Hoy empieza (o ha empezado ya, no lo sé y tampoco me importa mucho, no soy futbolero) el Mundial de Qatar. Un evento polémico donde los haya, manchado de sangre desde sus cimientos. Unos 6.500 trabajadores migrantes han muerto, de entre 30 y 40 años, debido a la explotación a la que aún están sometidos otros muchos trabajadores: en condiciones paupérrimas, con temperaturas de hasta 50º, jornadas interminables, ausencia de medidas de seguridad, apenas días de descanso, condiciones insalubres, imposibilidad de cambiar su trabajo, no pueden salir del país y tienen que esperar meses para cobrar sus salarios. Sin embargo, lo que más he visto en redes es indignación (la reacción correcta) e islamofobia (los motivos equivocados) a raíz de unas declaraciones homófobas. Este pasado viernes subí un vídeo al canal de Youtube del Centro Ultreia que habéis recibido muy bien, comentando el tema de la homosexualidad en el islam. Por si aún no lo habéis visto, os lo dejo por aquí abajo:
Con todo, continúo leyendo comentarios islamófobos. Así que quisiera dejar por aquí mi opinión sobre la islamofobia, para no tener que volver a contestar individualmente a todos los que echan pestes sobre el islam en redes y les puedo mandar el enlace a este artículo directamente. Una de mis personas favoritas en Twitter es @pau_llaves, que trabaja con personas migrantes y en situaciones de vulnerabilidad, y ella lo ha explicado perfectamente. Transcribo sus palabras: una de las estrategias más comunes del racismo islamófobo es equiparar las políticas, movimientos sociales, corrientes de pensamiento y, sobre todo, habitantes de los distintos países de mayoría musulmana a lo largo del globo. De ahí que, ante la presencia de un cristiano palestino, puedas oír a un señor con cierto peso y poder en la ejecución administrativa y coercitiva del control social soltando frases del tipo "¿Pero como va a ser cristiano si es musulmán?" Porque no es religión, ni siquiera es etnia (ya me dirás tú que tiene que ver un saharaui con una señora del Punyab) sino una especie de racismo vulgar, de brocha gorda, tosco. Y siempre malintencionado. Esto, por supuesto, afecta para mal a la población civil de la mayor parte de estas regiones, de una forma o de otra, ya sea porque la comunidad internacional tolera determinados desmanes políticos sobre ella, porque directamente los ejerce (qué pocas explicaciones necesitaron en los últimos 30 años de políticas colonialistas estadounidenses para destruir países enteros hasta los cimientos) y por supuesto a las personas migradas a bala o a hambre de estos lugares. Sin embargo, es una estrategia perversa que luego disfraza de inocuo exotismo a los tiranos. A menudo se usa el topónimo "árabe" para todos los que hablan un dialecto de esa lengua. Es un adjetivo malicioso. Árabes son los que viven en la Península Arábiga. No llamamos "inglés" a nadie de Ghana o de Nueva Zelanda, ni "español" a un chileno. Paradójicamente, en España, usamos "moro" de manera despectiva y "árabe" como un eufemismo (racismo suavón me gusta llamarlo) que implica cierto respeto. Hablo de paradoja porque moro es el que viene del norte de África, aunque no hable árabe. Y el norte de África a mí me evoca olivares y sillas en la calle, gestos que entiendo por un pasado milenario compartido, unido por el mar. Se me hace familiar, se me hace casa. Sin embargo, árabe, de los últimos setenta años a esta tarde, solo me evoca Petrodictadura.
En el norte de África y en el Medio Oriente esto lo saben bien. A la mayoría de la gente el mero hecho de mencionar los emiratos les tensa el rictus. Saben qué violencias consolida el oro negro. Cuanto más cerca, más probable es que las hayan sufrido. Los más formados saben que peregrinar a la Meca ya no es un acto religioso, sino alimenticio. A la Meca o a Qatar. Si estudiaste ingeniería, o arquitectura, si tienes un valor técnico, al menos una vez en la vida tendrás que ir y tendrás que vivir esa humillación de ser servicio. Te quitarán el pasaporte, ese secuestro documental ilegal en la mayoría de los países, y un tipo vestido de blanco, de humor vulgar y cuyo único mérito es haber nacido en la familia que gestiona el pozo de turno, te tratará con desprecio, te dará órdenes, será insultante. Tratarán de compensar con ceros en tu cuenta y lujo innecesario el trato deleznable de quien, siendo de la clase dominante, nunca ha aprendido a tener clase. Los que viajaron así, a buen trabajo, con la posibilidad de ir, hacer, volver, te lo cuentan balanceando la cabeza... "Qatar es un decorado, no un pais" me dice S. "Y Dubai es un parque de atracciones". Pero luego me habla del patio de atrás. De lo que ves cuando sales del redil para turistas. No es la primera vez que me lo cuentan. F., M., W... Eso sin pensar en los yemeníes, claro. S., con su mega ingeniería de sistemas llevada a la última exponencia de entrepaneur con superdotación y seis idiomas, obviamente no ha sufrido trabajos penosos. Sí tiene una capacidad especialmente afilada para distinguir crueldades y perfilar idiotas. "No hay nada más peligroso que un acomplejado con petróleo" me dice "porque entonces llega Occidente y les ríe las gracias". Me dice "Si, es cierto que Arabia, especialmente, tuvo un importante pasado intelectual, pero eso ya es hacer arqueología clásica". Me dice también "Tratan a los trabajadores en categorías veterinarias: Los de alta cualificación somos mascotas, el resto, ganado para carne". A S. cuando alguien le atribuye el adjetivo "árabe" le da asco. Se ofende. "Yo no tengo nada que ver con esa gente". Y es verdad.
Hablamos ahora del mundial, del futbol, de ese plegarse al capricho absurdo de quienes quieren hacer campos británicos en mitad de un desierto de arena y sangre. "Como si no matasen gente cada día, por cualquier cosa... Por ser homosexual o quejarse en voz alta..." Me dice "O ser mujer. Ser una mujer como tú está prohibido.- Hace una pausa, bebe, acaricia a la gata que se le enreda entre las piernas, rabo alto, orejas levantadas- Y por eso me caes bien." Todo lo limpia el petróleo, todo se consiente. Es más negro y más denso que la sangre. Son las "dinastías hermanas", "pueblos amigos", aquellos con los que se ríen nuestros monarcas y nuestros políticos, ocupándose de no mirar por la ventana, reduciendo la represión a folklore. La última jugada dialéctica es que nos digan en la cara que la lucha por los Derechos Humanos es "islamofobia" en un país que importa musulmanes y los devuelve cajitas al Punjab. De nuevo los fascismos dándole la vuelta al significado de las luchas. Mutilan a Eduard Said para retorcer la palabra "orientalismo", como si les importase lo que significa. Como si respetaran a Said. El orientalismo existe, y forma parte del constructo terrible de la islamofobia cotidiana, pero es precisamente lo que se usa para convertir en "sus exóticas costumbres orientales" lo que son flagrantes violaciones de la dignidad, la libertad, los cuerpos y la vida. Pero no hay una campaña real ni mucho menos mundial por acabar no ya con el orientalismo, sino del racismo islamófobo flagrante. Si hay una de un importante organismo internacional para decirnos que miremos los barquitos, qué bonitos, y que no "tutoricemos" a Qatar. Destruir Libia, Iraq, Siria, hacer del Monte Gurugú un infierno, financiar la cárcel negra de El Aaiún, tomar y dejar Afganistán como si fuera un juguete del que te aburres.. Todo eso está permitido. Explotar los naranjales marroquíes, exprimir hasta la última gota de Ouazzane... Todo eso está permitido. Montar una campaña política de señalamiento a las mujeres veladas, acusar en falso a niños solos, crear hombres de paja para justificar la violencia contra los desplazados, alzar monumentos coloniales… Nada que comentar. Pero ¡Ay! D'ont blame about Qtar! Respeta a las élites de los países que precisamente hacen todo aquello con lo que se justifica el ataque indiscriminado a la gente normal que intenta sobrevivir con dignidad, sonriendo de vez en cuando, subsistiendo a lo que les viene. Que los edificios son muy altos, los barcos muy bonitos y sobre todo, el petróleo es muy negro. Qué vergüenza de comunicado. Que falta de respeto a Eduard Said y a todos los procedentes de países donde el Islam tiene un sitio.
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