Este artículo se publicó en el Nº 6 de la ATI Magazine, la revista de la Asociación Transpersonal Iberoamericana, con la que quedo profundamente agradecido por haberme permitido expresarme en sus páginas. Si queréis la revista completa, al final del artículo encontraréis los enlaces para ello
<< Es una lástima que no tengamos a nuestra disposición ningún término más preciso que “religión” para denotar la experiencia de lo sagrado. >> Con estas palabras comenzaba Mircea Eliade el prólogo de La Búsqueda (1969), un trabajo que propone un fascinante recorrido por el territorio de “lo religioso” desde la triple perspectiva que le ha hecho mundialmente famoso: histórica, fenomenológica y hermenéutica. A pesar de este comienzo, Eliade termina aceptando el término << religión >> siempre y cuando no implique necesariamente una creencia en Dios, dioses o espíritus; sino que evoque y relacione ideas como ser, sentido y verdad. Además, el autor subraya la función cultural que tiene el estudio de la historia de las religiones en una sociedad secularizada. Estos dos aspectos, el problema con el concepto de << religión >> y la importancia de recuperar el estudio de las religiones serán los pilares de este artículo.
La problemática del concepto << religión >>
<< Religión >> es un término extraordinariamente complejo sobre el que se viene discutiendo desde antes de la era cristiana. Por supuesto, yo no pretendo resolver esta cuestión en un par de páginas, sino más bien en ofrecer al lector un abanico lo suficiente-mente amplio acerca de los múltiples sentidos y significados que se le han dado. Para empezar, la misma etimología del término ya está discutida desde antiguo. Para Cicerón (106-43 a.C.), jurista, político, filósofo, escritor y orador, la palabra proviene de relegere, y por ello escribe: << Quienes se interesan por todas las cosas relacionadas con el culto, las retoman atentamente y como que las releen, son llamados “religiosos” a partir de la relectura. >>[1] Será el filósofo, escritor latino y apologeta cristiano Lactancio (240-320) el primero que va a criticar la etimología ciceroniana, de esta manera: << Obligados por un vínculo de piedad a Dios estamos “religados”, de donde el mismo término “religión” tiene su origen, no – como fue propuesto por Cicerón – a partir de “releyendo”. >>[2] Es decir, para Lactancio, <<religión>> proviene de religare, no de relegere. Ambos orígenes suponen interpretaciones muy interesantes, y a lo largo de la historia de las religiones los estudiosos se han decantado por uno o por otro hasta el día de hoy. Para entender un poco mejor esta dicotomía sobre una misma palabra me parece importante señalar que la religión romana que conocía y practicaba Cicerón tenía poco que ver con la religión cristiana de la que era seguidor Lactancio. Pero, como la religión que se desarrolló en los siglos venideros fue la cristiana, se han hecho interesantes aportaciones a esa idea de la religión como la práctica que religa, que reconecta. Por ejemplo, San Agustín de Hipona (354-430), santo, padre y doctor de la Iglesia, escribiría: << La religión nos une [religat] al único Dios Todopoderoso (…) Al haber perdido a Dios debido a la negligencia [negligentes], lo recuperamos [religentes] y somos atraídos hacia Él. >>[3] En tiempos más modernos esta comprensión de la religión como la práctica que nos vuelve a conectar con el Principio Supremo se va afinando cada vez más, y van apareciendo definiciones más sutiles e inclusivas. Así tenemos por ejemplo al filósofo y ensayista José Ortega y Gasset (1883-1955), que dejó escrito:
<< Cuando el hombre cree en algo, cuando algo le es incuestionable realidad, se hace religioso de ello. Religio no viene, como suele decirse, de religare, de estar atado el hombre a Dios. Como tantas veces, es el adjetivo quien nos conserva la significación original del sustantivo, y religiosus quería decir “escrupuloso”; por tanto, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente. Lo contrario de religión es negligencia, descuido, desentenderse, abandonarse. Frente a relego está nec-lego; religente (religiosus) se opone a negligente.[4] >>
Esta idea de conducirse cuidadosamente, rectamente, plenos de atención, recu-pera el sentido original que tiene en la literatura neotestamentaria. A menudo llama la atención al leer los evangelios de que Jesús insista tanto a sus seguidores sobre la fe, y les dice cosas como << ¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? >> (Juan 11, 40) o << Puedes irte. Tu fe te ha sanado. >> (Marcos 10, 52). Este énfasis en la fe y en la creencia no se encuentra en ninguna de las demás tradiciones religiosas, ¿por qué Jesús ponía en ella tanto interés? Porque, sencillamente, no lo hacía. La palabra fe viene del latín fides que San Jerónimo (c. 342-420) tradujo del griego original pistis, que significa confianza, lealtad, empeño y compromiso. Pero como pistis no tiene forma verbal, Jerónimo utilizó el verbo latino credo, palabra que deriva de cor do, << doy mi corazón. >> Jesús no pedía a la gente que creyera, sino que pedía compromiso. Quería que sus seguidores se comprometieran con su misión, que dieran todo lo que tuviesen a los pobres, que dieran de comer a los hambrientos, que no se dejaran obstaculizar por los lazos familiares, que abandonaran su orgullo, su engreimiento y su sentimiento de superioridad, que vivieran como las aves del cielo y los lirios del campo, confiando en el Dios que era su padre. Tal era la religión, el volver a conectar con aquello más grande que nosotros mismos. Ralph Metzer (1936-2019), psicólogo estadounidense de origen alemán, dejó escrito:
<< Las palabras red o nudo vienen de la palabra latina nectere, "liar, fijar o atar". Pero ésta también significa "nudo, nexo o conexión". Nuestros lazos nos atan, pero también nos vinculan y nos conectan. Podemos estar aprisionados, en cautiverio, pero también deseamos vinculaciones emocionales con la familia o los amigos. Mientras que podemos estar atrapados o enredados en redes, también lo utilizamos para coger peces. Y tenemos "redes" de relaciones entre personas que sirven para la comunicación y para el apoyo mutuo. La palabra latina ligare, "atar o conectar" es la base de "ligamentos", los cuales conectan los huesos; de "obligaciones", las cuales nos atan a los prójimos, y de "religión", que se supone nos debería "reconectar" con lo divino.[5] >>
Si me preguntaran a mí, yo rescataría las definiciones de Mircea Eliade (la religión como experiencia de lo sagrado) y de Schleiermacher (sentimiento de lo infinito). Creo que la religión es el camino a lo Absoluto, un sistema y forma de vida que cada uno decide en qué medida cumplir y en qué medida se impone en cada persona. Aquello en lo que creemos en el sentido original latino, aquello a lo que entregamos nuestro corazón, es lo que configura quiénes somos. A lo que consagramos nuestro ser, sentido y verdad.
El sentido de estudiar religiones hoy
Hacerse esta pregunta en una sociedad utilitarista como la nuestra es de lo más interesante. A este respecto tiene Nuccio Ordine (1958) un libro maravilloso, La utilidad de lo inútil, en el que reflexiona sobre la necesidad de transmitir a los estudiantes – él es profesor de literatura – la importancia del conocimiento, de aprender. La sociedad fracasa cuando el alumno estudia para conseguir un título que le permita conseguir un trabajo. El estudio, el aprendizaje, la adquisición de conocimientos, hace a los ciudadanos libres. Siempre he sido partidario de que el Conocimiento es uno, al que se llega por muy diferentes caminos. El gran problema que tiene la enseñanza de la religión hoy en día es que la sociedad no tiene muy claro qué es la religión. Es muy posible que el motivo de esta duda haya que buscarlo en el hecho de que desde la Ilustración hemos venido considerando el método científico como el único método de conocimiento posible, y en la sucesiva secularización europea nos hemos olvidado de cómo mirar lo sagrado. Por su parte, América Latina no se ha secularizado en las últimas décadas, sino que ha experimentado una notable migración de fieles de las iglesias católicas a las evangélicas, por lo que se puede hablar de una pérdida del pensamiento simbólico y metafórico inherente a la hermenéutica religiosa. La religión es un producto humano, como la música o el arte, y no sólo forma parte de nuestra historia, sino que asienta los pilares de nuestra cultura. La religión seamos conscientes de ello o no, determina nuestra manera de ver, entender y relacionarnos con el mundo. El político argentino Iván Petrella (1969), que está especializado en las relaciones entre política y religión, señala que << es imposible comprender la dinámica interna y externa de India sin entender la interpretación particular que Narendra Modi le da al hinduismo. Es imposible entender Turquía o Indonesia sin entender el islam. Vladimir Putin recientemente cambió la constitución rusa y entre otras cosas fortaleció el lugar de la Iglesia Ortodoxa Rusa como sostén de la nación. >>[6]. Si esto es sólo una breve referencia a cuatro influencias políticas, ¿cómo de importante será la religión en la realidad poliédrica en la que estamos inmersos?
La religión forma parte de nosotros, nos guste o no, y nos ayudará a cumplir el mandato del Oráculo de Delfos: << Conócete a ti mismo. >> Estudiar religión es tan importante como estudiar Historia, o puede que más, porque en numerosas ocasiones el sentir religioso ha motivado los acontecimientos históricos. Y, si las religiones han configurado al ser humano, las religiones pueden ayudarnos a conocerlo. Mucho más en una época como la actual, tan agresiva y polarizada. Es importante potenciar la enseñanza de las religiones en sus aspectos histórico, fenomenológico y hermenéutico, como defendía Eliade. Así se puede alcanzar un conocimiento más completo del ser humano como ser individual y también como ser colectivo, porque conocer las religiones puede facilitar el diálogo entre personas y sociedades, y tender puentes hacia el entendimiento y la convivencia. En su último libro, Dios en el mundo moderno, la socióloga Marita Carballo aporta un dato revelador: el 80% de la población mundial cree en Dios, y el 65% sostiene que la religión juega un rol importante en sus vidas. Estudiarlas es comprender el mundo.
[1] Marco Tulio Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses [2] Lactancio, Instituciones divinas [3] Agustín de Hipona, Sobre la verdadera religión [4] José Ortega y Gasset, Del Imperio romano [5] Ralph Metzer, Las grandes metáforas de la Tradición sagrada [6] Iván Petrella, Dios en el siglo XXI
ENLACES:
Vista o descarga directa: https://ati-transpersonal.org/images/Magazine/2021/ATI-Magazine-6-2021.pdf
FB: https://www.facebook.com/ati.transpersonal/photos/a.232929710463701/1134292083660788/
Comments