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Foto del escritorCésar R. Espinel

Manifiesto de un laico sobre la religión

La palabra "laico" es una trampa. Y cuando hablamos de laicismo podemos caer fácilmente en ella. Porque si acudimos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española encontraremos que "laico" se emplea en el mundo cristiano para referirse a una persona que no ha recibido ninguna de las órdenes religiosas que otorga la Iglesia y, por lo tanto, que no pertenece al clero. Pero "laico" también es una palabra que se refiere a una persona independiente de cualquier confesión religiosa. Es decir, que a día de hoy, en España, la inmensa mayoría de la población es laica, pero en sentidos diferentes.


Esta noción de laicismo es la que me llevó hace unos años a preguntarme quién era yo, en qué sentido era laico, lo que lógicamente me llevó a preguntarme si era cristiano y en qué sentido lo era. Todavía hoy sigo en un diálogo interno con Jesús el galileo, reconozco que a menudo intentando reconciliarme con él. En las entrevistas que me han hecho, la pregunta que más se repite es cómo he llegado hasta aquí, cuál ha sido mi trayectoria. Empecé leyendo mitología greco-latina con la que prácticamente aprendí a leer. Más tarde descubrí que había otras mitologías, por lo que poco a poco me fui introduciendo en el mundo de la mitología comparada. Más tarde empecé a aprender a descifrar los símbolos que conformaban esos relatos, y de las mitologías y sus símbolos pasé a las religiones. Actualmente estoy dedicando mi vida a conocer a fondo - todo lo que mi capacidad me permite - todas las creencias que puedo: cristianismo, islam, judaísmo, budismo, taoísmo, sintoísmo, hinduismo...; y siempre desde una posición aconfesional, no dogmática, independiente. Nunca he tenido fe, pero mi religión es el estudio de las religiones.


Creo sinceramente que las religiones son útiles, tanto desde la perspectiva confesional como desde la perspectiva académica. A menudo, cuando digo esto, se me suele responder con comentarios respecto a que la Biblia nos engaña, que no existe ni un Dios ni un Cielo... pero lo que ocurre de verdad, a mi entender, es que actualmente tenemos una idea muy primitiva de Dios. Consideramos que la religión consiste en creer, literalmente y sin sentido crítico, que allí arriba hay algo que creó el mundo y escribió un libro, que lo sabe todo y que piensa como nosotros... Esa idea de Dios que transmiten los primeros libros de la Biblia es un paquete para principiantes, algo con lo que empezar a trabajar. Y sin embargo, mucha gente en Occidente oye hablar de Dios igual que de Papá Noel. Dios refleja una capacidad de los seres humanos, de su mente, de tener experiencias trascendentes. Sí, por supuesto que la religión es una creación humana, pero eso no significa que no exista un componente sagrado, sino todo lo contrario: lo sagrado es algo dotado de un significado extraordinario. Sin embargo, esta idea es difícil de defender en determinados entornos, que consideran la religión como uno de los grandes lastres de la humanidad, algo que hay que destruir a través de la ciencia y el racionalismo. Y es cierto que la religión está perdiendo terreno en Europa, pero la misma Europa se está quedando muy atrás en su secularismo. En otros lugares del mundo la gente se está haciendo más religiosa, para bien o para mal. Porque en la religión hay de todo, como en el arte, el sexo y la gastronomía. Hay arte excelente, o sexo, pero también muy malo. La idea, muy común, de que la religión es dañina per se no es muy inteligente, y mucho menos científica.


Leía no hace mucho en un blog de corte cientificista una cita de Richard Dawkins, que decía que no se debía educar a los niños en el pensamiento mágico, ni en dioses ni en hadas. Reconozco que sólo he leído una obra de Dawkins, El espejismo de Dios, pero puedo decir que tiene una idea muy equivocada de lo que es la religión. Yo considero que los niños no deben ser educados de forma dogmática ni sectaria, por supuesto, pero sí para entender la religión y saber lo máximo posible sobre ella por la simple razón de que es un hecho en la vida humana. Es una manifestación de la cultura, como el arte o la filosofía, y forma parte de nuestra historia. El laicismo, como la religión, a veces es intolerante porque somos una especie agresiva. He oído mucho decir que la religión es la causante de las guerras, pero en Occidente tuvimos dos guerras mundiales, la Shoá u Holocausto, el gulag o Hiroshima, que no tenían nada de religioso. Incluso la Revolución Francesa, que iba contra la religión, supuso un gran momento en la historia europea, pero causó miles de muertes. Por lo tanto, no creo que haya que generalizar los conceptos. Es más, creo que sería inteligente separarlos. Actualmente existe una pugna entre dos corrientes sobre la relación entre Iglesia y Estado, y creo que tienen razón los que abogan por una separación: a lo largo de la Historia se ha demostrado que una vez que la religión tiende lazos con los aparatos de Estado pierde muchos de sus ideales. Pero el problema es que en muchas partes del mundo, el proceso de secularización se hizo de una manera tan agresiva que más bien generó el efecto contrario al deseado.


Reza Phalevi, el sah de Irán, utilizaba a hombres armados para quitar el velo a las mujeres, y ordenó al Ejército usar las armas contra cientos de manifestantes pacíficos, lo que causó cientos de muertos. Tenemos también el caso de Egipto, que tuvo campos de concentración para los Hermanos Musulmanes, o de Atatürk, relacionado con prácticas de limpieza étnica. En muchas partes del mundo el secularismo no ha sido precisamente liberador. Debemos avanzar en la secularización, pero de una forma gradual. A los europeos nos llevó tres siglos y ahora se quiere hacer en otras partes del mundo en unas pocas décadas, sin que se desarrolle naturalmente. No es algo que se pueda imponer desde el exterior, sino que es una necesidad que surge de dentro. Por eso, cuando la gente no se siente identificada o acogida por las formas religiosas de su entorno, busca experiencias místicas en cosas como la música, el sexo o las drogas. ¿Por qué? Porque buscamos experiencias trascendentes, salir momentáneamente de nosotros mismos, y eso lo conseguimos en el arte, en la belleza, en el sexo.... Es algo que forma parte de la humanidad. Antes de que existieran los museos o las discotecas, la forma de buscar el arte y la experiencia trascendente era la religión. Porque, como el mejor arte, la religión da la posibilidad de escapar del horror que nos rodea y nos ayuda a buscar sentido para nuestras vidas. Pero claro, si lo único que llegamos a conocer de la religión es su manifestación más fundamentalista, pues mal vamos. Pero hasta esto hay que repasarlo.


El fundamentalismo es un fenómeno muy moderno (ya hablé de ello en un vídeo), y surge como una respuesta a la colonización, el laicismo, el darwinismo o la Ilustración. Nadie, y repito, nadie en el pasado interpretaba literalmente los libros sagrados. De haber sido así, la Biblia no podría haber salido adelante como texto sagrado porque está lleno de incoherencias... ¡pero es que a los autores de los distintos libros que conforman la Biblia no les importaban las incoherencias! No podemos pensar que esos libros descendieron del cielo, nadie pensaba eso. La Biblia es en realidad una biblioteca elaborada durante siglos. No sabemos cuál fue el uso original de esos libros, pero sabemos que se convirtieron en algo sagrado después de la caída del templo de Jerusalén en el siglo VI a. C. y, sobre todo, después de la destrucción definitiva de Jerusalén y la Gran Diáspora a finales del siglo I. Los judíos hicieron de esos textos su nuevo templo. Y cada vez que uno se enfrentaba a los textos sagrados tenía que usar su imaginación - una palabra también terriblemente maltratada - para encontrar un sentido nuevo, diferente a los que ya existían, que sirviera para su comunidad.


La Biblia es una colección de libros a la que actualmente es muy difícil acerarse, porque ha estado sometida a un estudio crítico los últimos doscientos años y hay muchas cosas que sabemos ahora y que contradicen de forma flagrante cualquier lectura literal de la Biblia. Ya en el siglo XVI Calvino se dio cuenta de que muchos científicos estaban preocupados porque los descubrimientos que estaban haciendo contradecían los textos sagrados; y él respondió que si Júpiter es más grande que la Luna no había problema, porque la Biblia no está hablando de astronomía. Si quieres saber de astronomía ve a informarte a otro lugar. La doctrina de que cada palabra de la Biblia es cierta y verdadera, dictada por Dios mismo, como el controvertido dogma católico de la infalibilidad del Papa, surgió a finales del XIX. Fue un deseo de encontrar certezas en un mundo moderno en que todo se cuestionaba, como un niño buscando seguridad. Más de uno y más de dos me dirán que mucho antes de estos fundamentalismos existió, por ejemplo, la Inquisición. Y no les falta razón, pero eso no iba sobre la Biblia. La Inquisición iba sobre todo de política interna en una época en la que España se enfrentaba a la amenaza del imperio otomano, estaba en la línea del frente, había caído Granada y el país tenía unas comunidades musulmana y judía muy potentes. Se intentó unificar al país luchando contra un enemigo común. Lo que llamamos herejía es casi siempre política, muy pocas veces tiene que ver con cuestiones religiosas. Y la religión no fue un fenómeno limitado a España, sino que también estuvo en Francia o en Inglaterra. Además, se dio un fenómeno curioso: la Inquisición mató a menos gente de la que mataron en Europa los católicos y protestantes tras la Reforma, pero se convirtió en un símbolo del catolicismo ante los protestantes, un símbolo del horror absoluto. Y esa es la idea de la Inquisición que se ha mantenido hasta hoy, en parte verdad y en parte mentira.


Y ya que hablamos de Inquisición, a menudo he pensado que la "España" de los Reyes Católicos perdió una oportunidad histórica de convertirse en ejemplo de país multicultural para Europa occidental cuando expulsó a musulmanes y judíos. En España había convivencia. Cuando se introdujeron esas medidas muchos españoles se horrorizaron. Sí, claro que había tensiones - eso siempre ocurre cuando la gente convive -, pero era mucho mejor de lo que ocurría en el resto de Europa. Y esto hay determinados sectores de la población que no quieren verlo, que se escandalizan y que pretenden renunciar a ocho siglos de dominio islámico. Es absurdo. El islam era en aquella época lo que hoy son los Estados Unidos: estaba en todas partes. Tras la caída del Imperio romano, Europa cayó a un nivel muy bajo de civilización y desarrollo, aunque en España no tanto, gracias al islam. Y en el siglo XVI comenzaría la modernización que nos transformó de una economía agraria en una economía comercial. Pero todo lo que se sabe del islam fuera de círculos especializados es lo que sale en las noticias: el ISIS, los fundamentalistas, Al-Qaeda, el terrorismo islámico... cuando, sin embargo, el mensaje del Corán es un mensaje de paz. Y el profeta Muhammad (más conocido como Mahoma) fue más un pacificador que un guerrero. Esto puede que sorprenda, pero a diferencia de Jesús, Mahoma se convirtió en jefe de Estado cuando todo Estado del siglo VII tenía que hacer la guerra. Cuando fue atacado por los habitantes de La Meca, tuvo que combatir. La historia dice que Mahoma levantó un imperio sobre todo mediante la diplomacia. Nosotros en Occidente tenemos la idea de que el Corán es sobre la yihad. La yihad y sus derivadas aparecen más de 40 veces en el Corán, solo en diez referidas a la guerra. La yihad también es la mejora personal, el autoperfeccionamiento, compartir con los pobres. Mahoma llevó la paz a Arabia y gestionó la unificación mediante la diplomacia. Sí, sé lo que me vais a decir: "tanto en el Corán y la vida de Mahoma como en la Biblia se encuentran muchas justificaciones para la violencia". Y es cierto, pero precisamente por eso hay que conocer el contexto en el que se escriben esos libros. Y aún así, el Corán tiene una actitud mucho más positiva hacia las demás religiones que ninguna sagrada escritura hasta ese momento. Dios le dice a Mahoma que la diversidad religiosa es parte de su deseo, ¡ni más ni menos! Por eso llama la atención que grupos violentos, como el ISIS, proclamen que son los auténticos musulmanes. Aunque también es cierto que mucha de la militancia del Estado Islámico no era particularmente religiosa sino que procedía del régimen de Sadam Hussein, que era un socialista árabe laicista. De nuevo, contexto.


Y ya que hablamos del ISIS, me viene a la mente un tema complicado. ¿Por qué resulta tan magnético el Estado Islámico para tantos jóvenes occidentales? Sinceramente, no creo que haya una motivación religiosa en los que marchan a combatir, y la historia parece apoyarme en esto. Según he podido averiguar, a muchos jóvenes que fueron a la yihad contra la Unión Soviética en Afganistán y luego a Al Qaeda no les movía la lectura del Corán sino las imágenes de sufrimiento del mundo islámico en Palestina, en Líbano o, en época más reciente, en Abu Ghraib. De hecho, oficiales de la CIA que entrevistaron a varias personas encerradas en Guantánamo tras el 11-S descubrieron que la mayoría eran conversos recientes que no sabían mucho del islam. Un caso concreto me llamó la atención, del que se hace eco Karen Armstrong: dos jóvenes que abandonaron Reino Unido rumbo a Siria habían encargado en Amazon un libro: Islam for dummies ("El islam para torpes"). Eso ya dice mucho de su nivel de compromiso religioso. Recuerdo a este respecto lo que me dijo un gran apasionado de la Historia, que lo que pasaba con los jóvenes y el ISIS no era muy distinto de lo que había ocurrido durante la Guerra Civil española, cuando mucha gente vino aquí a combatir el fascismo. Me dijo que la gente joven ama el combate particularmente porque para muchos es excitante, como un videojuego: hace que se sienten vivos. Que una de las cosas que más motiva para la guerra es el aburrimiento, y que ellos lo que quieren es vivir intensamente. No sé qué pensar sobre esto.


Quiero hacer hincapié en el tema del islam porque en los últimos tiempos hay una corriente de recelo creciente contra el islam, y he conocido a varias personas que, sin conocerlo, ya no preguntan sino que afirman que la democracia es incompatible con el islam, porque éste aspira a dominar la vida pública. Hasta donde yo conozco, claro que es compatible el islam con la democracia. Y sí, tienen razón en que aspira a la vida pública, porque todas las religiones son así: la idea de una religión como algo privado y personal es algo moderno. Hasta el siglo XVIII era conceptualmente imposible para los cristianos separar la religión de la política. Pero el islam está lleno de tradiciones que encajan con la democracia muy bien. Hay una cosa que me ha llamado la atención últimamente: durante las manifestaciones en París, tras los atentados contra Charlie Hebdo y contra la comunidad judía, se pedía libertad y se reclamaba la defensa de los valores de la Ilustración, alegando que los musulmanes no se adaptan al mundo moderno porque no han tenido una Ilustración. Veamos, es cierto que la Liberté era un valor de la Ilustración. Pero no había libertad para los esclavos africanos trabajando en las plantaciones americanas, ni para los nativos americanos cuando los fundadores de Estados Unidos se inspiraban en la Ilustración. Para la Ilustración, los derechos humanos eran solo para los europeos. John Locke no solo defendía la esclavitud en las colonias, sino el derecho del amo a matar al esclavo. Por lo tanto, analizar el pasado con nuestro filtro actual es un error enorme. Claro que el islam necesita una reforma (de hecho ya ha escrito sobre ello la escritora holandesa de origen somalí Ayaan Hirsi Ali, y ya hay movimientos en ese sentido. Pero debemos ser cautos, porque la reforma europea en el siglo XVI fue catastrófica en el sentido de las muertes que provocó. Porque sí, a veces la reforma puede ser dura, cruel e intolerante. Lutero no era un hombre tolerante: él odiaba a católicos, judíos, mujeres, turcos y a cualquiera que le llevara la contraria. En cuanto al islam, es muy difícil para la gente ser creativa cuando está siempre a la defensiva. Es difícil encontrar el espacio. Pero sí, claro, todas las tradiciones tienen que evolucionar constantemente para decir algo y tener sentido para la gente muchos siglos después. Las religiones tienen que evolucionar y transformarse o están muertas.


A pesar de todo esto, yo defiendo a Charlie Hebdo, pero al mismo tiempo considero que es triste que tengamos que expresar nuestra libertad insultando a la gente. Ya hablé de esto anteriormente, pero me gustaría retomarlo. Porque tenemos que recordar que caricaturas de este tipo han sido utilizadas en el pasado contra los judíos antes de que empezara la Shoá (el Holocausto), preparando a los alemanes para el genocidio. También es verdad que Charlie Hebdo satirizaba todo y que gente del periódico dijo que lo último que querían era ser antimusulmanes. Pero ¿por qué hacerlo? Considero que insultar a cosas consideradas sagradas o a personas es contraproducente. No me preocupa ese tipo de crítica, y de hecho en muchas casos hay que hacerla, desde fuera y sobre todo desde dentro de las tradiciones religiosas; pero sí me preocupa que se fomenten una serie de estereotipos sin contraparte que hacen que la gente piense de determinada manera. En un momento en que tratamos, aunque no muy en serio, de crear una sociedad global; mostrarnos arrogantes y poco respetuosos con los demás es peligroso. En Occidente todavía tenemos que aprender que compartimos el planeta con iguales y no con inferiores.


Ya para terminar este largo alegato: la solución a todo esto es el entendimiento interreligioso en su faceta simbólica original, no literalista. Es importante que los cristianos conozcan y reconozcan a Muhammad, los judíos a Jesús, ambos a Buda... sé que no todo el mundo está preparado para eso, pero es arrogante decir que una sola fe posee la verdad. Eso es ego humano. Y las religiones precisamente nos han de ayudar a dominarlo, a controlarlo, para evitar que nos utilice. Quién sabe qué nos depara el futuro en lo que respecta a todo esto, pero seguro que será emocionante, y lo más importante: será lo que hayamos construido en ese momento, lo que el ser humano quiera. Está en nuestra mano.



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Buen artìculo. Làstima el final. La Verdad

es una sola. El autor cae, otra vez, en el vicio contemporàneo: el relativismo.

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