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Foto del escritorCésar R. Espinel

La condena de los sodomitas. La homosexualidad en la Biblia

Hace unos días, una panda de salvajes asesinó a golpes a Samuel Luiz, un chico de 24 años, simplemente por ser homosexual. Desde que se publicó la noticia se ha reavivado el debate sobre la homofobia y el colectivo LGTBI+, y me he hartado de ver en RRSS comentarios y posts que han hecho que se me revuelvan las tripas. Uno esperaría que a estas alturas del siglo XXI estaríamos discutiendo si es ético o no mantener relaciones sexuales con androides, no defendiendo frente a personas y asociaciones homófobas los derechos de unas personas que han tenido (y en muchos países aún tienen) una terrible historia a sus espaldas. Todavía queda mucho camino que recorrer, mucho trabajo de concienciación, y no podemos permitir dar un paso atrás. Esto es cuestión de la clase política y el empuje social.


Sin embargo, lo que me lleva a escribir esta entrada no es el dolor que me causa el asesinato homófobo de Samuel, sino el ver cómo hay individuos que se atreven a disculpar a los asesinos diciendo que bueno, que los homosexuales son unos desviados y unos pervertidos, e incluso que son cosa del Diablo porque destruyen la familia natural instaurada por Dios. Y mira, yo cuando leo esto es que no sé si reírme o llorar. Vamos a ver eso de la "familia instaurada por Dios" que aparece en la Biblia. Obviamente esto lo dicen por la unión de un hombre y una mujer, la llamada "familia nuclear" de Génesis 2:24. Las características de esta familia perfecta según esta gente, tal como aparecen en la propia Biblia, son cositas como que las mujeres viven subordinadas a sus maridos, que no se pueden casar si siguen religiones distintas, que el matrimonio es generalmente concertado, en lugar de basarse en el amor; y la novia que no pueda probar su virginidad será lapidada hasta la muerte. Qué bonita la "familia instaurada por Dios", ¿verdad? Pero ¡eh! ¿os pensáis que este es el único tipo de familia que recoge la Biblia? ¡Ja! Ni mucho menos: hay otros muchos matrimonios aprobados por Dios. Vamos a ver cuáles son.

1) Varón + mujeres + concubinas. Del juez Gedeón, por ejemplo, en tiempos del Israel predinástico, se dice que "tuvo muchas mujeres" y una concubina; Nacor y Elifaz también, lo mismo que el patriarca Jacob. Caleb, uno de los dos hombres salidos de Egipto que entró en la Tierra Prometida tuvo dos esposas y una concubina. Pero el órdago se lo lleva ni más ni menos que el rey Salomón, que tuvo setecientas esposas y trescientas concubinas. Palabra de Dios (1 Reyes 11:3).


2) Varón + mujer + propiedades de la mujer. El caso paradigmático es el de Abraham, que yació tanto con Agar, la esclava de su esposa, como con su propia esposa Sara; y ambas le dieron un hijo, que serían ascendencia tanto de los judíos como de los árabes. Esta historia aparece en el capítulo 16 de Génesis. También su nieto Jacob entra en este punto: tuvo descendencia (el origen de las famosas Doce Tribus) con dos mujeres y con otras dos, siervas (propiedad) de sus esposas.


3) Varón + mujer + mujer + mujer... = poligamia. Los ejemplos son múltiples: Lamec tuvo dos esposas, Esaú tuvo tres, Jacob dos, Gedeón hemos dicho arriba que tuvo muchas, lo mismo que David; hemos mencionado también a las setecientas de Salomón, Roboam tuvo tres, etc., etc.


4)Varón + la viuda de su hermano = matrimonio levirato. Este tipo de familia aparece recogido en Deuteronomio 25:5-10, el cual recoge que el hermano de un difunto, si éste no ha tenido descendencia, está obligado a casarse con su viuda. Es decir, la mujer debe casarse con su cuñado y está obligada a someterse sexualmente a él. El caso mejor ilustrado de este tipo de matrimonio es el de Rut y Boaz.


5) Varón violador + su víctima. En efecto, la Ley (Deuteronomio 22:28-29) establece que si un hombre viola a una joven no casada y el acto sale a la luz pública, el violador tendrá que pagar al padre de la víctima cincuenta piezas de plata (por pérdida de propiedad) y casarse con la joven, de quien no se podrá divorciar. Esto es lo que ocurre cuando el príncipe Siquem viola a Dina, la hija de Jacob, aunque después es él quien tiene la voluntad de casarse con ella. Sin embargo, este matrimonio no se llega a consumar: Simeón y Leví, hijos de Jacob, vengarán la afrenta de su hermana matando a Siquem y a todo su pueblo (Génesis 34).


6) Soldado varón + prisionera de guerra. Esto aparece tanto en Números 31:1-18 como en Deuteronomio 21:11-14. Bajo las órdenes de Moisés, los israelitas matan a todos los hombres, mujeres y niños madianitas; con la excepción de las muchachas vírgenes, que son tomadas como botín de guerra y obligadas a casarse y por tanto a someterse sexualmente a sus dueños/maridos.


7) Esclavo + esclava. En Éxodo 21:4 se estipula que un dueño de esclavos puede asignar mujeres esclavas a sus esclavos varones, y que si tienen descendencia, tanto la mujer como los hijos son propiedad del amo.


Y me podréis decir: "vale, César, esto es terrible, pero aquí no hay nada sobre la homosexualidad". Bueno, ahora vamos a ello. He presentado esos distintos modelos de familia para demostrar que, aunque millones de personas tengan fe en la Biblia como Palabra de Dios, no se cumplen todos sus preceptos (por suerte). De hecho, únicamente los mormones son polígamos en todo el espectro del cristianismo. Por tanto, lo de "Palabra de Dios" y "familia instaurada por Dios" es muy muy relativo. Y el caso de la homosexualidad es peor incluso. Porque para este tipo de matrimonios, los pasajes son muy claros. En cambio, en lo que respecta a la homosexualidad, los pasajes que contiene la Biblia son relativamente escasos y también ambiguos, lo que no impide que numerosos fieles ataquen verbalmente (y en ocasiones físicamente) a los homosexuales. Es decir, escudan en la Biblia su homofobia.


Veamos. Lo primero que es fundamental entender aquí es que los pasajes de la Biblia que hablan sobre la homosexualidad, como todos los pasajes, fueron compuestos en diversas épocas, de forma diferente, en distintas lenguas y contextos históricos; y en momentos en los que las prácticas sexuales eran entendidas de muy distinta manera a como lo hacemos hoy. Por ejemplo, se suelen utilizar dos citas del Levítico (18:22 y 20:13) para condenar completamente la homosexualidad, a pesar de encontrarse estas citas en un libro destinado únicamente al culto y al sacerdocio. También Romanos (1:26-27) y 1 Corintios (6:9-10) de Pablo se emplea a menudo como argumento contra la homosexualidad, igual que 1 Timoteo 1:10, escrito de la escuela paulina. Sin embargo, el tema de la homosexualidad en los escritos de Pablo, como el del trato a la mujer, es uno de los más complejos y debatidos, todavía a día de hoy. Por lo tanto, es un terreno en el que no vamos a entrar, no porque no tengamos argumentos, sino porque quiero dedicarme a explicar el gran pasaje supuestamente de condenación homosexual. Si queréis saber cómo considera la investigación actual el pensamiento de Pablo en estas cuestiones, no tenéis más que apuntaros a mi curso de La Historia de la Biblia, que para eso está.

Bien, y después de este spam tan gratuito, vamos a lo importante: el pasaje por excelencia que se utiliza para condenar abiertamente a los homosexuales es el de la destrucción de Gomorra y Sodoma que aparece relatado en Génesis 19. Y es uno de los pasajes más malinterpretados: se ha utilizado tanto para mostrar la crueldad divina, a un Dios que se olvida de sus criaturas y las castiga; como para atacar la homosexualidad, o para reivindicarla negando al Dios abrahámico por este episodio, ya que se dice que Sodoma fue destruida por la práctica de la homosexualidad, que de hecho pasó a llamarse “sodomía”, y quienes la practican reciben el gentilicio de “sodomitas”.


Esto es un desastre, porque conduce al rechazo de unos y de otros, a la división y al enfrentamiento. La historia de Sodoma, como todo mito, es simbólica; y por lo tanto debe ser empleada para unir. Por eso, son las propias Escrituras las que nos dan las claves de interpretación de este pasaje: Sodoma y Gomorra, además del resto de las ciudades de la Pentápolis (Sodoma, Gomorra, Adma, Zeboím y Segor), a orillas del Mar Muerto, fueron destruidas por la crueldad de sus habitantes, que eran incapaces de hacer un acto de hospitalidad con los viajeros o un acto de bondad con el prójimo. La clave de esto está en la palabra hebrea yadá, que se suele traducir por “conocer” y tiene un significado complejo en el que no nos podemos extender. Podemos resumirlo en que los sodomitas querían violentar a los otros, someterlos a su poder arbitrario, privarles de su libertad y dignidad humana. Esta interpretación la dio ya en el siglo XI el célebre comentarista Rashi, como ahora veremos. Pero más claro aún, en los versículos 49 y 50 del capítulo 16 de Ezequiel, cuyo núcleo es del siglo VI a.C., también se toma esa interpretación. Le dice Dios al profeta: “He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no tendió la mano al afligido y al mendigo. Y se llenaron de soberbia y abominaron de mi Ley.” Blanco y en botella.


La historia nos cuenta que cuando Abraham y Lot se separaron, Lot se estableció en la tierra fértil que rodeaba la ciudad de Sodoma, por lo que cuando los dos ángeles se acercaron a las puertas de la ciudad, él salió a recibirles y los invitó a su casa como huéspedes. Este acto fue mal visto por los habitantes de Sodoma, que consideraban la hospitalidad un crimen. Dice Génesis que los habitantes de la ciudad se agolparon alrededor de la casa para asaltar y maltratar a los visitantes. En Génesis 19:4 se dice que llegaron “desde el joven hasta el viejo, todo el pueblo desde todo extremo”, lo que quiere decir, según Rashi, que nadie en la ciudad, ni una sola persona, objetó en contra de esa acción de acoso. Era la realidad cotidiana.

Los ángeles ordenaron a Lot que escapara por su vida y le advirtieron que no mirase hacia atrás. Pero la mujer de Lot lo hizo, como Orfeo, y al instante quedó convertida en estatua de sal. Una de las muchas interpretaciones para este hecho afirma que Lot le pidió a su esposa, llamada Edith, que les preparara un banquete con sal, ya que según Levítico 2:13, todo sacrificio que se ofreciera a Dios debía ser sazonado con sal. Pero Edith se negó, preguntando a su marido: “¿acaso quieres que este acto malvado sea costumbre del lugar?” Es decir, estaba tan influida por la cultura sodomita que, como los demás, veía la hospitalidad como algo malvado. Así que cuando estaban escapando de Sodoma, mientras Lot corría lo más rápido que podía para salir de ese lugar, ella se giró hacia la ciudad, no por curiosidad por saber lo que estaba pasando, sino porque en realidad no quería irse. Había interiorizado la inversión moral de Sodoma, había sido víctima de la influencia social.


Este es el poder del pensamiento en masa. Cuando Hitler llegó al poder en Alemania, promovió la barbarie y la crueldad como muestra de “fortaleza” y encontró en los judíos un chivo expiatorio para explicar los terribles problemas que asolaban el país. Y miles de personas lo siguieron mientras convertía la moralidad en debilidad y la maldad en bondad. Cuando la filósofa Hanna Arendt asistió en 1961 al juicio contra Adolf Eichmann en Jerusalén por el genocidio contra el pueblo judío, se dio cuenta totalmente de la gravedad de este fenómeno. Eichmann había sido uno de los mayores organizadores y responsable directo de la Solución Final, y de los transportes de deportados a los campos de concentración. La práctica totalidad de la prensa le calificó de “monstruo”, dijeron que era “un pozo de maldad”. Arendt, en cambio, no vio en él una trayectoria ni características antisemitas, ni los rasgos de una persona desequilibrada o de un psicópata. Todo lo contrario, era una persona extraordinariamente eficiente, que quería ascender en su carrera profesional y para ello cumplía las órdenes de sus superiores. Sólo era un burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar en sus consecuencias. En Eichmann todo era realizado con eficiencia, sin entrar en valoraciones morales. Los actos de Eichmann no eran disculpables, ni él era inocente, pero esos actos no fueron realizados porque estuviera dotado de una terrible crueldad, sino simplemente porque era un burócrata, un operario más dentro de un sistema. Solo que ese sistema estaba basado en actos de exterminio. Eichmann no odiaba a los judíos, pero admiraba a Hitler. Arendt llamó la atención sobre algunos individuos que operan dentro del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos.


En Éxodo 23:2, en el mismo verso que nos dice que sigamos las costumbres que la mayoría acepta allá donde estemos, también se nos dice que no sigamos a las masas para hacer el mal. Si alguien dice que debemos seguir al rebaño, hay que tener en cuenta esto, no seguir a las masas para hacer el mal. Sólo cuando hay discusión entre los sabios, entre la gente sabia, correcta, sobre cuál es el camino adecuado que se debe tomar, entonces se debe seguir lo que la mayoría de esas personas piensan. De otra forma, debemos enfrentarnos a la mayoría para defender lo que es correcto. Lo que sabemos, en nuestra esencia, que es correcto. Y aquí, queridas amigas, queridos amigos, lo correcto es luchar por la libertad y el amor, no importando en qué forma se manifieste. Que nadie tenga que sufrir, ni mucho menos que morir, por ser quien es y por amar a quien desee.


Y una última cosa. Mi trabajo es transmitir la simbología, la mística, el espíritu que subyace en los relatos míticos de las religiones del mundo. Y ese espíritu está armonizado con una serie de valores democráticos aplicables a toda la humanidad, valores que hoy están en juego porque hay un partido político que alienta destruir la convivencia y existe una escalada preocupante de violencia. Por eso hoy más que nunca tenemos que volver a lo básico y aprehender que la única religión, el único camino, el único mandamiento debe ser el amor.

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