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Foto del escritorCésar R. Espinel

La Edad Media, el Islam y el Talibán

Actualizado: 23 ago 2021

Como os podréis imaginar, desde que el pasado 16 de agosto los talibanes tomaran el control de Kabul tras veinte años de conflictos en Afganistán, han sido varias las personas que me han dicho que me pronuncie al respecto, unos porque realmente están interesados en conocer mi opinión y la perspectiva del islam afgano y otros porque piensan que soy un defensor ultra del islam, sea del tipo que sea, y este tipo de cosas creen que pueden servirles para hundir lo que digo en mis vídeos. Recuerdo con especial cariño un comentario en el vídeo dedicado al caso Mila y que el propio Youtube se encargó de censurar, en el cual una persona me escribía: "el islam es una mierda y tú eres basura por defender a los musulmanes hijos de puta. Ojalá los científicos occidentales trabajaran en una bomba para exterminarlos." Precioso.

En cualquier caso, siento desilusionar a ambas partes. Como decía Confucio, "quienes me comprenden lo harán a través de los Anales de Primavera y Otoño, quienes me condenan lo harán por los Anales de Primavera y Otoño" (Mencio 3B.9) En mi caso, al no ser yo ningún especialista en el islam afgano ni en los principios del pueblo pastún (al que pertenecen los talibanes y que condicionan enormemente su concepción del islam), guardaré silencio respecto a este tema. Pero de lo que sí quiero hablar hoy es de uno de esos artículos, comentarios, opiniones que me han llegado al respecto, porque me parece digno de comentario. El medio, Libertaddigital.com. El autor, Pedro Fernández Barbadillo. No voy a añadir ni a quitar ni una sola coma de las declaraciones del señor Fernández, como podéis comprobar.

Yo hace mucho que no piso una universidad, y nunca he asistido a una clase de Historia medieval, de manera que no sé hasta qué punto la afirmación del señor Fernández es cierta, aunque sí que es verdad que, a nivel social, hay una percepción de la Edad Media llena de tópicos que numerosos historiadores están intentando desmontar poco a poco. La premisa es interesante, y es importante que los medios de comunicación se hagan eco de los errores que ha cometido la historiografía a lo largo de su historia. Podría el señor Fernández empezar a hablar directamente de la Edad Media, pero no.


Para conmovernos y persuadirnos de que aceptemos a miles de afganos que no han sido

capaces de luchar por su vida y su libertad, las feministas y los tertulianos de guardia este agosto

nos dicen que el régimen de los talibanes supone, sobre todo para las mujeres, "regresar a la Edad Media."


Lo cierto es que se me ocurren pocas maneras peores de empezar un artículo. Yo entiendo que la inmigración es un tema muy delicado, pero lo más importante debería ser la dignidad humana. Esto no lo digo yo, lo dijo Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, el 9 de septiembre de 2015, el día en el que expuso el plan de Bruselas para responder a la mayor crisis humanitaria de refugiados vista en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Pero si no le sirven las palabras del señor Juncker, tal vez reciba mejor las de Dios: "Al extranjero no maltratarás ni oprimirás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto" (Éxodo 22:21). También los españoles fuimos extranjeros en Latinoamérica, Estados Unidos, Filipinas, el norte de África y otros países europeos. "Mídete antes de que te midan", decía el profeta Muhammad. "No juzguéis, para que no seáis juzgados", dijo Jesús (Mateo 7:1)


Hoy tenemos una nueva crisis de refugiados, y de nuevo la UE no se pone de acuerdo, aunque hay una premisa clara: se necesita una respuesta común a la crisis humanitaria de miles de personas que están intentando huir de Afganistán, se necesita facilitar la evacuación y acogida de miles de afganos que temen por su vida tras la toma de Kabul por los talibanes. Ese es el trabajo de la Unión Europea, y la situación por la que pasan los refugiados no es como para tomárselo a cachondeo. "No han sido capaces de luchar por su vida y su libertad", dice el señor Fernández. Muchos afganos han luchado, señor Fernández, pero sobre todo ha luchado EEUU, que después de veinte años ha encontrado en Afganistán un nuevo Vietnam. Podemos entender fácilmente que los afganos han luchado y siguen luchando y también por qué el ejército afgano se ha desintegrado tan rápidamente. En resumidas cuentas, señor Fernández, los afganos han luchado por su vida y su libertad, pero por desgracia eso no ha sido suficiente. No me parece de buen gusto culpabilizarlos, responsabilizarlos. Ojalá ninguno de nosotros nos tengamos que ver en su situación.

A menudo olvidamos que estamos hablando de personas, y muchas veces son presentadas como números. Cientos de personas se agolpan en el interior de los vuelos de evacuación, muchos de ellos cuentan con autorización para salir del país, pero la histeria es tal que entran a la fuerza por miedo a quedarse en tierra


Lo último que me llama la atención de esta desafortunada introducción es el tono despectivo que utiliza el periodista refiriéndose a "las feministas y los tertulianos de guardia". Lo cierto es que considero que cada vez más a menudo los tertulianos se han convertido en "todólogos", que un día están hablando del COVID-19 y al día siguiente de la situación política en Oriente Próximo. Lo saben todo, para todo tienen una opinión, y en numerosas ocasiones elevan su opinión al rango de verdad indiscutible. Yo tampoco siento gran simpatía por los tertulianos de este corte, pero ¿las feministas? Además, las, como si únicamente hubiese mujeres feministas. Pues sepa usted, señor Fernández, que el autor de estas líneas también se considera feminista. ¿Podemos entrar ya en el tema de la Edad Media? Parece que no.


Tenemos un periodismo opinativo que no nos lo merecemos. En serio. Se lo merecen los profesores

que han educado a esos bustos parlantes y los directores de las cadenas de radio y televisión que les mantienen los micrófonos. ¡Dejad a la Edad Media en paz, cretinos! Ya sé que se usa como culmen de la incultura, la opresión, el salvajismo y otras taras, pero ya es hora de que la destrucción de tópicos sobre este milenio de la historia europea que se está haciendo en las universidades salga de éstas y se extienda por toda la sociedad.


El suyo también es periodismo opinativo, señor Fernández. Y creo que podemos hacer esto sin faltar: ¿habla de bustos parlantes y directores de medios de comunicación a los que les mantienen los micrófonos cuando usted está trabajando para un periódico cuyo director, Federico Jiménez Losantos, mantiene el micrófono y este periódico gracias a las mordidas del PP? No me parece muy prudente por su parte.


Primero hay que tener en cuenta que la caída del nivel de vida, de la demografía, del comercio y la estabilidad política comienza a finales del Imperio romano y se prolonga hasta el siglo X, cuando concluyen las invasiones de musulmanes, normandos y magiares. A partir de entonces, la Edad Media (concepto creado posteriormente, como Bizancio, el imperio angevino, la Ilustración o la República de Weimar) despliega su potencia renovadora y creadora, alimentada, ¡oh espanto!, por el cristianismo.


Desconozco a qué historiadores ha leído el señor Fernández, pero yo no conozco ni a un solo medievalista que trate el cristianismo medieval con espanto. De hecho, un historiador que se precie no debería mostrar sus opiniones religiosas o políticas cuando ejerce de historiador. ¿A alguno de vosotros, amigas y amigos, os supone un espanto el cristianismo medieval? Si es así, dejádmelo en los comentarios. Y en este párrafo el periodista tiene razón: hay numerosos libros que hablan de la gran labor que hizo el cristianismo medieval tras la desintegración del Imperio romano - al fin y al cabo la Iglesia católica es su heredera natural -. Pero también conviene conocer la otra parte, y por eso recomiendo La edad de la penumbra, de Catherine Nixey (Taurus, 2018). Ya lo recomendé en Twitter cuando lo leí, y recibí reacciones encontradas: unos lo consideraban un libro necesario y otros un panfleto anticristiano. La verdad se encuentra, seguramente, en un término medio. Nada es blanco o negro.


Se fundan las universidades bajo el doble amparo de las monarquías y el papado. La circulación de profesores, alumnos y libros entre las diversas universidades fue enorme. Los títulos se aceptaban sin los engorrosos trámites que deben pasar hoy. Y el latín hacía las veces del omnipresente y más sencillo inglés.

Aparecen los primeros Parlamentos, que limitan el poder de los reyes y aprueban impuestos. La primicia ocurre en León, en 1188, y luego se traslada a otros reinos. A esas cámaras legislativas a las que los monarcas piden dinero, se incorporan procuradores enviados por las ciudades, plebeyos y burgueses, que discuten en pie de igualdad con los magnates aristocráticos y eclesiásticos.


Se levantan iglesias románicas y catedrales góticas. Se difunde la caballería, que introduce ideales de justicia y ensalza a la mujer. Se desarrollan la navegación y el comercio a larga distancia, desde la Península Ibérica al Báltico y a Constantinopla. Los genoveses y los venecianos traen especias. Los portugueses empiezan costear África y los castellanos conquistan Canarias. Se acepta el crédito financiero y se elaboran medios de pago como la letra de cambio. Se escriben obras maestras en las lenguas romance que empiezan a perfilarse y se crean maravillas en la escultura, la talla y la pintura. Las escuelas parroquiales alfabetizan a docenas de miles de personas, con independencia de su sexo.


De estos dos párrafos sólo quiero comentar la última frase: durante la Edad Media, la mayor parte de la población permaneció analfabeta y prácticamente aislada de la cultura letrada de su tiempo. Únicamente recibían educación los miembros del clero, que tenían acceso tanto a los escritos religiosos como a los demás conocimientos culturales. Así que esta idea de docenas de miles de personas del pueblo llano alfabetizadas es falsa. Eso sí, no se puede negar que el papel didáctico de los clérigos era importante; ya que no sólo enseñaban al pueblo la doctrina revelada, sino también la historia y las leyendas. Así que en la Edad Media la gente se instruía escuchando y mirando, no leyendo. Eran otros tiempos.

Una de las cosas maravillosas de la Edad Media es precisamente que, como la gente no sabía leer, se desplegó todo un universo iconográfico preñado de simbología que sí sabían leer. Leían en imágenes


El islam, si bien conservó su agresividad y su expansión, bien pronto cayó en el letargo cultural y científico. En el siglo IX (en el reinado del califa Al-Mutawákkil), fue derrotada la escuela de los mutazilíes y se impuso la interpretación de que el Corán ha sido creado por Alá y que reúne todo el conocimiento humano necesario. De ahí provienen el estancamiento científico del islam y las periódicas destrucciones de bibliotecas, como la realizada por Almanzor en Córdoba. La llamada Escuela de Traductores (que consistía en el encargo por la Corona de traducciones de libros a eruditos) nació en Toledo sólo después de la reconquista de la ciudad por Alfonso VI, en 1085.


Aquí quería yo llegar. Es una lástima que, con lo bueno que tienen los dos párrafos anteriores, aquí tropecemos. Y es curioso que escriba este artículo para defender la Edad Media y el cristianismo medieval y eliminar de la sociedad la idea de que fue una época oscurantista, pero no tiene reparos en presentar el islam de la misma forma. Pues bien, ese "letargo cultural y científico" islámico no fue tal, sino todo lo contrario: del siglo VIII al XIII, hay incluso quien lo lleva al XIV y hasta al XV, se habla de la "Edad de Oro del islam" o del "Renacimiento islámico". Porque durante ese período, comerciantes, ingenieros y académicos del mundo islámico contribuyeron enormemente a la cultura mundial en campos como las artes, la industria, la literatura, la agricultura, la economía, la navegación, la filosofía, la tecnología o las ciencias; preservando y mejorando por un lado el legado clásico (por ejemplo, las obras de Aristóteles las conocemos gracias a las traducciones de los musulmanes de esta época) y por otro lado añadiendo invenciones e innovaciones propias. Fue en este período cuando los artistas, científicos, comerciantes, artesanos, filósofos y poetas musulmanes crearon y desarrollaron una cultura única que ha influenciado en las sociedades de todos los continentes. Esta época de esplendor acabó, según la mayoría de los investigadores, en el siglo XIII, cuando las invasiones mongolas causaron tal devastación en el mundo árabe que las artes, las ciencias y las letras islámicas nunca pudieron recuperarse. El mejor ejemplo que se suele utilizar para ilustrar esto es la destrucción de Bagdad por los mongoles.

En 1258 las tropas del jefe mongol Hulagu Kan, nieto de Gengis Kan, tomaron, saquearon e incendiaron Bagdad, la capital del Califato Abásida, un importante y rico centro cultural del mundo islámico


Otra cosa que me llama la atención del artículo de Fernández es su afirmación de que es en la Edad Media cuando se instaura la idea de que el Corán ha sido creado por Dios y que ese pensamiento supone el estancamiento científico. Sin embargo, la dinastía abásida estaba influida tanto por los preceptos del Corán (en el propio Corán, siglo VIII, ya se dice que ha sido creado por Dios) como por la tradición de los hadices, uno de los cuales dice que "la tinta de los científicos vale tanto como la sangre de los mártires", lo que pone de relieve la importancia que se le da al conocimiento en el mundo islámico. De hecho, en la propia Bagdad, los abásidas fundan la Casa de Sabiduría, donde académicos musulmanes y no musulmanes intentan recopilar y traducir todo el conocimiento mundial al árabe, conocimiento heredado de culturas como la antigua China, India, Persia, Egipto, el norte de África, Grecia o el Imperio bizantino. Y no fueron sólo los abasíes en Bagdad, ya que los fatimíes de Egipto y los omeyas de Al-Ándalus, dinastías rivales, no se quisieron quedar atrás y también fundaron importantísimos centros intelectuales en El Cairo y Córdoba que rivalizaban con Bagdad. También el islam en esta época hace increíbles avances en los campos del humanismo, el racionalismo, la educación superior, las instituciones científicas... de hecho, es cierto que el primer Parlamento del mundo se funda en León, pero el honor de la primera Universidad le corresponde a la de Al Karaouine, en Fez, Marruecos (fundada en el 859). Y un siglo más tarde se funda en El Cairo la Universidad de Al-Azhar, con una amplia variedad de graduaciones académicas, incluidos estudios de posgrado. Todo esto ocurre cien y doscientos años antes de la renombrada Escuela de Traductores de Toledo. Lo que quiero decir con todo esto es que la idea de devolverle la honra a la Edad Media y al cristianismo medieval es buena, pero no a costa del islam. No precisamente a costa de la Edad de Oro del islam, que vive la antítesis de un "estancamiento científico".


Y por cierto, otra cosa: Fernández dice que el islam "conserva su agresividad y su expansión". Precisamente, una de las razones por las que el islam se expandió tan rápida y fácilmente fue su política de tolerancia: además de exigir menos impuestos que los imperios vecinos, los musulmanes permitían la existencia de las otras religiones "del Libro", cosa que los cristianos bizantinos no hacían, por ejemplo, ya que no toleraban ni a los propios cristianos a los que consideraban herejes. También los musulmanes cedían poder a los dirigentes locales y regionales y respetaban las instituciones existentes a cambio de su integración en el califato. Y por supuesto, también por respetar las propiedades y las ciudades, ya que no las invadían, sino que acampaban en las afueras en campamentos que se convirtieron en ciudades: Basora o El Cairo comenzaron así. De manera que eso de "agresividad", poca y matizable. Podríamos hablar del concepto de yihad, pero eso lo dejaremos para otra ocasión. Antes de cerrar este apartado es importante aclarar una cosa: no hay ni ha habido una forma única del islam, sino que tanto en el pasado como en nuestros días han existido y existen formas distintas, divergentes, e incluso opuestas de esta religión.


En un luminoso texto publicado recientemente en la revista Razón Española (n.º 226, mayo-junio de 2021), el profesor Luis Suárez explica la fiscalidad del final de la Edad Media, con unas palabras que gustarán a los lectores de Libertad Digital:En un luminoso texto publicado recientemente en la revista Razón Española (n.º 226, mayo-junio de 2021), el profesor Luis Suárez explica la fiscalidad del final de la Edad Media, con unas palabras que gustarán a los lectores de Libertad Digital:


La diferencia entre la mentalidad de los hombres de las postrimerías de la Edad Media y la nuestra

propia no puede ser más radical, y se aprecia en los impuestos. La idea de un impuesto progresivo hubiera parecido monstruosa. El impuesto medieval es esencialmente indirecto: pagan las tierras, las mercancías o las materias primas. Pero cuando, por necesidades del Estado, se amplía y extiende un impuesto directo sobre las fortunas, éste no se establece en forma progresiva, sino al contrario, regresiva. Es decir,

una vez separados los pobres, que no pagan, se establecen baremos de fortuna para el pago; alcanzado determinado nivel, todas las propiedades que le sobrepasan quedaban exentas. Para nosotros resulta sumamente extraña esta conducta, pero los hombres de los siglos XIV y XV tenían mucho cuidado en no matar la gallina de los huevos de oro: sin los ricos, ¿qué esperanza quedaba a los pobres de hallar medios de vida?


Me resulta divertido que se reconozca tan impunemente que a los lectores de Libertad Digital no les gusta pagar impuestos. Yo de fiscalidad medieval no tengo ni idea - ni de fiscalidad moderna tampoco -, así que me callo. Pero en lo que respecta al mantra neoliberal de que "sin los ricos no habría riqueza", sólo decir que es una gran falacia demostrable y demostrada. Yo entiendo que muchos quisieran volver al Antiguo Régimen donde la palabra del señor era ley y el que trabajaba la tierra no tenía voz ni voto, pero la sociedad, por suerte, avanza. Aún recuerdo la que se montó porque el señor Amancio Ortega donó nosecuántos miles de euros a la sanidad, y unos le ponían a caer de un burro y otros le defendían a capa y espada. Yo sólo lanzo una pregunta al aire, a raíz de la reciente pandemia: ¿qué preferimos, una sanidad pública que sea fuerte y esté blindada gracias a los impuestos de todos o una sanidad pública que dependa del ánimo y espíritu de generosidad con el que se levanten cada día señores como Amancio Ortega?


Sí, la Inquisición nació en Francia en el siglo XII contra la herejía cátara, pero la quema de brujas por miles, junto con las guerras de religión, la confiscación de las tierras del común por los monarcas y la nobleza voraces con la excusa de la Reforma y el cierre de las universidades en los distintos países europeos a los extranjeros suceden en la Edad Moderna, en los siglos XVI y XVII. En Francia, la revolución cerró todas las universidades, pues las consideraba vestigios del Antiguo Régimen.


De nuevo tengo problemas con la última frase, porque sí pero no. Durante la Revolución francesa (1789) es cierto que las universidades del Antiguo Régimen fueron cerradas, que las facultades controladas por la Iglesia disminuyeron y que el sistema educativo francés fue completamente reorganizado. Pero también es verdad que se redactaron los planes para una enseñanza universal y que se estableció la educación secundaria extendida en muchas ciudades. Mientras que en el Antiguo Régimen la educación superior era un privilegio de los nobles, la República eliminó todas las barreras de acceso a los estudios universitarios. También fundaron los liceos como sustitución de las facultades de artes del Antiguo Régimen, igual que las Grandes Escuelas especializadas en educación superior en ciencias e ingeniería. Es decir, que sugerir que la Revolución francesa acabó con la educación es, cuanto menos, capcioso.

El cristianismo, que sitúa como el ser humano más excelso a la Virgen María, madre de Dios, suavizó primero por la vía de las costumbres y luego por la legislación, las leyes romanas que sometían a las mujeres a una tutela permanente. Así, en la Edad Media las mujeres tenían capacidad jurídica de obrar: podían testar y heredar, comprometerse en contratos y hasta montar empresas. Muchas de ellas dedicaban su vida a lo que deseaban; sirva como ejemplo de ellas la hispana Egeria, peregrina a los Santos Lugares entre los años 381 y 384, quien además escribió el relato de sus viajes, porque ¡sabían leer y escribir!


El islam sitúa a la Virgen María como "la mejor de las mujeres", pero no por ser Virgen ni madre de Isa (Jesús), sino porque fue capaz de vaciarse y rendirse a Dios. María aparece muchas más veces en el Corán que en la Biblia, y cuando el Corán habla de Jesús, le presenta casi siempre como "hijo de Mariam". Pero dejando eso de lado, las mujeres, así, en general, ¡no sabían leer y escribir! ¿Quiénes sabían? Algunas mujeres pertenecientes al clero y otras pertenecientes a la nobleza. De hecho la hispana Egeria a la que se refiere Fernández no era precisamente una don nadie: de las pocas cosas seguras que se saben sobre su vida, destaca su ascendencia noble, lo que le permitió tener una posición económica acomodada y una notable cultura. De hecho, en trabajos especializados sobre ella se ha planteado la elevada probabilidad de que fuera pariente de Aelia Flacila, la primera esposa de ni más ni menos que Teodosio I el Grande, que convirtió el cristianismo niceno o catolicismo en la religión oficial del Imperio en el 380. Es decir, que la "hispana Egeria" era, con mucha probabilidad, la cuñada del emperador de Roma. Casi nada.


También se les consideraba dignas de participar en el gobierno. Podemos citar a emperatrices romanas, como Elena, madre de Constantino y descubridora del Santo Sepulcro; Gala Placidia, hija de Teodosio; y Teodora, esposa de Justiniano. Y a la reina Baddo, esposa de Recaredo, que firmó las actas del III Concilio de Toledo, donde el pueblo godo se convierte al catolicismo. Otras visigodas poderosas fueron Brunequilda y Gosvinta. La atrasada Edad Media conoce las primeras reinas propietarias. En España, abre la lista Urraca de León (r. 1109-1126). Berenguela I de Castilla reinó sólo unas semanas, en 1217, y abdicó en su hijo Fernando III. A continuación, ejerció como gobernadora del reino y, después de la mayoría de edad del infante, como consejera. Puesto que yo considero que la Edad Media concluye con el descubrimiento de América, incluyo entre ellas a Isabel I de Castilla (r. 1479-1504). Navarra tuvo las siguientes reinas propietarias desde el siglo XIII: Juana I (r. 1274-1305), Juana II (r. 1328-1349), Blanca I (r. 1421-1445), Leonor I (r. 1479) y Catalina I (r. 1483-1513). Y no podemos olvidar las abadesas de los monasterios, algunas de las cuales plantaban cara a los reyes y a los magnates. Santa Catalina de Siena (1347-1380), embajadora de la república de Florencia, le exigió al papa Gregorio XI que regresase a Roma y purificase la Iglesia. ¿Alguien conoce a una musulmana que se atreviera a reprochar a un califa su conducta?


De nuevo, los ejemplos que utiliza Fernández en su artículo son mujeres pertenecientes a la realeza/nobleza y al alto clero, todos ejemplos admirables y notorios, desde luego. Pero hablar de la alfabetización, independencia y poder de las mujeres, así en general, durante la Edad Media, me parece cuanto menos atrevido. Y la pregunta final, de nuevo esa inquina con el islam... si alguien se quiere molestar en informarse sobre importantes mujeres musulmanas (cosa que Fernández no parece haber hecho), puede buscar información sobre Jadiya bint Juwáylid (555-620), una figura muy relevante en La Meca al ser parte de la familia más importante de la ciudad y dueña de una flota de caravanas. Muhammad entró a trabajar a su servicio y al final se casó con ella: Jadiya fue la primera musulmana y se le considera la madre del islam. También tenemos a Nusaybah bint Ka'ab (634-¿?), que luchó en la batalla de Uhud (625) contra los mecanos y defendió con su propio cuerpo a Muhammad, recibiendo por él varias heridas de flechas y lanzas y siendo su principal valedora. O, por supuesto, A'ishah bint Abi Bakr (613-678), la esposa más famosa de Muhammad, estudiosa e inquisitiva, creadora de hadices y leyes de la primitiva comunidad islámica y fue la gran consultora religiosa y política de su padre, el primer califa, además de líder de la oposición frente al cuarto califa. O, si queremos tiempos más recientes, Lubna de Córdoba (¿?-984): originalmente una esclava, acabó convirtiéndose en una gran intelectual. En fin, mujeres relevantes en el islam hubo y sigue habiendo. Si queréis saber más, aquí tenéis un bonito artículo. Sólo hay que querer saber, buscar y así encontrar. No es demasiado complicado.

La pérdida de derechos de las mujeres ocurre en la Modernidad, sobre todo después de la Revolución francesa. El Código Civil de Napoleón, luego copiado en el resto de Europa, presenta dos novedades sobre el derecho vigente en Europa entonces: la reintroducción del divorcio y la conversión de las mujeres en menores de edad.

Es verdad que el Código Civil de Napoleón quien consagró el principio de inferioridad a la mujer, y únicamente mantuvo dos de los cambios realizados durante la Revolución: idéntica mayoría de edad para ambos sexos (21 años) y el respeto de los derechos sucesorios para las mujeres. Pero también es cierto que el Código permitió que las mujeres vieran cómo los ciudadanos masculinos adquirían un derecho que ellas no tenían, lo que dio lugar a la aparición de los movimientos feministas y la lucha por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Sí, esas feministas a las que se refería Fernández al principio con desprecio. El Código fue el primer paso de una larga lucha que se sigue librando a día de hoy.


¿Cómo generaciones que han nacido en el siglo XX, el más criminal y genocida de la historia, se atreven a criticar a otras épocas? A partir de 1914, el desprecio a la vida y la dignidad humanas ha sido incalculable. Dos guerras mundiales; el aborto convertido en una industria desalmada; los campos de exterminio de las tiranías comunistas y nacional-socialista; hambrunas provocadas por motivos políticos en Ucrania, Etiopía y Bengala; el terrorismo (casi siempre de ideología izquierdista); las riadas de refugiados que escapan de guerras y paraísos en la tierra...


Estoy de acuerdo con Fernández en que el siglo XX ha sido terrible, y que nunca hay que juzgar el pasado con nuestras gafas morales del presente. Las dos guerras mundiales sin duda, ¿pero en serio estamos poniendo el aborto al mismo nivel? ¿Y qué es eso de que se ha convertido en una industria desalmada? Qué maldita manía tenemos los hombres de hablar del aborto. Que sean ellas las que hablen, y dejemos de mostrar actitudes que sí son desalmadas ante decisiones tan difíciles que un hombre no ha tenido que afrontar nunca. Como el tener que huir tan precipitadamente de tu país que pierdas a tu hija. Y perdonadme, ¿"terrorismo casi de ideología izquierdista"? Quizá esta afirmación de Fernández tiene su explicación en realidades no demasiado conocidas... Y de nuevo, el ataque a los refugiados, que escapan de guerras y de "paraísos en la tierra". Nadie se quiere escapar de un paraíso, señor Fernández. De hecho no hace falta que sea un paraíso, basta con una tierra donde se pueda vivir. La prueba es que los refugiados siempre vienen de tierras en guerra o con extrema pobreza. De todas formas, para que no se diga, si alguien sabe de refugiados que huyan de algún "paraíso", por favor, que me lo ponga en los comentarios.


Para obligar a sus súbditos a resistir y combatir la invasión alemana, Stalin estableció un régimen de castigos a quienes flojeasen que sólo entre la mitad de 1941 y todo 1942 incluyó el fusilamiento por la NKVD de al menos 198.000 soldados del Ejército Rojo (Norman Davies, Europa en guerra 1939-1945). Ni los monarcas ni los generales más despiadados de la Edad Media trataban con tal crueldad a sus tropas.

Ya les gustaría a las afganas (y a las saudíes, y las yemeníes, y las somalíes...), vivir con el estatus de las cristianas medievales. No pidamos perdón por lo que hicieron nuestros mayores ni permitamos que la izquierda enloquecida nos arrebate lo que somos.


Quien sabe cómo les gustaría vivir a las afganas, saudíes, yemeníes y somalíes son las propias afganas, saudíes, yemeníes y somalíes, señor Fernández. No hable por ellas, en su nombre. No les quite usted (también) la voz. Muchas veces las religiones - también el catolicismo, y de las que más - solicitan obediencia, sumisión y silencio, especialmente de parte de las mujeres... pero en el caso del islam, rebelarse es la mitad de la fe, según la sahada: para realizar la fe, primero se exige el rechazo, la negación y la rebelión contra todo lo que crea ídolos interiores y exteriores, a fin de ser auténticamente creyentes en un solo Dios. Sería interesante que el señor Fernández leyera sobre la rebelión femenina que el islam admira.


Estoy de acuerdo con él en que no tenemos que pedir perdón por lo que hicieron nuestros mayores, porque nosotros no somos responsables de sus actos. Pero sí somos responsables de los nuestros, y de nuestras palabras. Y es nuestra obligación como sociedad ser mejores, ir acorde a los tiempos. Y el mundo moderno, le pese a quien le pese, exige feminismo, antifascismo, ecologismo y anti-racismo. La izquierda no está enloquecida, eso es una triste falacia. Hay personas de ideología típicamente de izquierdas que están locas, igual que también las hay que son de derechas. La locura no es una cuestión política, señor Fernández, ni tampoco la religión ni la Historia, que conviene no alterar a conveniencia. Ninguna persona de ideología de izquierdas le va a arrebatar lo que somos, señor Fernández, porque en ese "somos" también entran los que tenemos una mentalidad de izquierdas. Tal vez ese sea el problema, que hay quien se empeña en ver en ese "somos", en ese "nosotros", en esa "España" sólo a quienes son y piensan como ellos. Es mejor que nos respetemos unos a otros, señor Fernández, aunque nuestras ideas sean completamente contrarias. Porque si no, vamos a estar mucho peor que en la blanca y cristiana Edad Media.


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