Hace ya tres años, mis padres me regalaron por mi cumpleaños un libro de mi autora favorita, Karen Armstrong (Wildmoore, 1994), Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2017, titulado Buda. Una biografía, publicado ese mismo año 2017. Cuando este libro se publicó, el periódico español ABC le hizo una entrevista a la autora, donde dijo cosas muy interesantes. Por ejemplo, que el arraigo de la religión se explica por su efecto analgésico: como la vida humana tiene una dimensión trágica, el ser humano necesita consuelo; de lo contrario, la desesperación le empuja a hacer cosas terribles.
No solo los tres grandes monoteísmos han ofrecido respuestas a esa inquietud que nos acompaña desde el nacimiento. Con más de 488 millones de seguidores, el budismo es una de las religiones más importantes del mundo y también de las más desconocidas, a pesar de su creciente popularidad en Europa y EE.UU. En Buda. Una biografía, Armstrong ofrece una explicación a ese aumento del interés por el budismo, que se manifiesta en la expansión de la práctica del yoga o el atractivo de la meditación. El libro ofrece un retrato de Buda, la figura principal de esta doctrina. "Vivimos en una época - lamenta Armstrong - de violencia política, y hemos sido testigos de ejemplos aterradores de la inhumanidad del hombre contra el hombre. En nuestra sociedad persiste también un extendido malestar, desesperación urbana y anomia, y a veces nos invade el temor ante el nuevo orden mundial que está surgiendo." Como resultado de esos miedos los occidentales, que nos definimos por nuestro talante pragmático y nuestra exigencia de independencia, hemos encontrado en el budismo una respuesta a nuestra medida para sobrellevar las preocupaciones que amenazan con romper nuestra calma.
A través de los textos budistas, y renunciando a hacer una reconstrucción del personaje propia del trabajo de un historiador, labor imposible debido a las escasas fuentes, Karen Armstrong emprende su biografía advirtiendo que, cuando escribe sobre Buda, "lo histórico es la leyenda, y debemos tomar esa leyenda en su totalidad." Al contrario que Jesús en los evangelios, Buda en sus escrituras aparece presentado como "un tipo en vez de como un individuo", y se expresa como se requiere en la tradición hindú: con solemnidad, formalidad e impersonalidad. Esto no evita, por supuesto, que se pueda poner al personaje en su contexto. Un personaje que respondía al nombre de Siddhata Gotama, que había nacido en el siglo VI a.C. en Kapilavatthu, en las estribaciones del Himalaya; y que había emprendido su búsqueda espiritual motivado por la desesperación, víctima de una jaula de oro que se había hecho trizas. El joven Siddhata, que había crecido ajeno a la realidad del mundo envuelto en los lujos que le había brindado su padre, fue despertado por los dioses, que intervinieron para que realizara su cometido. Cuando Siddhata tenía 21 años, los dioses se le aparecieron en la forma de un anciano, un enfermo y un cadáver para desvelarle lo que aguardaba a cada ser humano con el paso del tiempo. Siguiendo la creencia general de la India de esa época, la vida consistía en una sucesión de sufrimientos que ni siquiera terminaban con la muerte, pues la reencarnación empujaba a una nueva existencia donde se repetían otra vez.
"Los seres - relata Armstrong - estaban atrapados en el eterno ciclo del Samsara ("el ciclo continuo"), que los impulsaba de una vida a otra (...) Ya era bastante malo tener que soportar el proceso de volverse senil o un enfermo crónico y pasar una vez por la terrible y dolorosa muerte, pero tener que pasar por lo mismo una y otra vez parecía algo intolerable y decididamente inútil." Sorprendido por esos encuentros, Siddhata decidió abandonar su casa y a su familia para encontrar un estado que le consolara, un "refugio interior de paz" donde "la vida volvería a tener sentido y valor de nuevo". Frente a los males de la existencia, el futuro Buda emprendió la búsqueda de sus opuestos positivos, es decir, lo perenne frente al envejecimiento o lo imperecedero frente a lo mortal. Y a ese estado completamente satisfactorio de cosas lo llamó Nibbana (en pali original, Nirvana en sánscrito). Siddhata estaba convencido de que era posible "extinguir", igual que apagamos una llama, las pasiones, las ataduras y los engaños que tanto dolor ocasionaban a los seres humanos. Alcanzar el Nirvana es como el enfriamiento que experimentamos tras superar un estado febril.
En su viaje, Siddhata atravesó dos etapas fundamentales: primero, el aprendizaje del yoga, una técnica que controló por completo pero no le pareció suficiente para alcanzar el Nirvana; y el abrazo del rigorismo, con el maltrato a su propio cuerpo ("yacía en una cama de clavos e incluso llegaba a alimentarse de sus propios excrementos y orina") y la austeridad extrema. Armstrong describe entonces uno de los momentos más hermosos de la vida del sabio. Al borde de la muerte por transitar esa vía, gracias a un recuerdo de infancia el joven salió de su error y comprendió que el martirio físico era inútil. De niño, sentado bajo la sombra de un árbol, Siddhata "miró hacia el campo que estaban arando y se dio cuenta de que la hierba fresca había sido arrancada y los insectos y los huevos que estos habían puesto en aquellos nuevos brotes habían sido destruidos. El pequeño observó la masacre y se sintió invadido por un extraño pesar, como si sus propios parientes hubiesen sido asesinados." La compasión que experimentó en ese momento, la empatía desinteresada, le había llevado a un instante de liberación personal. Alejándose de su juventud ociosa y del ascetismo de sus días recientes, Siddhata emprendió el Camino Medio, el que habría de transitar para alcanzar la iluminación. Animado por su recuerdo de infancia, decidió volver a meditar en un bosque, buscando de nuevo la sombra de un árbol: el elegido fue un bodhi, una higuera, bajo cuyas ramas largas y envolventes adoptó la asana, la postura fundamental del yoga, con las piernas cruzadas y la espalda erguida. Fue entonces cuando descubrió las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Sendero Óctuple, o, para explicarlo con sencillez aunque sin detalles ni matices, cómo lograr la iluminación y sumergirse en el Nirvana, un estado de paz interior que permite a las personas experimentar una profunda paz en medio del sufrimiento. Y fue así como Siddhata Gotama se convirtió en Buda.
A pesar de su carga espiritual y del mensaje de paz que proclama, el budismo no permanece ajeno a las críticas. En Myanmar, por ejemplo, son monjes de esta doctrina los que incitan a la violencia contra los musulmanes, sometidos a una cruenta persecución. Como otras religiones, la revelada por Buda se enfrenta a las contradicciones entre sus postulados y su aplicación práctica. También al rechazo que despierta su lectura de la vida, que se concibe como una experiencia esencialmente dolorosa. Son otros aspectos, como la posibilidad de hallar la calma a través de la introspección y la defensa del equilibrio en el día a día, con una actitud entre el rigorismo mortificante y el hedonismo esclavo, los que hacen del budismo un sistema de creencias en auge.
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