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Foto del escritorCésar R. Espinel

La lucha por el islam

Este texto, acompañado del subtítulo "Cómo se ha secuestrado la espiritualidad musulmana" (en honor a la obra "Populismo islámico" de Antonio de Diego) es un artículo que ha salido publicado en el último número de la revista ATI. Agradezco a su gente que haya contado de nuevo conmigo y espero que os guste

"Feminismo islámico" es un concepto redundante: el islam es igualitario


Hace ya meses estaba impartiendo una clase del curso Hijos de Abraham, en el que hacemos una aproximación a la historia, la mitología y la simbología de las tres grandes religiones monoteístas. Pues bien, terminado el segundo bloque, dedicado al cristianismo, les dije a los alumnos que la semana que viene íbamos a empezar con el islam. Y uno de ellos me dijo: “Cuidado con lo que dices de los musulmanes, que te cortan la cabeza.” Por ese comentario, en mi cuenta de Twitter escribí que por eso necesitamos cursos como ese, para conocer el islam y dejar de creer que el islam es eso. Y una seguidora me replicó con la noticia del asesinato del profesor francés Samuel Paty (sobre lo que yo ya escribí un artículo en esta misma página) y las polémicas portadas de Charly Hebdo, lo que no hace sino reafirmarme en mis opiniones y acrecentar el sentimiento de urgencia de lo que me dispongo hoy a contar aquí.


Hay mucha gente que no está dispuesta a querer entender que el islam es mucho más (y mucho mejor) que el terrorismo que ven en los medios de comunicación. Les han vendido que los musulmanes no sólo son distintos, sino que son el enemigo al que hay que combatir. En la Europa de los años treinta eran los judíos, hoy son los musulmanes. No les importa cuál sea el mensaje del islam, no les importa no saber nada del Corán, no les importa no conocer a un solo musulmán o musulmana para hablar con ellos… No, porque para ellos, islam es sinónimo de opresión, terrorismo y asesinato. No quieren entender que, si así fuera, estaríamos todos muertos y sometidos, porque hay más de 1.500 millones de musulmanes en todo el mundo. Pero da igual. Ellos tienen un molde en la cabeza que cree saber perfectamente qué es el islam, y de ahí no van a salir. No es culpa suya. La culpa es de quien ahonda en ese discurso para manipular la realidad a su conveniencia. Porque conviene recordar que hace no tanto tiempo, DAESH hizo un llamamiento en Dabiq, su revista de propaganda, para eliminar la zona de coexistencia para los musulmanes en Occidente, y para ello promueve acciones que alientan la islamofobia. Así que todas estas personas que creen saberlo todo del islam y que lo asocian con la desgracia, la opresión y la muerte, hay que decirles que con esa actitud le están haciendo el juego al fundamentalismo islámico. Y si consiguen eliminar esa zona de coexistencia estarán creando un mundo polarizado que se ajusta a sus intereses: la zona gris que los fundamentalistas quieren eliminar es la de una sociedad respetuosa y multicultural, compartida por musulmanes, católicos, ateos y personas de cualquier confesión religiosa, o de ninguna. Y esta zona está amenazada no sólo por el fundamentalismo islámico, sino también por una buena parte de la población islamófoba que trata a todos los musulmanes, también a los que huyen del terror o sufren sus consecuencias, como si fueran terroristas. Pero me niego a aceptar el secuestro de la espiritualidad del islam, y quienes nos dedicamos al estudio y divulgación del pensamiento religioso de la humanidad tenemos hoy una responsabilidad para con el islam. Por eso tenemos que luchar por él.


A principios del siglo VI d.C., la tribu arábiga Quraysh, que era la tribu de Muhammad, convirtió La Meca en un centro de comercio: habían abandonado la vida nómada dedicándose al comercio de caravanas a Siria y Yemen, alejándose del ciclo crónico de violencia intertribal y convirtiendo La Meca en un remanso de paz donde se podía comerciar sin temor a la violencia. El comercio les enseñó a apreciar los valores y los ideales de los demás: un objeto era comercializable porque otras personas lo deseaban, y por ello el intercambio de bienes también era un intercambio de ideas y de puntos de vista sobre el mundo. En Arabia había una apertura que no hallamos en el Tanaj (la Biblia hebrea) o el Nuevo Testamento. Las tribus árabes estaban familiarizadas con las historias judías, cristianas o paganas, pero no consideraban ninguna de esas tradiciones autosuficiente; sino más bien como hebras de pensamiento abiertas, flexibles y en flujo permanente. Tenían poca experiencia con doctrinas escriturarias y se inspiraban más en pronunciamientos orales. La primera palabra dictada por Dios a Muhammad en la cueva de Hira fue ¡Iqrah! (“¡Recita!”).

Los enfrentamientos tribales se habían enconado en la Península, los grandes imperios de Persia y Bizancio parecían dispuestos a destruirse en una serie de guerras devastadoras, y en La Meca algunos clanes se enriquecían y otros eran progresivamente más marginados. Por ello, el islam nace como una forma de vida para la entrega (islam) del ego. Un muslim es un hombre o una mujer que ha realizado esa entrega existencial… pero esa entrega debía expresarse en una compasión manifestada en la práctica. El Profeta empezaba cada recitación del Corán con esta invocación: “En el nombre de Dios, el Compasivo (al-Rahman), el Misericordioso (al-Rahim).” Estos atributos divinos debían encarnarse en la sociedad musulmana. El Corán entregó al Profeta un mandamiento político que exigía que los seres humanos se comportaran unos con otros con justicia y equidad, y que se distribuyera su riqueza equitativamente, entroncando así con la tradición profética de Israel y en realidad con todas las escrituras sagradas. La expe-riencia de edificar una sociedad (ummah) así y vivir en ella confería a los musulmanes indicios de lo divino, pues estaban en armonía con el curso de las cosas. Así, el bienestar político de la ummah era una cuestión de importancia sagrada, y la política era lo que los cristianos llamarían un sacramento, que permitía a lo divino manifestarse eficazmente en el mundo.


El texto del Corán, que insiste en que los musulmanes deben honrar las revelaciones recibidas por cada uno de los mensajeros de Dios, está impregnado de una fuerza teológica trascendente y, por tanto, posee una sobreabundancia de significado: se descubrirán nuevas interpretaciones a medida que avance la historia, pero todas deben ir, según el Corán, en la línea de la compasión (al-Rahman) y la misericordia (al-Rahim) que los musulmanes invocan antes de los recitados. En el curso Hijos de Abraham ahondo más en profundidad en la bella espiritualidad y el profundo simbolismo del islam, también de lo que para el islam significan estas palabras; pero actualmente parece que el islam es sólo política, y con métodos violentos. Por falta de espacio para profundizar en este tema, lo dejaremos aquí con unos versículos del Corán, para reflexionar. De hecho, el Corán no pide otra cosa que reflexión.

Y si tu Señor quisiera, creerían todos los que están en la tierra. ¿Acaso puedes tú obligar a las gentes a que sean creyentes?

Corán 10:99


Oh, humanidad, os hemos creado a todos a partir de un solo hombre y una sola mujer, y os hemos dispuesto en tribus y naciones para que os conozcáis unos a otros.

Corán 49:13



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