En menudo jardín me he metido, ¿verdad? Sin embargo, es un tema de lo más interesante que surgió hace unos días en una conversación con mi novia. Me preguntó que por qué se representa a Jesús de la manera en la que todos conocemos. Y es bonito, porque estamos hablando en última instancia del misterio de la Encarnación que, junto con la Resurrección, es el pilar central del cristianismo. Claro, el momento en el que Dios se hace hombre, o que lo Absoluto se transmuta en lo relativo, es un tema de notable interés. Como siempre, todo depende de cuán lejos queramos llegar en nuestro pensamiento sobre ello. Podríamos quedarnos en que Dios se hizo hombre en la persona de Jesús de Nazaret, el Cristo, y que murió por nuestros pecados, etc., etc. Pero eso lo podemos escuchar en cualquier sermón, que no se presta precisamente al diálogo ni al debate. No, yo quiero llevarlo un poco más lejos. Para mí, Jesús de Nazaret fue un hombre y es un símbolo. Y como símbolo, no está limitado en su significado. Como símbolo, es el rostro de Dios. Pero no como hombre, porque lo relativo no puede manifestar la plenitud de lo Absoluto. Como decía Frithjof Schuon (1907-1998), citando un adagio sufí:
<< "Nadie puede encontrar a Allâh si previamente no ha encontrado a su Profeta”; es decir, nadie llega a Dios si no es mediante Su Verbo, sea cual sea el modo de revelación de este último; o también, en un sentido más específicamente iniciático: nadie llega al “Sí” divino si no es a través de la perfección del “yo” humano. Es importante subrayar que cuando se dice: “Yo soy la Vía, la Verdad y la Vida”, es absolutamente verdad para el Verbo divino (“Cristo”) y relativamente verdad para su manifestación humana (“Jesús”), pues una verdad absoluta no puede limitarse a un ser relativo. Jesús es Dios, pero Dios no es Jesús. El cristianismo es divino, pero Dios no es cristiano. >>
Por supuesto, este planteamiento no es compartido por la mayoría de las iglesias. Estoy convencido de que unos citarán Juan 3:16 para decir que fue Hijo de Dios y I Timoteo 3:16 para presentarlo como el mismo Dios en condición humana, siendo plenamente Dios según Colosenses 2:9. Muchos citarán varios pasajes de Juan en los que Jesús afirma que existió antes de Abraham (8:58), que es uno con el Padre (10:30) y que es igual a Dios (5:17-18). Pero no quiero irme por esos derroteros, ya que se trata de una cuestión de fe y ahí, por el momento, no me meto (ya tengo tiempo de hacerlo en el curso La Historia de la Biblia). Pero si interpretamos el hecho de la encarnación de Dios, y del rostro de Dios, desde una perspectiva filosófica y simbólica; puede que saquemos algunas ideas interesantes. El rostro de lo divino ha adquirido muchas formas a lo largo de la historia, pero tampoco entraré en las representaciones de lo Absoluto en las religiones de corte politeísta porque este artículo saldría demasiado largo. De manera que vamos a ver cómo se ha tratado el rostro de Jesús identificado con Dios en el arte.
Y lo más habitual es encontrarse una representación de Jesús como un hombre blanco y europeo, algo que actualmente está levantando algunas ampollas en este período de introspección sobre el legado del racismo en la sociedad. De hecho, cuando los manifestantes pidieron el año pasado la eliminación de las estatuas confederadas en Estados Unidos, el activista Shaun King fue un paso más allá y dijo que también deberían "abatir" los murales y las obras de arte que representaban al "Jesús blanco". Es decir... casi todas. Sin llegar a esos extremos de la destrucción del patrimonio, pero en la misma línea de pensamiento, varios académicos destacados y el arzobispado de Canterbury han mostrado su preocupación sobre la representación de Jesús y cómo se utiliza para defender las nociones de la supremacía blanca, animando a reconsiderar la representación de Jesús. Pero es que resulta que, en Europa y América, Jesús ha sido representado blanco casi desde el inicio, desde el siglo III. Aunque el gran boom de esta representación se dio durante el Renacimiento europeo, entre los años 1350 y 1600, ya que algunas de las más famosas imágenes de Cristo, como la de La Última Cena de Leonardo da Vinci o El Juicio Final de Miguel Ángel fueron creadas precisamente durante ese período.
La Última Cena, de Leonardo da Vinci (1495-1498). Fresco en Santa Maria delle Grazie, Milán
Detalle de El Juicio Final, de Miguel Ángel (1536-1541). Fresco en la Capilla Sixtina, Roma
Sin embargo, la imagen de Jesús más reproducida de todos los tiempos data de otro período algo más tardío. Es la famosa Cabeza de Cristo de Warner Sallman: un Jesús de ojos claros y pelo rubio de 1940. Sallman fue un artista comercial que creó arte para campañas publicitarias y logró comercializar con éxito esta imagen en todo el mundo gracias a su vínculo con dos editoriales cristianas, una protestante y una católica. Su Cabeza de Cristo fue incluida en todo: tarjetas de oración, vidrieras, pinturas al óleo de imitación, calendarios, himnarios... La obra de Sallman fue la culminación de una larga tradición de europeos blancos que crearon y difundieron imágenes de Jesús hechas a su propia imagen.
Pero lo más probable (por no decir seguro) es que el Jesús de Nazaret de la historia tuviese ojos marrones y la tez oscura, exactamente igual que el resto de los judíos de la Galilea del siglo I. Pero esto es una suposición. Fundada, sí, pero sigue siendo una suposición: nadie sabe exactamente cómo era Jesús. No se conoce ninguna imagen de Jesús en vida (no hay textos, menos va a haber imágenes), y aunque los reyes Saúl y David fuesen descritos en el Libro de Samuel como altos y apuestos (a David le presentan rubio), es poco probable que Jesús gozara de la belleza deslumbrante que le otorga Sallman, igual que es poco probable que David fuese un Brad Pitt en el antiguo Israel: ese rasgo fisionómico poco habitual le es atribuido para señalar su condición especial como primer rey de la monarquía unificada de Israel, algo que nunca fue... pero eso es ya otra historia.
Para los que creen que Jesús de Nazaret es el Mesías prometido al pueblo de Israel y del que se habla en el Tanaj / Antiguo Testamento, la cosa no pinta mejor: los pocos textos que hablan sobre el aspecto físico del Mesías son contradictorios. El profeta Isaías dice que el Salvador que vendrá "no es ni bello ni majestuoso", mientras que el Libro de los Salmos afirma que será "más justo que los hijos de los hombres", en un contexto en el que la palabra "justo" remite también a la belleza física. Como hemos dicho antes, no se conserva ninguna imagen de Jesús mientras éste vivía. De hecho, las primeras imágenes donde aparece son del siglo III, y no buscan captar la apariencia real de Jesús, sino resaltar su papel como líder o salvador. Es por eso que en estas representaciones aparece bien como un hombre adulto barbado con toga o un joven imberbe sosteniendo una vara, símbolo de guía, poder y dominio. Para indicar claramente esos roles, los primeros artistas cristianos a menudo confiaron en el sincretismo, lo que significa que combinaron formatos visuales propios con los de otras culturas. Probablemente la imagen sincrética más popular de Cristo es la del llamado Buen Pastor: una figura juvenil imberbe basada en las representaciones romanas de Orfeo, Mercurio o Apolo. Respecto a su segunda iconografía primitiva, la del varón maduro barbado con toga, de cabello largo al estilo sirio, combina atributos del emperador romano, el dios Júpiter y el héroe judío Sansón, entre otros. Insisto en que no se pretendía representar la apariencia física del Jesús histórico, sino transmitir iconográficamente el simbolismo de Cristo como Mesías y Dios mismo.
Sin embargo, en el siglo VII empezó a desarrollarse una teoría interesante: cuando el canon del Jesús "sirio" - adulto, barbado, de pelo largo - se había impuesto sobre el Jesús "griego" - joven e imberbe -, se empezó a considerar que algunos retratos de Cristo eran en realidad autorretratos: la milagrosa imagen no habría sido hecha por manos humanas, recibiendo entonces el nombre de acheiropoeitos (en griego, "no realizado manualmente"). Esta idea surgió a partir de la leyenda de que Cristo había curado al rey Abgaro de Edesa, en la actual Sanliurfa (Turquía) a través de una imagen milagrosa de su rostro, el que en la actualidad se conoce como Mandylion y que en la actualidad se conserva en la capilla privada del Papa en el Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano. Una leyenda similar adoptada por el cristianismo occidental entre los siglos XI y XIV relata cómo, antes de morir en la cruz, Cristo dejó una impresión de su rostro en el velo de Santa Verónica, una imagen conocida como el volto santo o “Rostro Sagrado”. Y por eso esa santa se llama de esa manera: Verónica viene de vera icona, la "verdadera imagen".
En el Tríptico de la Crucifixión de Rogier van der Weyden (1443-1445), del Museo de Bellas Artes de Viena (Austria), aparece una mujer sosteniendo un paño con el rostro de Cristo: es Santa Verónica
Estas dos imágenes, junto con otras reliquias similares, han formado la base de tradiciones icónicas sobre la “verdadera imagen” de Cristo. Desde la perspectiva de la historia del arte, estos artefactos reforzaron una imagen ya estandarizada de un Cristo con barba y cabello oscuro hasta los hombros.
En el Renacimiento, los artistas europeos comenzaron a combinar el icono y el retrato para crear a Cristo a su imagen y semejanza. Esta tendencia cobró fuerza por diferentes razones, desde identificarse con el sufrimiento humano de Cristo hasta resaltar el propio poder creativo. Antonello da Messina, un pintor siciliano del siglo XV, por ejemplo, pintó pequeños cuadros de un Cristo sufriente con el mismo formato que sus retratos de personas comunes: el sujeto colocado entre un parapeto ficticio y un fondo negro con la firma "Antonello da Messina me pintó". U otro ejemplo, Alberto Durero, artista alemán del siglo XVI, que eliminó la línea entre el rostro sagrado y su propia imagen en un famoso autorretrato de 1500. En ese cuadro posó frontalmente a la manera de un icono oriental, con su barba y su exuberante cabello hasta los hombros recordando la imagen de Cristo. El monograma “AD” podría significar tanto su firma, de Alberto Durero, como Anno Domini, la expresión "en el año de nuestro Señor".
Pero este fenómeno, claro, no se restringió a Europa: hay imágenes de Jesús de los siglos XVI y XVII en las que aparece con rasgos indios, chinos o etíopes, por ejemplo. Sin embargo, la imagen de un Cristo europeo de piel clara comenzó a influir en otras partes del mundo más allá de Europa debido al comercio y la colonización. La Adoración de los magos del pintor italiano Andrea Mantegna del 1505 presenta a tres magos distintos que, según la tradición del siglo XVI, provenían de África, Oriente Medio y Asia. Los magos le están presentando al Niño objetos caros de porcelana, ágata y latón que habrían sido preciadas importaciones de China y los imperios persa y otomano. Pero la piel clara y los ojos azules de Jesús sugieren que no es del Medio Oriente, sino que nació en Europa. Y la imitación de la escritura hebrea bordada en los puños y el dobladillo de María genera una relación complicada entre el judaísmo de la Sagrada Familia y la mentalidad antisemita habitual de la época. Porque en la Italia de Mantegna, los mitos antisemitas prevalecían en la mayoría de la población cristiana, y los judíos solían estar segregados en sus barrios en las ciudades. Por ello, los artistas intentaron distanciar a Jesús y sus padres de su condición de judíos. En la conversión al cristianismo incluso se eliminaron los atributos aparentemente intrascendentes como las perforaciones en las orejas, ya que por entonces los pendientes se asociaban a las mujeres judías. Esos detalles podrían representar una transición hacia una representación cristiana (y europea) de Jesús. Y fue mucho más tarde cuando las fuerzas antisemitas de Europa, entre las que destacan los nazis, intentaron divorciar por completo a Jesús de su judaísmo a todos los niveles a favor de un estereotipo ario.
A medida que los europeos colonizaron tierras cada vez más lejanas, llevaron consigo al Jesús europeo. Los misioneros jesuitas establecieron escuelas de pintura donde enseñaban a los nuevos conversos el arte cristiano al estilo europeo. Un pequeño retablo hecho en la escuela de Giovanni Niccolò, un jesuita italiano que fundó el Seminario de Pintores en Kumamoto, Japón, en torno al 1590; combina el tradicional dorado japonés y un santuario de nácar con una pintura de un blanco distintivo, una virgen europea y el niño Jesús.
Por otro lado, en la América Latina colonial, las imágenes de un Jesús blanco reforzaron un sistema de castas en el que los europeos cristianos ocupaban el nivel superior, mientras que aquellos con piel más oscura por la mezcla con las poblaciones nativas ocupaban un lugar considerablemente más bajo. Para más inri, la pintura que hizo Nicolás Correa en 1695 de Santa Rosa de Lima, la primera santa católica nacida en la América española, muestra su matrimonio metafórico con un Cristo rubio y de piel clara. De hecho hay académicos, como Edward J. Blum o Paul Harvey, que sostienen que en los siglos posteriores a la colonización europea de América emplearon la imagen del Cristo blanco para justificar la opresión a los nativos y afroamericanos. Paradójica y tristemente, en una América multirracial pero desigual, los medios representaron de manera desproporcionada a un Jesús blanco. La Cabeza de Cristo de Warner Sallman no fue la única imagen que se difundió, sino que casi todos (si no todos) los actores que han interpretado a Jesucristo en la televisión y el cine también han sido blancos, y con ojos azules.... con la más que honrosa, maravillosa y múltiple aparición de los "Jesuses" en la serie American God.
"Los dioses son reales si crees en ellos" le dijo Mr. Wednesday (Odín) a Shadow Moon, el protagonista. Y en una fiesta en casa de la diosa germánica Ostara - si mal no recuerdo - varios de sus invitados son múltiples "Jesuses", uno por cada concepción que las personas tienen de él. Es brillante.
En conclusión, históricamente, las imágenes de Jesús han servido para muchos propósitos, desde representar simbólicamente su poder hasta justificar el nazismo y el racismo. Por eso la manera en la que se representa a Jesús es importante, y las personas necesitan comprender la complicada historia que se esconde detrás de las imágenes de Cristo que ven. Pero creo que podemos rescatar una idea importante: desde el primer momento, Jesús no fue representado como sujeto histórico, sino como arquetipo trans-histórico del hombre perfeccionado y universal, el Adam Kadmon. Y así, adopta todas las formas para todos los ojos de quien le contempla. Si Jesús es el nuevo Adán, Jesús es el hombre, el ser humano. Y en él hay espacio para todos, con todas las formas, todas las caras, todas las identidades.
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