En la última entrada hicimos unos comentarios al proselitismo a través de unos tweets de @pau_llaves y las respuestas que recibió. Hoy quiero ahondar un poco más en esas respuestas, porque creo que indican el maltrecho estado en el que se encuentra hoy la religión. Ya sé que esto no va a llegar a ningún lado, y que soy como la voz que clama en el desierto, pero espero con estas reflexiones que algunos os acerquéis a mi Jordán para poder compartir mis pensamientos y, si queréis, los vuestros. Esto lo hago también por mí, para sacar los sentimientos que me provoca leer todo esto, y que no son precisamente confortables. Espero que sepáis perdonarme los posibles errores que cometa. Vamos allá.
El Profeta, de Pablo Gargallo (1933). Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (entre otros)
Empezamos con algo fuerte: Dios como explicación última del universo, la ciencia enfrentada a la religión. Otro tema que acaba cansando, de tanto que lo repito: la religión no tiene ni ha tenido nada que ver con la ciencia, y cuando los teólogos han pretendido hacer de científicos o los científicos de teólogos han acabado engendrando un Dios increíble y religiosamente vacío. En el vídeo sobre la historia del ateísmo que estará disponible en el canal de Youtube del Centro Ultreia el 26 de agosto hablo sobre eso. "Siempre la ciencia, nunca una deidad." Como decía Raúl Méndez, el ateísmo científico no es que no sepa de religión, ¡es que tampoco sabe de ciencia!
La ciencia NO es un conocimiento universal, ni brinda verdades trascendentales. La ciencia siempre es PARTICULAR, específica a determinados sistemas de conocimiento, regiones del universo o niveles de realidad. NO EXISTE “LA CIENCIA”. Lo que existen son LAS ciencias, cada una válida dentro de los propios contornos de su área de investigación. Una “verdad” en Matemáticas no es siempre una “verdad” en Química. Cada ciencia es veraz, útil y certera PORQUE NO ES UNIVERSAL, sino ESPECIALIZADA. Pretender que exista una ciencia universal, es solo clamar desde la nostalgia por una METAFÍSICA. ¡La ciencia no es metafísica! Por más que exista el día de hoy la transdisciplinariedad, lo cierto es que una “verdad” en Física Subatómica, no será una “verdad” en Mecánica clásica. Cada ciencia valida el conocimiento solo dentro de su sistema de conocimiento. Así que, amigo ateo científico, ¿EN QUÉ JODIDA ÁREA DE CONOCIMIENTO COLOCAMOS A DIOS? La ciencia no puede negar a Dios, por una sencilla razón: ¡A LA CIENCIA NO LE IMPORTA DIOS! Pretender que se puede negar la existencia de Dios desde la ciencia, ¡significa traicionar lo que es la ciencia! ¿Entonces la ciencia no puede negar los unicornios? ¡Claro que sí! Tenemos la Zoología que nos enseña que es imposible que existan. ¿La ciencia no puede negar los fantasmas o duendes? ¡Claro que sí! Existe la Fisiología, que nos demuestra que un ser con características de un fantasma o duende no puede existir. ¿Pero qué maldita ciencia estudia a una entidad eterna, invisible y supuestamente todopoderosa? Lo que se predica de Dios no entra en algún departamento de ninguna realidad científica. Desde luego que puede considerarse que Dios es algo irracional o contradictorio, pero no es posible negarlo “científicamente”. Recordemos que la lógica no es en sí una ciencia, sino que es una disciplina que permite estructurar el lenguaje científico. Pero la lógica no trabaja con datos empíricos, sino formales. Ateo científico, le haces un flaco favor a la ciencia cuando pretendes que el conocimiento científico es una metafísica universal que pierde su tiempo discutiendo sobe Dios. Hay muchas razones para negar la existencia de Dios. ¡Sin duda! Lógicas, existenciales, ¡hasta teológicas! Pero ninguna de esas razones es “científica”, porque las ciencias tienen cosas más importantes que hacer que pelearse contra Dios.
Así que no, la ciencia no tiene nada que ver con Dios, ¡ni Dios con la ciencia! Una vez más, estamos con estas cosas por seguir confundiendo mythos con logos, que creo que es mi gran batalla perdida. Pero cada vez que aparezca, la seguiré prestando: no confundáis, por favor, los relatos del mythos con los hechos del logos: la religión no pretende explicar el mundo, sino interpretarlo y significarlo. Pero es comprensible que se den estos equívocos: en un mundo en el que impera el pensamiento científico que es ajeno al 90% de la población, un mundo tan oscuro y precario, lleno de incertidumbre, los fieles pretenden aferrarse a la marea dominante para sentirse seguros. Esto no es nuevo. Ya en el siglo XIX se manifestaba ese anhelo de certidumbre, un intento de llenar el vacío que existía en el núcleo de la experiencia moderna: la ausencia de Dios en la conciencia de los seres humanos completamente racionales. El protestante norteamericano Arthur Pierson pretendía que la Biblia se explicara con "un espíritu verdaderamente imparcial y científico." Pero aunque era (y sigue siendo) un deseo comprensible, el mito de la Biblia jamás había pretendido ser fáctico de la manera que pretendía Pierson y que pretenden algunos cristianos hoy. El lenguaje mítico no se puede traducir satisfactoriamente a un lenguaje racional sin perder su sentido y su esencia. Al igual que la poesía, contiene significados que son demasiado elusivos para ser expresados de otra manera. Una vez que la teología intentó convertirse en ciencia, sólo puede producir una caricatura del discurso racional, porque estas verdades no se pueden demostrar desde el punto de vista científico. Este logos religioso espurio inevitablemente desacredita aún más la fe. El ser humano con la naturaleza y la divinidad (o con la naturaleza/divinidad) se relaciona con un conocimiento racional que describe y un conocimiento poético que interpreta. El racional lleva a la ciencia, el poético a la religión. Así, la naturaleza conocida por el conocimiento poético genera la poesía, y la divinidad conocida por el conocimiento racional genera la teología. ¿Qué creéis que ocurre cuando la divinidad es conocida por el conocimiento poético? Precisamente, así es como nace la mitología, porque emplea el lenguaje poético. Considerar la mitología como un depósito científico o histórico es faltar a la verdad, a su verdad.
"Lo bueno del catolicismo es que no obligan a nadie." Es cierto, el catolicismo no es un club proselitista que desee aumentar el número de sus afiliados en sus archivos. Pero ni ellos ni ninguna religión (sólo algunas prácticas cuestionables bajo un manto religioso, como vimos en el artículo anterior). El interés de los religiosos de verdad es que los demás crean como un acto de amor. Si no quieres creer, no pasa nada. El tweet de M. Pilar está lleno de verdad. Ahora, el de J.L.V... me parece que lo escribe en tono satírico, porque al leerlo me ha recordado a la frase que Luke Skywalker le dice a Kylo Ren en Los últimos jedi: "Impresionante. Cada palabra que has dicho está mal." No sé si será católico, pero decir que es la mejor religión es (perdón por la expresión) una cuñadez de órdago. Es como decir que tu país es el mejor, una simple muestra del ego humano. "No te obligan a nada." Esto se lo he oído decir también a mi abuela, y no es cierto: no hacer ningún esfuerzo no significa que no te obliguen a nada. Como en todo, puedes ser un buen católico o un mal católico. Y me explico: hay unos mínimos que exige el vivir la fe. De hecho, en muchos países hasta se dan las facilidades, teniendo los domingos libres y los feriados religiosos, que ayudan a los católicos a poder vivir y celebrar su fe. Nadie pide a los católicos que lleven a los altares todo lo que ganan en el mes, ni tampoco que se aparten del mundo para vivir como ermitaños o que pasen una vida de privaciones y sufrimientos. Si bien eso existe y es parte del llamado personal de cada uno, lo que la Iglesia pide a los católicos es que imiten a Jesús y que lo sigan. Para seguirle, si existe el llamado de ir a compartir mesa con él en la Eucaristía, hay que ir. Hay que reconocer las propias faltas y pedir perdón, y de ahí la necesidad y obligación de confesarse; y deben hacer todo lo posible por amar al prójimo y a Dios evitando todo aquello que hace mal, de cualquier tipo. Esto es seguir a Jesús, y en cierto modo imitar a Jesús como expresión de amor y fidelidad a Dios y, por tanto, a todo lo que Dios ha creado. Esta es la imitatio Christi, comportarse con los demás como lo haría Jesús. Sinceramente, si hacer esto os parece fácil, mi más sincera enhorabuena y admiración.
Y esto es lo último que quería comentar, lo de "intentar creer en Dios", lo de "me gustaría creer porque aliviaría mi sufrimiento." La fe es fruto de una experiencia que nace del corazón, pretender hacerla brotar desde un esfuerzo intelectual es equivocado, y me parece que eso se debe a que tenemos un problema con lo que es la fe. La palabra viene del latín fides, que significa "fidelidad", "lealtad" y "compromiso". Por eso repito constantemente que la fe es una llamada a la acción, una obligación a la práctica activa de la compasión, del sentir con el otro. La fe exige un compromiso, por eso creo que si dices que tu fe es "fácil" es que estás pasando algo por alto. Pero el origen de la fe como concepto no está en el latín, claro, esa fue la palabra que utilizó Jerónimo de Estridón para traducir el término utilizado en los Evangelios y la Septuaginta: el griego pistis, traducción del hebreo emunah. Estos términos los estudiamos largo y tendido en el curso La Historia de la Biblia, y eso me recuerda otra cuestión que ha aparecido más de una vez en clase. Y es que demasiado a menudo se habla de Dios de un modo antropomórfico y se suprime toda su significación religiosa reduciéndolo a un concepto. Sin embargo, a lo largo de la historia de las religiones han sido muchas las voces que han advertido que Él no encaja en ninguna de las maneras humanas de hablar. El lenguaje resulta inadecuado cuando trata de expresar el misterio de Dios que no es sino la realidad última. Por tanto, la práctica de la contemplación, el silencio y por qué no, la teología bien ejercitada (como arte, poesía, metáfora, mito) no será nunca un ejercido intelectual árido o un engaño pedante, sino que dará sentido a cada detalle de la vida del creyente. Aportará iluminación y transformación. Esta práctica y esta teología no tienen por objeto proporcionar información sobre Dios, sino que pretenden suscitar la experiencia de admiración que ilumina al ser humano a un nivel mucho más profundo que el racional. La experiencia religiosa auténtica es comparable a la música y al arte verdaderos, aquello que nos transforma. Esta fe no es evadirse, sino que compromete políticamente. Esta fe no es simple entelequia, sino que exige acción: el creyente, a imagen de los sabios y profetas, tiene que hacer que su visión de Dios sea eficaz en la realidad del mundo. Entonces la pregunta es, ¿qué entendemos por fe? ¿Qué entendemos por creencia? Aquí tenéis mi respuesta:
"¿Te ha pasado alguna vez intentar creer en Dios, pero no poder?" La razón, el intelecto, no son el camino para llegar a Dios, o al menos no todo el camino (ha habido grandes teólogos judíos, cristianos y musulmanes que han resaltado la importancia de la razón). Pero la propia palabra "creer" viene también del latín credere, que deriva de cor do, "doy mi corazón." En el islam, se dice que Dios es el Creyente por excelencia. ¿Eso tendría sentido si "creer" significara lo que habitualmente pensamos que significa? No, por supuesto. Creer es una experiencia que provoca una entrega a lo Divino, un darse, pero también un considerar en qué medida se adapta a ti. Hasta donde conozco, no puedes forzarte a creer, porque no es una realidad intelectual, sino experiencial. Y creo que es también una tristeza querer creer para consolarte del miedo a tu propia muerte: ninguna práctica religiosa que se respete a sí misma debería servir de narcótico para enfrentar la realidad de la muerte, sino todo lo contrario: significar al máximo nuestra vida aceptando esa muerte como parte de la misma. Lo propio del sofista, según Aristófanes, es inventar razones nuevas. Como decía José Lezama en Tratados en La Habana, "procuremos inventar pasiones nuevas, o reproducir las viejas con pareja intensidad. Analizo una vez más esta conclusión, de raíz pascaliana: la verdadera creencia está entre la superstición y el libertinaje."
En más de una ocasión he leído que, si no existiera la muerte, no existiría la religión. Y es posible que el pensamiento religioso surgiera por la conciencia de la muerte, pero el pensamiento religioso es una expresión del pensamiento simbólico, metafórico, poético, que generó también el arte y la poesía. Y aún así, a medida que la humanidad fue evolucionando, no vemos en las religiones precisamente un consuelo de la muerte, salvo quizá en la egipcia. Pero en ésta, en sus testimonios más antiguos (los Textos de las Pirámides), la vida tras la muerte sólo estaba disponible para el faraón. Todos los demás, consuelo ninguno. Fue ya con los Textos de los Sarcófagos y finalmente con el Libro de los Muertos cuando las posibilidades de disfrutar de una vida de ultratumba se democratizaron... aunque exigía también todo un trabajo conseguirlo, pues había que superar numerosas pruebas. En Mesopotamia y en Grecia, en sus concepciones religiosas más arcaicas, había vida después de la muerte, sí, pero era mucho peor: el "alma" de las personas (para entendernos) descendía a un mundo de sombras, donde olvidaban la vida que habían llevado y se dedicaban a llevar una existencia lúgubre por toda la eternidad. No resulta muy halagüeño. Con el tiempo, los griegos introdujeron las Islas de los Bienaventurados o los Campos Elíseos, pero no hay que olvidar que originalmente concibieron un Más Allá de lo más deprimente. Lo mismo les ocurrió a los judíos, que no empezaron a concebir un mundo de ultratumba mejor que la vida misma hasta épocas tan recientes como el siglo II a.e.c. Así que no, hoy en día podrán los religiosos consolar de la muerte todo lo que quieran con las promesas que deseen y que los fieles quieran escuchar; pero la religión no surgió para eso y sería un desperdicio que se enfocara en eso. Las religiones no pretenden consolar de la muerte, sino significar e invitar a vivir más intensamente la vida. Pero parece que para esto hemos quedado...
La resurrección del Cristo, la resurrección de Osiris y el renacimiento en el Samsara budista tienen profundas significaciones simbólicas que hoy en día nos resultan ajenas porque hemos perdido esa manera de ver el mundo
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