como en la de Jung, los temas de los mitos están en la propia alma de forma innata, y tienen, como arquetipos, honda relación con el mundo de los sueños.


CÉSAR: Menciona usted a Jung y su famosa teoría de los arquetipos, un modelo de interpretación mítica cada vez más frecuente, hasta el punto de que a mí me da la sensación de que apenas quedan mitólogos que se acerquen al mito desde otras perspectivas. Parece que la mitología es reducible y explicable al ámbito de la psicología, que por otro lado no es otra cosa que el estudio del alma. Tiene cierto punto irónico. Pero creo que los mitos tienen un contenido que puede ser analizado desde muchas perspectivas distintas, como la mitología comparada. Porque el pensamiento simbólico es poliédrico, ¿no le parece?


CARLOS: El caso es que los mitos están ahí, desde muy antiguo y en todas partes. Aunque, desde luego, hay épocas y culturas que los cuidan más y los tienen de mejor calidad. Y, por otra parte, parece que conviene distinguir entre los grandes y fundamentales (como los de la creación, del mundo divino, de las almas y sus viajes de ultratumba) y mitos menores, por ejemplo, los de tipo político o nacionalista más o menos manipulados. En fin, los mitos se insertan en la cultura y suelen recurrir a símbolos propios y expresarse de modo vivaz en imágenes impactantes. El código simbólico que usan con frecuencia los relatos míticos viene requerido por su propia temática, fabulosa y trascendente. El símbolo remite a algo ausente, difícil de representar por los signos de la comunicación habitual; sugiere más que dice e invita a ir más allá de lo real aparente y objetivo. Sobre todo en los símbolos religiosos. Las imágenes mitológicas actúan en el mismo sentido. Invitan a la imaginación de ese universo fabuloso de dioses, monstruos y seres extraños y prodigiosos con más fuerza que las palabras. Cada cultura, luego, elabora imágenes y símbolos propios, aunque la mitología comparada puede revelar entre mitos, imágenes y símbolos de lugares muy lejanos coincidencias sorprendentes, acaso porque la imaginación humana tiene sus límites. El repertorio de símbolos e imágenes resulta, en la mirada comparatista, fascinante.


CÉSAR: Coincido plenamente. Ha hablado antes de mitos "religiosos", por así decirlo, y mitos literarios. ¿Podría ahondar un poco más en esta idea?


CARLOS: He apuntado ya que hay mitos de primera instancia y mitos de segunda fila. En el mundo griego, los relatos de los dioses contados por Hesíodo evocan los orígenes del cosmos, los mitos de la épica heroica nos hablan de un mundo más cercano. Y también hay, en esa mitología y en otras, frente a los mitos religiosos y cósmicos (los de los orígenes, de los que tanto escribió Mircea Eliade), mitos literarios, esto es, productos míticos de prestigio más limitado y pedigree más moderno, ya que se inscriben en una tradición libresca. A esos mitos literarios (como el de Don Juan o el de Fausto) se les puede encontrar un primer autor, lo que va en contra de lo que hemos dicho antes. Pero el personaje literario deviene mítico tan solo cuando pasa a la memoria colectiva y no es necesario recordar quién los inventó. En ese sentido, creo, la mayoría de la gente que los conoce no sabe quién fabricó a Frankenstein o a Carmen, o a Robinsón, no menos que quién, antes de Homero, relató las aventuras del griego Ulises; los héroes se han mitificado al perdurar en el imaginario colectivo, sin que la gente necesite el texto original. Y también hay, descendiendo de nivel, héroes del cómic que pueden revestir un tono mítico. Son la calderilla del fondo, para el consumo popular y más mediático, son “superhéroes” de papel; pero conservan algunas chispas del fulgor de los clásicos, ya desconocidos para el público juvenil. Grant Morrison subraya bien, en Supergods, su impacto social, y apunta sagazmente que “Supermán es un héroe apolíneo y Batman un héroe dionisiaco”.


CÉSAR: Cuando todavía subía regularmente vídeos a mi canal de Youtube hice uno precisamente sobre la mitología en los universos de MARVEL y DC, y también analicé los poderes tomados de la mitología del superhéroe Shazam cuando se estrenó su película el año pasado. Y en el ciclo de El Pensamiento Simbólico he analizado en alguna ocasión la mitología detrás de sagas como Harry Potter, Matrix o Star Wars. Nunca me he planteado hacerlo también con los superhéroes, pero sería un punto interesante, porque es la manera de llegar al público joven, como usted dice. También hice un par de vídeos comparando personajes míticos antiguos con las grandes estrellas del espectáculo que se han acabado convirtiendo en mitos, como Cristiano Ronaldo o Marilyn Monroe. ¿Qué opina de ese paralelismo?


CARLOS: Es usual calificar de “míticos” o “mitos” a las grandes estrellas del espectáculo, a futbolistas y atletas, y ahora también a algunos cocineros. “Mito” es así un sinónimo de “ídolo adorado por las masas”; “ídolo” es, en cambio, vocablo pasado de moda. Para sus fans son seres mitológicos, tan de fábula como los superhéroes, glorificados por los focos de la actualidad. Si bien entró bastante tarde en nuestra lengua, en el último tercio del XIX, la palabra “mito” tuvo un éxito enorme: hoy, “el mito se dice de muchas maneras”. En el sentido de “lo fabuloso”, el término “mito” apunta a lo irreal, y se confunde con “lo falso”, y con esa fuerte connotación negativa se usa para descalificar exageraciones, bulos, y creencias ajenas. En ese sentido, los “mitos” son vanas “ilusiones” de los otros. A las “creencias” se contraponen “ideas”, como dijo Ortega, y antes los sofistas griegos. Pero los mitos perviven, se prestan a relecturas y a manipulaciones, a veces perversas.


CÉSAR: Desde luego. Es trabajo de todos hacernos con las herramientas necesarias para separar el grano de la paja y considerar los mitos de una forma que sirvan al colectivo, no a unos pocos que lo manipulan a su antojo para, a menudo, mantener una serie de privilegios. Pues con esto terminamos la entrevista, señor García Gual. Muy amable por acompañarnos y, por favor, no deje de escribir y de educarnos.


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1 Comment


antoni.carne18
antoni.carne18
Jul 12, 2020

Oye, César... me ha encantado esta no-entrevista (se nota aquí el regusto de el no-cumpleaños de Alicia). No sé si has inventado un nuevo género, pero para mí es la primera vez que lo veo. En todo caso, me ha encantado esta entrevista, en la que, a menudo, las mismas preguntas ya mostraban contenidos muy interesantes... Gracias a ti y a Carlos García Gual -pues las palabras e ideas que le atribuyes son suyas-. Tal vez, a partir de este post, y en el momento actual, sea un magnifico momento para conoceros personalmente! ... quién sabe.


Por cierto, me ha venido la idea, leyendo este post, que estaría muy bien -en la línea de Ariadna TV, y también de Rafa…

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