El I Ching, traducido como el Libro de los cambios o Libro de las mutaciones, es la obra más antigua y acreditada de adivinación china. Se compiló a finales del siglo IX a.n.e., pero su actual formato sistemático fue completado en 1143 por el rey Wen de Zhou, durante la dinastía Shang, y se ha seguido utilizando hasta hoy como guía para todos los aspectos de la vida. Su base son los Bagua u ocho trigramas, y las ediciones modernas incorporan comentarios muy detallados e interpretaciones que se han ido añadiendo durante los siglos sucesivos. El fundamento del I Ching, como todos los elementos de las ciencias y las artes chinas, se basa en la identificación del ser humano con un universo circundante compuesto por dos fuerzas genera-doras complementarias: el yin y el yang. El yang es el principio activo, representación de los atributos posi-tivos y símbolo de la luz; mientras que el yin es el principio pasivo, la encarnación de lo negativo y repre-sentación simbólica de las tinieblas.
En un principio, los más primitivos oráculos chinos basados en el yin-yang usaban fichas de madera o piedra, una marcada con una línea continua, símbolo del yang y del “sí”, y la otra con una línea discontinua, símbolo del yin y del “no”. Con el tiempo, este sistema se desveló como demasiado simple para dar respuesta a las complejas preguntas formuladas por una sociedad urbana cada vez más sofisticada, así que se añadió una segunda línea para crear cuatro fichas: dos líneas continuas eran yang-yang, dos líneas discontinuas eran yin-yin y la mezcla de ambas eran yang-yin o yin-yang. Pero este sistema también quedó obsoleto con el tiempo, así que se añadió una tercera línea, formando así los actuales Bagua u ocho trigramas: Ch’ien, K’un, Chen, K’an, Ken, Sun, Li y Tui.
En la última repetición adivinatoria del I Ching, los trigramas se combinan en pares para formar se-senta y cuatro hexagramas, cada uno de los cuales consta de seis líneas continuas para el yang, seis discon-tinuas para el yin y todas las posibles combinaciones. Cada hexagrama posee un nombre simbólico relacio-nado con la naturaleza y referido a una situación de la existencia. Lo complicado viene con la interpretación de esos hexagramas, tan compleja que los comentarios eruditos sobre el tema ocupan la mayor parte del I Ching. Es importante considerar que el valor de la predicción de los trigramas no acepta la inmutabilidad del futuro ni pretende adivinarlo, sino que se limita a esbozar las directrices de elevadísima calidad moral con el objetivo de que el consultante decida libremente la conducta a seguir.
Los hexagramas se componen de dos trigramas (tres líneas horizontales) que provienen de la combi-nación de dos grupos, resultado de la observación de la naturaleza:
- El Cielo, que equivale a lo creativo: yang-yang-yang (continuas)
- La Tierra, que equivale a lo receptivo: yin-yin-yin (discontinuas)
- El Trueno, que equivale a lo violento: yin-yin-yang (dos discontinuas, una continua)
- El Viento, que equivale a la suavidad: yang-yang-yin (dos continuas, una discontinua)
- La Montaña, que equivale a lo inactivo: yang-yin-yin (una continua, dos discontinuas)
- El Lago, que equivale a lo alegre: yin-yang-yang (una discontinua, dos continuas)
- El Fuego, que equivale a lo persistente: yang-yin-yang (continua, discontinua, continua)
- El Agua, que equivale a lo efímero y vano: yin-yang-yin (discontinua, continua, discontinua)
La unión de dos trigramas para formar un hexagrama produce distintos grados de concordia o discor-dia entre ellos. Si concuerdan, el hexagrama da como resultado algo bueno, agradable y afortunado; si no hay armonía debe interpretarse como algo malo y desagradavle. Coniderando los ocho elementos dispues-tos en forma de tabla y las posibles interrelaciones entre ellos obtenemos los sesenta y cuatro trigramas.
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