La motivación que me impulsa a impartir cursos como La historia de la Biblia o El relato mitológico es creer que vivimos en una de las peores épocas para el pensamiento simbólico. A mucha gente le interesa la mitología griega o nórdica, pero rechazan la mitología abrahámica. Y al contrario, hay grandes devotos de Jesús o de Allah que ven las mitologías tradicionales con malos ojos, como si fueran productos del diablo. Veo una sociedad cada vez no sólo más polarizada sino también más ignorante en cuanto a su herencia religiosa y, por tanto, espiritual. Personas que prefieren no utilizar la palabra "religión" por los negativos significados que se le atribuye, y ni hablemos el discutir acerca de Dios. Existe una profunda y desconocida ignorancia en lo que respecta a la identificación y exégesis de los elementos simbólicos. Pero en el pasado, en las sociedades premodernas, el pensamiento simbólico era el pan de cada día, y el pueblo estaba más que acostumbrado a las lecturas simbólicas y metafóricas de sus textos sagrados, que sabían aplicar sin fisuras a sus circunstancias históricas. Y estas circunstancias a menudo son olvidadas o, simplemente, desconocidas. Porque es muy complicado que la exégesis y la crítica bíblica llegue a los bancos de la iglesia, mucho más a quien cree rechazar de pleno a Dios. Es más, estoy convencido de que cuando lees estas líneas y te encuentras con la palabra "Dios", automáticamente vienen a tu cabeza una serie de ideas sobre qué y cómo es Dios, y dependiendo de tus ideas te sentirás complacido o te provocará un gran rechazo. Es normal, y es uno de los grandes errores de la secularización y la religión occidental. Ambas tienen la culpa de esa idea religiosa tan limitada. Pero, si te parece, sobre Dios hablaremos otro día.
Al ver esta imagen puedes sentir tres cosas: admiración, veneración o rechazo. El problema es que cuando buscas "Dios" en Google Imágenes, únicamente te arroja resultados del Dios que ha concebido el cristianismo. Y eso es peligroso, porque permite caer fácilmente en la idolatría. Tanto si lo veneras como si lo rechazas, ¿eres consciente de por qué lo haces, sabes exactamente hacia qué diriges ese pensamiento?
Si me permites, hoy quiero compartir contigo una historia. Una historia forjada a través del mito y de la Historia tal y como la entendemos en el siglo XXI, la historia de un pueblo que, seamos conscientes de ello o no, ha configurado nuestra forma de pensar, de relacionarnos y de ver el mundo. Hoy quiero compartir contigo la historia del pueblo de Israel, a quien llamamos judíos. Veamos, los primeros períodos de la historia de los judíos, que la mayoría fecha en torno al siglo XIII a.C., se desarrollan en el Creciente Fértil: su historia comienza con un grupo de tribus de origen semita que ocuparon el área comprendida entre los ríos Nilo al oeste y Tigris y Éufrates al este, en la famosa tierra de Canaán. Era uno más de tantos otros pueblos, rodeados por los imperios de Egipto y Asiria a ambos lados y por el desierto de Arabia, y las montañas de Asia Menor. Canaán era un punto de unión y convergencia entre civilizaciones, porque la zona estaba atravesada por antiguas rutas comerciales, como la Vía Maris (que unía Egipto con los imperios de Siria, Anatolia y Mesopotamia), el Camino de los Reyes (unión del Nilo con el Éufrates a través de la península del Sinaí y el Levante mediterráneo) y el Camino de Horus (que unía Suez con Rafah, en Gaza). Todas estas rutas comerciales unían el golfo pérsico con la costa mediterránea y Egipto con Asiria, lo que permitía el contacto de muy diversas culturas entre sí.
Los judíos de todo el mundo se consideran descendientes de los antiguos israelitas (nombre de los descendientes de los doce hijos de Jacob, llamado Israel) y de los hebreos; y remontan su origen al patriarca de origen caldeo Abraham. La tradición afirma que los 12 hijos de Jacob se trasladaron a Egipto junto con sus familias en una época de hambruna y allí sus descendientes constituyeron las doce tribus (nadie se acuerda de Dina, la única hija de Jacob, que si hubiera recibido tierra habrían sido 13 las tribus). Esto se ha querido identificar con el período en el que Egipto estaba gobernado por los hicsos (llamados por los egipcios heqa khaseshet, “gobernantes extranjeros”), un pueblo de origen semita que se hizo con el control del Bajo Egipto en el siglo XVII a.C. Estas tribus acabarían siendo esclavizadas durante el reinado de un faraón en Egipto que la tradición identifica con Seti I. La liberación de los hijos de Israel de Egipto y los sucesos que relata el Éxodo, cuando eran conducidos por Moisés hacia la Tierra Prometida, marcarán de modo decisivo la identidad del pueblo israelita. Puesto que la Biblia indica específicamente que los israelitas salieron de una ciudad llamada Pi-Ramsés y fueron hacia Sucot, dos ciudades que están datadas en el siglo XIII a.C., en el período en el que Ramsés II gobernaba en Egipto, se supone que el éxodo ocurrió en torno al año 1250 a.C. ¿Cuál es el problema? Que no hay absolutamente ninguna prueba de todo esto. Si bien está sobradamente demostrada la presencia de mano esclava de origen semita en Egipto, no hay nada que permita afirmar que el éxodo tuvo lugar: no se menciona en ninguna fuente egipcia un evento de tal magnitud; y además toda la península del Sinaí estaba fuertemente vigilada y fortificada por los egipcios, puesto que ese territorio e incluso Canaán en esos momentos eran provincias egipcias. De hecho, por eso existe una teoría de los maximalistas (escuela de crítica bíblica que defiende que todos los relatos tienen referencias históricas) que afirma que los hebreos salidos de Egipto atravesaron la península del Sinaí, territorio egipcio, y que cruzaron el mar Rojo por la actual Ezion-Geber que da a la Península Arábiga, donde estaría situada la región de Madián e incluso el propio monte Sinaí, que sería un volcán (inexistentes en la actual península del Sinaí, pero bastante frecuentes en Arabia). Así se pretende explicar también la columna de humo durante el día y de fuego durante la noche que guiaba a los israelitas.
La necesidad de conciliar ciencia y religión típica de la modernidad (la premodernidad jamás había pretendido eso, respetando las esferas del mythos y el logos) ha llevado a los maximalistas a afirmar que el Sinaí era en realidad un volcán, lo que explicaba tanto la zarza ardiente como las columnas de fuego y nube
Quiero hacer un apunte en lo que respecta a la zarza, una muestra de lo que trabajaremos el año que viene en el curso La simbología de la Biblia. En hebreo, la palabra para "zarza" es seneh, lo que da origen al topónimo Sinaí; aunque no hay que olvidar que seguramente fuese un monte dedicado al dios acadio y babilónico Sin, deidad lunar y antiquísimo protector de los pastores como Moisés y los madianitas. La zarza ardiente es tan importante que en Deuteronomio 33:16, cuando Moisés bendice a las doce tribus de Israel, utiliza para referirse a Dios la expresión "el que mora en la zarza" (sók'rii s'náéh). Esto se debe seguramente a una entremezcla de las antiguas tradiciones yahvista y elohísta (que suelen vincular a Dios con el fuego) y la deuteronómica (que lo hace con las nubes), lo que convierte este relato de teofanía en un fruto de la tradición sacerdotal, seguramente. En clave simbólica, podemos entender la zarza que arde sin consumirse como una constante renovación de la alianza de Dios con el ser humano y que encuentra su eco en el Árbol de la Vida o en la menorah, lo que permite trasladar el Templo (la residencia de la divinidad) al desierto, seguramente el lugar que vio nacer el culto a YHWH.
Sin embargo, esta hermosa lectura ha de ser necesariamente simbólica, porque no hay restos de la presencia del pueblo de Israel en la península del Sinaí durante el período del Bronce tardío, ni siquiera en Kades-Barnea, donde los israelitas estuvieron acampados largo tiempo según el texto bíblico. Algunos egiptólogos han sugerido que la geografía que muestra el texto bíblico, así como los nombres propios que aparecen en él, concuerdan más con el período saítico del Imperio Tardío Egipcio (concretamente con la Dinastía XXVI), es decir, entre los siglos VII y VI a.C., un período que coincide, según varios estudiosos, con la puesta por escrito de estos relatos. De ser así, en Judea estaría gobernando el rey Josías con su cohorte de sacerdotes, el origen de la primera Tradición Deuteronómica en la hipótesis documentaria que hemos visto en las clases, que sería ampliada durante y después del exilio en Babilonia en el siglo VI a.C.
Lo más fácil, por tanto, es que el texto pretenda dar un mensaje de tranquilidad a los israelitas de época tardo-monárquica sobre la conquista del faraón Necao (672-664 a.C.), réplica de la que realizó un siglo antes el faraón Seshonq I (llamado Sisac en la Biblia). Necao, por cierto, pretendía ir contra Babilonia, su gran enemigo potencial, pasando por Canaán, el territorio de en medio, y cuando el rey Josías le salió al frente para defender su propia expansión, el egipcio le mató en batalla. Pero Necao fue derrotado a su vez por las tropas babilónicas lideradas por el célebre Nabucodonosor II en el 609 a.C. Para otros estudiosos, en cambio, el relato del Éxodo fue puesto por escrito ya en el período post-exílico, y por lo tanto narra la experiencia del pueblo en Babilonia tras el exilio del siglo VI a.C. y su regreso a la Tierra Prometida.
"Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos y aún llorábamos, acordándonos de Sión. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas. Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sión. ¿Cómo cantaremos cántico de Yahvé en tierra de extraños? Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar si de ti no me acordare, si no enalteciere Jerusalén como preferente asunto de mi alegría." Un hermoso cántico contenido en Salmos 137:1-6
Pero volviendo a nuestro relato, la Biblia narra que después de cuarenta años vagando por el desierto, los israelitas llegaron a Canaán y la conquistaron bajo el mando de un nuevo caudillo, Josué, quien repartió el territorio entre las doce Tribus de Israel. Esta conquista militar, como hemos visto en clase a comienzos del Bloque II, tampoco ocurrió. Durante un tiempo el pueblo fue regido por una serie de gobernantes llamados jueces que darían lugar a la monarquía en un reino unificado. Según 1 Samuel fue designado Saúl, de la tribu de Benjamín, para ser primer rey de Israel. Le siguió David, de la tribu de Judá, quien estableció el linaje del que saldrían numerosos reyes posteriores, conocido como “la Casa de David” que se menciona en la estela de Tel Dan del siglo IX a.C. Tras la muerte de Salomón en el año 928 a.C., el supuesto “reino unificado” se dividió en dos: el Reino de Judá al sur, formado por las tribus de Judá y Benjamín con capital en Jerusalén; y el Reino de Israel al norte, formado por las tribus restantes con capital en Samaria y mucho más importante, rico y próspero que su vecino sureño. Y esta prosperidad fue su ruina: unos doscientos años más tarde, en el siglo VIII a.C., el rey asirio Salmanasar V conquistó el norteño Reino de Israel y deportó a sus habitantes a Nínive, capital de la antigua Asiria, en el 722 a.C. mientras repoblaba la tierra de Israel con colonos asirios que se mezclaron con la poca población local, dando origen al pueblo de los samaritanos. De los que marcharon a Nínive no se volvió a saber nada, y por eso se habla de las Diez Tribus Perdidas. Lo más fácil es que, puesto que eran las capas altas de la sociedad, se fueran mezclando y asimilando con la población local de Asiria, más numerosa, hasta perder su identidad étnica y religiosa.
Algo más de suerte tuvo el sureño Reino de Judá, que al ser más pobre y pastoril no interesaba a casi nadie. Pero esa suerte no duró mucho más, porque dos siglos después de la caída del reino del norte, el Reino de Judá fue conquistado y el Templo de Jerusalén destruido por los babilonios en el 586 a.C. La historia se repitió: la élite fue deportada a Mesopotamia, dando lugar a lo que se conoce como el cautiverio de Babilonia. Pero en el año 538 a.C., el rey persa Ciro el Grande conquistó Babilonia y dio su consentimiento para el regreso de los pueblos cautivos a su tierra nativa. Muchos habitantes de Judea que habían prosperado en Babilonia declinaron la oferta, pero otros muchos – los más apegados a su identidad religiosa – regresaron a su patria conducidos por los profetas Esdras y Nehemías, además de por la escuela sacerdotal de Ezequiel que se había establecido en Babilonia y a quien se deben gran parte de los relatos mitológicos de la tradición abrahámica. El decreto establecido por Ciro fue recibido con tal alegría por los judíos que el libro de Isaías le trata de Mesías, de ungido de Dios, siendo el único gentil (no judío) en toda la historia de la humanidad que ha recibido tal título. Leemos: "Así dice Yahvé a su ungido, Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán" (Isaías 45:1). Como vemos, el término "Mesías" (Cristo en griego) tiene mucha más riqueza semántica de la que en principio se le otorga.
Ciro II el Grande, monarca del Imperio persa, por haber conquistado Babilonia y permitir a los pueblos cautivos regresar a sus tierras de origen es presentado en la Biblia como elegido y mesías de YHWH
El caso es que bajo el dominio persa, Judea fue restaurada en el 537 a.C. y el Templo de Jerusalén reconstruido entre el 520 y el 515 a.C. Los judíos constituyeron un estado semi-independiente (gozaban de cierta independencia mientras pagaran sus tributos) que duró hasta el 332 a.C., cuando Alejandro Magno conquistó el Imperio Persa. A partir de este momento comienza el dominio griego de los reyes seléucidas, que durará hasta el 167 a.C. En ese año el rey Antíoco IV prohíbe las prácticas religiosas judías, lo que llevó a la revuelta de los Macabeos. En el 142 a.C. Simón Macabeo, el último de su estirpe, ascendió al poder. Y ese mismo año, el rey de Siria garantizó a los judíos la independencia política completa, por lo que Simón fundó la dinastía Asmonea. Esta autonomía judía se mantuvo hasta el 63 a.C., cuando el general romano Pompeyo capturó Jerusalén y sometió a todo el reino al dominio de Roma. Con todo, los asmoneos se mantuvieron como una dinastía títere hasta que en el año 37 a.C. el idumeo Herodes el Grande se convirtió en rey de Jerusalén y aliado de Roma tras deponer al último rey asmoneo Antígono II. Su amigo romano Marco Antonio hace que Antígono sea degollado en secreto, lo que será la primera de una larga lista de muertes por consolidar el poder, alentadas seguramente por una manía persecutoria: en el 29 a.C. Herodes ordena ejecutar a su segunda esposa Mariamne, de estirpe asmonea, bajo la acusación de adulterio; y entre el 7 y el 4 a.C., año de su muerte, manda ejecutar por traición a los hijos que había tenido con ella. Antes de morir hace ejecutar también a su otro hijo, Antípatro. En este terrible contexto nace Jesús de Nazaret (en el año 6 o 5 a.C., poco antes de la muerte de Herodes).
Tras la muerte del soberano en el 4 a.C., el emperador romano Augusto dividió sus territorios entre los tres hijos (supervivientes) de Herodes. Concedió el dominio de Judea y Samaria a Arquelao, pero por su ineptitud y carácter tiránico lo desposeyó del gobierno en el año 6 d.C., convirtiendo Judea de forma definitiva en una provincia romana (que contenía también Samaria e Idumea), gobernada por un prefecto. Jesús moriría bajo el gobierno de otro hijo de Herodes el Grande: Herodes Antipas, que fue tetrarca de Galilea hasta que el emperador Calígula lo exilió a las Galias en el 39 d.C. Tras repudiar a su primera esposa, Antipas se casó con Herodías, antigua esposa del hermanastro de Antipas, Herodes Filipo (de quien Herodías se había divorciado, contraviniendo la ley judía), que se llevó a su hija Salomé a la corte del tetrarca. Ellos son los protagonistas de una célebre historia bíblica: como Juan Bautista acusaba a Antipas de adulterio por vivir con la mujer de su hermano, Salomé bailó para Herodes, a quien (instigada por Herodías) le pidió la cabeza del Bautista. Lo que se esconde detrás de esta historia es en realidad más profundo: las prácticas del Bautista habían despertado en Herodes Antipas el miedo a una revuelta popular de los judíos, por lo que su ejecución se debió - muy probablemente - más a problemas políticos que religiosos. Como Antipas gobernaba Galilea, el país de Jesús, Poncio Pilato, prefecto de Judea, se lo envió durante su proceso en Jerusalén, capital de la provincia romana. Antipas devolvió a Jesús al prefecto, quien mandó ejecutarlo en la cruz acusado de sedición, como rebelde a la autoridad de Roma.
Salomé, de Lévy Dhurmer (1896). "¡Ah! Besé tu boca, Jokanaan, besé tu boca. Había un sabor amargo en tus labios. ¿Era el sabor de la sangre? Puede ser, aunque tal vez era el sabor del amor... Dicen que el amor tiene un sabor amargo, ¿pero qué importa? ¿Qué importa? Besé tu boca, Jokanaan, besé tu boca." (Salomé, de Oscar Wilde, 1891). Salomé está enamorada de Juan, el hombre virtuoso y por tanto inalcanzable al que sólo puede besar muerto. Como Judit o Helena de Troya, vincula el sexo y la muerte
Finalmente, en el año 66 los judíos se levantan contra el dominador romano en pos de una independencia política perdida, una revuelta que es aplastada por las tropas de Vespasiano y Tito. En el año 70 el Templo de Jerusalén es reducido a cenizas y saqueado por completo, y Jerusalén resulta completamente destruida. Las crónicas hablan de 1.100.000 judíos muertos durante la revuelta y 97.000 fueron llevados cautivos a Roma, donde construyeron entre otras cosas el Anfiteatro Flavio, más conocido como el Coliseo. Con la caída de la fortaleza de Masada, último gran bastión de los zelotes judíos (que prefirieron el suicidio a la captura), en el año 73 finalizaba la Primera Guerra Judeo-Romana. A pesar de ello, Roma fue benigna: se permitió a los judíos seguir viviendo en Judea en un número significativo y se les permitió practicar su religión hasta el siglo II: en el 132 los judíos comenzaron otra revuelta encabezada por Simón bar Kojba, aclamado mesías por el Sanedrín de acuerdo al versículo de Números 24:17 que dice "descenderá una estrella de Jacob", porque Bar Kojba significa "hijo de la estrella" en arameo.
La revuelta comenzó porque el emperador Adriano había prohibido a los judíos celebrar el brit milá (la circuncisión) y el shabbat, además de fundar una nueva ciudad, Aelia Capitolina, sobre las ruinas de Jerusalén y construir un templo dedicado a Júpiter sobre el monte del Templo. La indignación de los judíos fue tal que se expandió rápidamente por todo el país, y la revuelta duró hasta el 135. En ese año el emperador Adriano consiguió la victoria definitiva para Roma, y esta vez las decisiones se tomaron sin paños calientes: aparte de más esclavos judíos para Roma, la poca autoridad política y religiosa judía fue suprimida completamente, y se prohibió la entrada de los judíos en Jerusalén. Además, la provincia romana de Judea desapareció para fundirse con otros territorios del entorno, originando la provincia de Syria Palaestina. Se dice que Adriano le otorgó este nombre para cortar la conexión de los judíos con su tierra natal, ya que los "palestinos" era el nombre dado a los filisteos, los perennes enemigos de Israel. Sin embargo, que este fuera realmente el motivo para el cambio de nombre aún está en discusión.
Con todo, la revuelta de Bar Kojba del 132-135 cambió para siempre el mapa de la religiosidad semita. El mesianismo judío se hizo mucho más abstracto y se espiritualizó: ya no se aguardaba a un líder militar que luchase contra el opresor (el Talmud se referirá a Bar Kojba como Ben-Kusiva, un término empleado para designarle como falso mesías), sino a un elegido de Dios que instaurase el Reino o Era mesiánica con Su ayuda, no a través de las armas, sino gracias a la apertura de corazón de todas las naciones. El pensamiento político rabínico también se volvió extraordinariamente cauto, procurando que nunca más la ideología de los zelotes pudiese llevar al exterminio de su pueblo. Por último, esta rebelión del siglo II fue uno de los eventos claves que hicieron que el cristianismo se distanciara del judaísmo, pues los cristianos ya no ganaban nada ante los ojos de Roma siendo considerados una secta más del judaísmo. Y aunque los cristianos judíos consideraban a Jesús el mesías y por lo tanto no apoyaron a Bar Kojba, todavía Roma les prohibió la entrada en Jerusalén como al resto de los judíos.
Como la rebelión tomó a Roma por sorpresa, en el año 132 parecía que los rebeldes habían tenido éxito. Bar Kojba instauró un Estado soberano judío que duró dos años y medio, se hizo nombrar Nasí ("Príncipe") de Israel y se anunció la "Era de la Redención" de Israel, emitiendo monedas de plata y cobre en gran cantidad con la inscripción correspondiente. Así podemos verlo en este tetradracma: en el anverso se encuentra la fachada del Templo (que no fue reconstruido, aunque se entiende que había planes para ello) con la estrella (en referencia a Bar Kojba), rodeado del nombre Simón. En el reverso de la moneda podemos ver un lulav (hoja de palma) rodeado de un texto que reza: "Por la libertad de Jerusalén"
La historia de los judíos no terminaría aquí ni muchísimo menos, ya que más tarde vendrían sus relaciones con el Imperio bizantino (324-638), el Imperio islámico (638-1099), la época de las Cruzadas desde Europa (1099-1260) donde fueron asesinados de forma sistemática y sus barrios y sinagogas destruidas... pero eso ya no entra en nuestro interés de la historia de la Biblia. Además, creo que por hoy ya está bien. Si has llegado hasta aquí, enhorabuena y gracias por acompañarme un día más, espero que te haya gustado. Ante de irme, una cosita: el nuevo curso empieza en enero, y el día 1 se abre el período de matriculación. Si te ha interesado este texto y quieres saber cómo todos estos acontecimientos determinaron los distintos libros que conforman la Biblia, escríbeme sin compromiso a ultreia.espinel@gmail.com y te informo sobre todas las dudas y preguntas que tengas. Nada más por mi parte, cuídate mucho, a ti y a los tuyos, y gracias por leerme una vez más. Como siempre (ya sabes), ultreia!
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