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Foto del escritorCésar R. Espinel

Sobre el Viaje del Héroe

a petición de Belinda Arévalo


Para hablar sobre este concepto que está tan de moda, primero debemos averiguar qué entendemos por "viaje" y qué entendemos por "heroe". En el primer caso, el término es un préstamo, constatado por primera vez en el siglo XIV, del catalán u occitano viatge, palabra derivada del latín viaticum, que hacía referencia tanto a las provisiones para el viaje como al dinero necesario para el viaje y, por tanto, al viaje mismo. De ahí viene también la palabra "viático", referido tanto a la cantidad de provisiones o dinero que se le entrega a un funcionario antes de un viaje como el último sacramento impartido por la Iglesia Católica, la extremaunción, otorgado a una persona antes de su último viaje: la muerte. Es importante entender, para nuestro cometido, la significación de la palabra "viaje". Wikipedia lo define así: "El cambio de ubicación de las personas que se realiza a través de los medios de transporte mecánicos o de tracción animal, a pie o en autobús. Los viajes pueden llevarse a cabo por recreación (como parte del turismo o para visitar amigos y familia), pero también por muchas otras razones, como la práctica artística o la migración, para huir de una guerra o por motivos de salud." Es curioso, porque si entendemos el viaje como un cambio de ubicación, ir a un lugar diferente a donde estábamos y empleando algún medio de locomoción externa, aunque sean los pies, parece claro que el viaje es siempre un desplazamiento físico.


Por otro lado, con el término "héroe" tenemos algún problema más. Viene del griego héros, al igual que su contraparte femenina "heroína" viene de héróinè. Actualmente, el uso que les damos a estas palabras es muy extenso, y calificamos de heroínas a personajes como Anna Karenina (1878) o Wonder Woman (1941) y de héroes a personajes como Rodrigo Díaz de Vivar (c. 1048-1099) o Guillermo Tell (siglo XIV). Pero para un griego, ninguno de estos personajes merece recibir el calificativo de "héroe", ya que en griego, esta palabra se empleaba para presentar a aquellos que nosotros llamamos semidioses, es decir, descendientes directos de una divinidad y un/a mortal. Un buen ejemplo de ello son Aquiles (hijo de la divina Tetis y el mortal Peleo) o Heracles (hijo del divino Zeus y de la mortal Alcmena). Este principio era entendido en Grecia como la fusión del cielo (la semilla del dios) con la tierra (el útero de la mujer mortal). Estos personajes eran entendidos como una suerte de daimones, intermediarios entre los dioses y los hombres, que eran honrados en los cultos locales. ¿Pero qué ha pasado? La aplicación de la mitología a la cosmovisión de hombres y mujeres del siglo XXI ha generado el pensamiento de que todos esos personajes representan lo mejor que hay en nosotros mismos. Los mitos antropogónicos (es decir, aquellos que tratan de la creación de la humanidad) buscan dar una respuesta a la pregunta sobre la identidad del ser humano y el lugar que ocupa en el universo. Y en todas las culturas la respuesta es la misma: el ser humano es en parte sagrado y en parte profano, pues en su creación siempre intervienen los dos elementos: la tierra del suelo o un poco de ceniza se mezcla con sangre, lágrimas o aliento de la divinidad para configurar al ser humano. ¿Esto quiere decir que todos somos héroes? No, más bien significa que todos podemos llegar a serlo. Los héroes en la mitología son aquellos que, desde pequeños, dan muestra da capacidades poco usuales... pero todo ser humano es héroe en potencia. Pero ojo, el héroe no es nada sin los obstáculos que le definen. Se utiliza el concepto "Viaje del Héroe" porque, en efecto, los héroes de la mitología efectúan un desplazamiento físico de un lugar a otro, y por el camino se van encontrando obstáculos y antagonistas. Perseo no es él sin Medusa, Teseo tampoco sin el Minotauro; y Heracles aún menos sin sus Doce Trabajos. ¿Cómo se come esto? Pues que en nosotros se encuentra el héroe, pero también el monstruo. Somos en esencia Bien y Mal, y todo depende de qué parte de nuestro ser decidimos alimentar.


Habiendo dejado esto claro, podemos empezar a hablar de ese "Viaje del Héroe" que, curiosamente, aunque en la mitología siempre se plantea como un viaje físico; a menudo se ha interpretado como un viaje psíquico. Yo prefiero el término "vital": el Viaje del Héroe es como el Camino de Santiago, una metáfora (literalmente, "llevar más allá") del sendero de la vida. Y es curioso porque, a pesar del éxito que ha tenido, el hombre que lo concibió nunca lo denominó así. Para él era, simplemente, el monomito - aunque este término tampoco es de su invención, sino que lo toma de James Joyce-. También llamado Viaje o Periplo del Héroe, el concepto alcanza su fama en 1949 con la publicación de El héroe de las mil caras, obra del estadounidense Joseph J. Campbell (1904-1987), mitólogo, investigador, escritor, profesor, historiador de las religiones, y un largo etcétera. Analizando mitos de distintas culturas, Campbell llegó a la conclusión de que, en esencia, todos los relatos heroicos contaban la misma historia. Tal y como él mismo expone en su obra, "el héroe se lanza a la aventura desde su mundo cotidiano a regiones de maravillas sobrenaturales; el héroe tropieza con fuerzas fabulosas y acaba obteniendo una victoria decisiva; el héroe regresa de esta misteriosa aventura con el poder de otorgar favores a sus semejantes." Y añade Campbell que "ya sea el héroe ridículo o sublime, griego o bárbaro, gentil o judío, su aventura varía poco en cuanto al plan esencial." Y ese plan esencial o patrón básico, que aparece también en autores como Erich Newmann, se defiende que aparece descrito en historias como la del Buda Gotama, Moisés, Perseo o Cristo. La formulación gráfica del esquema planteado por Campbell se puede encontrar abundantemente en Internet.

Lo que James Joyce y más tarde Campbell denominan "monomito" aparece ya en la más antigua fuente mitológica escrita que conservamos, el Poema de Gilgamesh (2.500-2.000 a.C.), por lo que tiene un trazado universal y eterno: tanto es así que hay expertos que consideran que este patrón ha existido por miles de años y existirá por miles más, mientras siga habiendo quien relate estas historias. Sin embargo, yo - y no soy el único - al planteamiento de Campbell le veo un problema: demasiado generalista. Quiero decir que, si bien coincido con él en que existe un patrón base de los relatos mitológicos heroicos, en ningún caso le llamaría "monomito" (pues esto parece indicar que sólo existe un mito y es este) y tampoco lo clasificaría en esos 17 pasos. Se han hecho varias formulaciones de este tema, y por ejemplo David Adams Leeming en Mythology: The voyage of the hero (1973) o Phil Cousineau en The Hero's Journey (2014) lo resumen en 8 etapas en lugar de en las 17 de Campbell. Además, el modelo de monomito que se presenta tiene un marcado sesgo masculino. La consideración general actual de los mitólogos sobre el monomito de Campbell es de cierto recelo, como toda interpretación demasiado universalista. Donald J. Cosentino, profesor de cultura y folclore africano, llegó a afirmar en African Oral Narrative Traditions que "es tan importante hacer hincapié en las diferencias como en las similitudes, para evitar la creación de una 'sopa Campbell' de mitos sin sabor local alguno." Otros, como la antropóloga y folclorista Marta Weigle en Women's Expressive Forms, rechazan la idea misma del monomito, en el que las mujeres sólo aparecen en casos excepcionales y, cuando lo hacen, son indistinguibles de los hombres. Pero aquí creo que se puede añadir un matiz. Tal y como he venido estudiando la mitología estos últimos años, siempre me he encontrado que los hombres y las mujeres que aparecen en ella (ya sea en calidad de dioses, héroes o monstruos) superan con mucho el binomio hombre-mujer para plasmar el binomio, mucho más interesante, masculino-femenino. Al principio del artículo he dicho que todos nosotros somos el héroe, el monstruo y la princesa, y por "todos" me refiero a todos. Hombres y mujeres. El ser humano tiene en su interior un principio masculino y un principio femenino, independientemente de que sea hombre o mujer o, por el contrario, no se sienta identificado en ninguno de esos dos términos. Esto no tiene nada que ver, va por otro camino. Y mira hasta qué punto la mitología está hablando en estos términos universales masculino-femenino que tanto el Purusha védico como el Adán judío tienen el significado de "ser humano", y a partir de ambos se genera la humanidad (en el caso del dios védico incluso más, puesto que a partir de él se genera el mundo, la misma existencia).


Llevo ya tiempo analizando el concepto de "Viaje del Héroe" tal y como lo plantea Campbell y he llegado a dos conclusiones. La primera es que resulta mucho más fácil encontrar su patrón en creaciones modernas (Matrix, Harry Potter o la saga de Star Wars) que en los relatos mitológicos tradicionales. Y la segunda, vinculada con esto último, que el modelo de Campbell se adapta a todos los héroes mitológicos, pero no todos los héroes se adaptan a él. Es decir, podemos encontrar en cualquier relato heroico de cualquier tradición (la historia de Sansón, Teseo, Rama o Sigurd) uno o varios de los 17 pasos que presenta Campbell, pero desde luego no todos. Por lo tanto sírvase el gráfico arriba presentado para, si se desea, analizar cualquier relato heroico y ver qué puntos cumple y cuáles no. Puesto que cualquier relato mitológico está claramente marcado por el contexto cultural que lo gesta, es muy difícil conectar esos elementos de forma tan concreta a como lo pretende Campbell. A más concreción del molde, en efecto, menos relatos heroicos pueden encajar en ese molde. Por supuesto que hay patrones que son constantes: el símbolo del viaje, del principio femenino, del mentor, del conflicto... pero hay que atender a cómo estos principios se manifiestan culturalmente en el relato, tanto en forma como en orden. Lo ideal sería ceñirnos al modelo Salida-Iniciación-Regreso, puesto que eso sí es fácilmente aplicable a todos los relatos heroicos, pero también resulta muy cómodo. Así que voy a mojarme un poco y a abrir el abanico.


Teniendo esto presente y considerando lo pantanosas que son estas aguas, comparto un modelo del Viaje del Héroe que se aparta un poco de lo presentado por Campbell, aunque siguiendo su línea de pensamiento general. Coincido con él en dividir todo el periplo en tres grandes fases: la Salida, la Iniciación y el Regreso, pero no las divido en 17 pasos como Campbell ni en 8 como Cousineau o Adams. El modelo que creo se acerca más a la universalización del relato heroico cuenta con 12 pasos, como 12 eran las estaciones del Via Crucis original, como 12 son los meses, como 12 signos del Zodíaco, como las 12 Tribus de Israel o los 12 Apóstoles de Cristo. Estos doce pasos serían los que siguen:


SALIDA


1) El mundo ordinario. Nuestra más íntima cotidianidad. La psicóloga transpersonal Marly Kuenerz lo denomina "nuestro culebrón personal". Este punto no es tanto un paso en el viaje sino el punto de partida del viaje. Es nuestra vida cotidiana, el estado de cosas en el que vivimos antes de comenzar el periplo: donde vivimos, donde tenemos nuestro trabajo, nuestra familia y nuestra vida diaria. No solamente es el dónde estamos y el qué hay en ese lugar, sino también el cómo nos desenvolvemos en él, qué relación tenemos con todos esos elementos. Todos nosotros tenemos una manera de vivir la vida que es única, en las relaciones con nuestro entorno, con los demás y con nosotros mismos. El primer paso del camino del héroe - que no es sino una metáfora del camino vital - es identificar en qué circunstancias se encuentra nuestro mundo ordinario y nuestra relación con él. Porque el gran paso que debe dar el héroe es abandonar su cotidianidad, la dichosa "zona de confort" que está en boca de todo coach que se precie. Pero sí, entender y comprender en qué consiste el mundo ordinario nos hace valorar todo lo que vamos a dejar atrás irremediablemente, todo lo que perdemos cuando se produce el detonante que nos va a obligar a cambiar. Pero cambiamos nosotros, el mundo se mantiene inalterable.


2) La llamada a la aventura. Éste es el detonante que nos invita/obliga a dejar atrás el mundo ordinario. Algo, que es exclusivo en la vida de cada persona, pone ante nosotros la posibilidad de evolucionar y avanzar en el camino de la vida. Un suceso que pone todo el mundo ordinario patas arriba. No tiene por qué ser un conflicto o algo a gran escala, puede ser algo increíblemente sutil, como conocer a una persona determinada, pero siempre es algo que - aunque en ese momento puede que no se sepa - cambiará nuestra vida para siempre. La llamada a la aventura es un punto y aparte en nuestra existencia, una sacudida externa o interna que da comienzo al camino del héroe. Hay algo que está "llamando", que de repente indica que existe algo que es preciso cambiar. Puede ser el proyecto de tus sueños, o solucionar un problema que te atormenta, o mejorar un rasgo de tu carácter, o abandonar el sedentarismo... es decir, ese llamado a la aventura puede darse de muchas maneras y puede referirse a múltiples cosas, pero todas coinciden en algo: la aventura es dar ese paso más allá del velo de lo conocido.


3) El rechazo a la llamada. El ser humano es comodón, eso parece innegable. Queremos estar a gusto, y en los últimos años hemos desarrollado una asociación bien=placer (lo que nos ha traído más problemas que alegrías). ¿En qué se traduce esto? En que, cuando nos vemos obligados de una manera u otra a abandonar el mundo ordinario (nuestra vida cotidiana) y hacer algo diferente y generalmente desconocido (y todo lo desconocido nos da miedo), nos negamos en rotundo. El rechazo a la llamada se puede manifestar de forma voluntaria o involuntaria, es decir, las circunstancias externas también pueden impedir que nos lancemos a la aventura: puede que deseemos hacerlo pero, bien sea por el deber o las obligaciones, o simplemente por las circunstancias personales, tengamos que rechazar esa llamada. También pueden ser temas familiares o laborales, personas que encarnan perfectamente ese rechazo a la llamada: padres que no quieren que sus hijos se dediquen a algo, profesores que coartan la libertad de expresión artística de los niños porque están en clase de matemáticas y no de dibujo... Es decir, el rechazo puede venir también de fuera. Pero peor que eso es rechazar la llamada interiormente poniendo como excusas los deberes y obligaciones cuando en realidad lo que se está manifestando es el miedo y las inseguridades que hacen al héroe preferir mantenerse tal y como está. Pero, tarde o temprano, ese rechazo dirigido por la comodidad y el miedo es superado, cuando se acepta la inseguridad y la duda como parte fundamental del proceso de cambio. Campbell dice: "en la cueva donde temes entrar está el tesoro que buscas".


4) El encuentro con el mentor. En nuestra vida a menudo nos encontramos con una o varias figuras que nos inspiran. Si tenemos la suerte de conocerles personalmente y tratar con ellas, también nos aconsejan, guían y ofrecen herramientas para cumplir exitosamente con nuestra aventura. Es un personaje que contribuye al crecimiento del héroe, que puede ser un familiar, un amigo, un profesor... o la sabiduría contenida en un libro o en una obra de arte. Los héroes se caracterizan por dejarse ayudar, empapándose de conocimientos y de experiencias. Nos rodeamos de todos aquellos dispuestos a ayudarnos, y muy habitualmente seguimos la estela de alguien a quien admiramos, le ponemos como modelo.


5) Cruzar el umbral. Finalmente abandonamos nuestra cotidianidad y nos adentramos en el mundo desconocido que nos va a poner a prueba. Es el momento en el que ya no hay vuelta atrás, el primer paso auténtico en el mundo extraordinario. Pero una cosa es importante considerar: el héroe no está preparado para lidiar con esa anomalía. No necesitamos tenerlo todo controlado para dar el primer paso, puesto que obsesionarnos con un comienzo seguro y 100% controlado nos pone en riesgo de estancarnos en la casilla de salida. Este paso implica saltar al vacío, arriesgarse, puesto que no se puede predecir ni controlar todo, y lo imprevisible es una parte importante del camino. De hecho, estar abierto al conflicto y su resolución es lo que determina también la naturaleza heroica. Por lo tanto, al cruzar el umbral que deja atrás lo que conocíamos y donde nos sentíamos seguros, finaliza el macrociclo de la Salida.



INICIACIÓN

6) Las pruebas, los aliados y los enemigos. Por el camino de la vida nos vamos a encontrar tanto amigos que nos ayudarán a alcanzar nuestros objetivos como antagonistas que nos obligarán a enfrentarnos a varias pruebas. Pero, y esto es lo interesante, todas ellas nos sirven también para crecer. Superarlas o no es parte también del sendero, y no nos engañemos: nunca es fácil. Nadie ha dicho que lo fuera. Pero recordemos que el héroe mítico se enfrenta a cosas a las que el resto de la población no puede. Es decir, se necesita de una voluntad, una predisposición y una preparación extraordinaria para lanzarse a la aventura. Y esto es importante tenerlo, porque ante las dificultades suele ocurrir que queremos darnos por vencidos o autoengañarnos y regresar al mundo ordinario. Las pruebas que se van a presentar en nuestro camino, con aliados y enemigos a un lado y al otro, son todo lo que debemos superar para la consecución de nuestro objetivo: competidores, presiones, impaciencia, prejuicios, miedo a fracasar o a ser rechazado, y un largo etcétera. Cualquiera que se ha embarcado en alguna empresa lo sabe. En este paso es fundamental desplegar toda la determinación y constancia de la que seamos capaces.


7) Aproximación. Este paso bien podría estar incluido en el punto anterior si no fuera por un detalle importante: la toma de conciencia del héroe de que todas esas pruebas, algunas superadas y otras no, no hacen otra cosa que prepararle cada vez más y acercarle al reto decisivo. En el paso anterior, todas esas pruebas, amigos y enemigos eran vistos como un cúmulo de eventos y circunstancias que iban apareciendo en el camino. En este séptimo paso se reconoce la adquisición de un nivel de conciencia determinado que hace ver eso como las distintas partes de un todo. Que no es una cuestión de "bien" y "mal", la cosa no va de juicios morales, sino que el héroe entiende que, cada vez que triunfa o fracasa, va aprendiendo y por lo tanto evolucionando, conociendo mejor sus obstáculos y a sí mismo. Todo este conocimiento, este desarrollo en el nivel de conciencia, le va a ayudar en el siguiente paso.


8) El enfrentamiento decisivo. El clímax. Si entendemos el camino del héroe en efecto como una elíptica, podemos decir que nos encontramos en el punto más bajo de la misma, en las antípodas de la comodidad del mundo ordinario. Aquí debemos superar el mayor de los desafíos, que no es otra cosa que superar nuestros miedos. Un enfrentamiento para el que nos hemos estado preparando todo el tiempo. Aquí es cuando echamos mano de todo lo aprendido, nos lo jugamos a todo o nada por superar nuestros miedos. Y me atrevo a ir más allá, y a señalar una realidad que es la última detrás de esos miedos dispares: la confrontación con la muerte. La plena conciencia de la muerte, de la propia muerte. Que algún día vamos a morir es un hecho que nos provoca un trauma tan grande que todavía hoy es un tema tabú en nuestra sociedad. Somos conscientes de que vamos a morir y, sin embargo, no hablamos de ello y nos da miedo o, al menos, mucho respeto, cualquier cosa vinculada con la muerte. El enemigo final, el dragón al que se enfrenta el caballero, es la plena conciencia de la muerte, su miedo más profundo. Pero, gracias a todo lo que ha aprendido hasta ahora, el héroe encuentra la valentía necesaria para enfrentar ese miedo. El miedo es una parte natural del ser humano, como la muerte es una parte natural de la vida. Es imposible avanzar en el camino vital sin miedo, pero sí es posible avanzar a pesar del miedo.


9) Obtención de las recompensas. Es decir, de los bienes que se reciben tras vencer ese miedo a morir. Hay un libro maravilloso, Morir antes de morir. Ritos de iniciación y experiencias místicas en la historia de la cultura (2019), que tiene como trasfondo precisamente ese tema: los iniciados son los que aprenden a morir antes de morir, y digo más, los que mueren antes de morir. La característica fundamental del iniciado es precisamente que ha muerto como profano y ha renacido como iniciado, es decir, ha aniquilado su yo inferior, su ego anterior por el nacimiento de uno completamente nuevo; y se ha liberado por tanto de las ataduras habituales de la existencia humana. Eso no quiere decir que no existan, ojo, sino que nuestra relación con ellas es de otra naturaleza. Cuando nos sobreponemos a ese miedo, cuando vencemos en esa batalla, obtenemos un bien a cambio. El bien casi nunca es material - aunque también puede haberlo -, sino que está más vinculado con la transformación personal, con el conocimiento obtenido en todo el viaje de la Iniciación que le ha aportado una visión expandida del mundo y de sí mismo.



REGRESO


10) Comenzar el camino de vuelta. Este punto es peligroso porque, por increíble que parezca, muchas veces es obviado o desestimado. Pero eso es solo un indicativo de que no se ha llegado a los puntos anteriores, que juntos se pueden entender como la apoteosis del héroe. No basta con haber llegado a Santiago de Compostela, luego hay que volver. Una parte muy importante del viaje es el regreso del mismo. ¿Qué hizo Siddhata Gotama cuando alcanzó la Iluminación y se convirtió en un buda? ¿Qué hizo Jesús de Nazaret cuando superó las tentaciones en el desierto? ¿Qué hizo el esclavo liberado de Platón en El mito de la caverna tras contemplar el sol? En efecto, regresar al mundo ordinario para compartir la experiencia y las lecciones aprendidas. Todos ellos y muchos más llegaron a la cumbre, pero no se quedaron allí: bajaron de nuevo al mundo y enseñaron lo que habían aprendido, no siendo siempre bien recibidos. Pero si nuestra historia ha tenido un efecto positivo en nosotros, también puede tenerlo en otros. Pero este paso no se da sólo por los demás, sino también por uno mismo: no podemos quedarnos en el punto al que hemos llegado, sino que hemos de volver al lugar del que venimos porque ahí está nuestra vida, nuestra familia, nuestro trabajo y nuestros amigos. Ése es nuestro mundo.


11) Resurrección del héroe. Una vez que hemos conseguido todo esto - la Salida del mundo ordinario, nuestra Iniciación en territorio desconocido y la decisión de emprender el Regreso - se produce en el interior del héroe un renacimiento interior. Y esta es la belleza de la muerte del héroe, porque ha dejado de ser quien era y se ha convertido en alguien diferente. La vida le ha cambiado para siempre, y se establece una diferenciación clara en la identidad, quién eras antes y quién eres ahora. Tomar conciencia de cómo has luchado contra lo que en un principio te paralizaba, y lo preparado que estás ahora para afrontar los cambios que vengan en el futuro. La resurrección implica siempre una nueva identidad, y por eso los iniciados suelen cambiarse el nombre: es una señal de que han muerto a su yo anterior y han renacido como alguien nuevo. Se trata de entender el camino de superación constante.


12) La consagración, la maestría de los dos mundos. Llegamos a la última parte de nuestro viaje, el último paso, la culminación del Regreso. El héroe vuelve a su casa, a su vida cotidiana, a su mundo ordinario, que no ha cambiado en absoluto, pero él ya no es el mismo que cuando se marchó. Ahora cuenta con la experiencia de todo lo aprendido, conoce aspectos de sí mismo que ignoraba, ha hecho nuevas amistades y se siente más fuerte y seguro de sí mismo. El mundo ordinario es el mismo, pero él no. De ahí las dos formas de expresar este último paso. La "consagración" viene de hacerse partícipe de lo sagrado, de sacralizarse uno mismo, de alcanzar el significado o el sentido de la existencia. La maestría de los dos mundos supone un equilibrio alcanzado por el héroe entre la esfera material y la espiritual, pero también la interior y la exterior, así como en la individual y la colectiva. El ser humano heroico es verdaderamente libre, pues se ha liberado del temor a la muerte y opta entonces por vivir el presente.


En conclusión, el Viaje del Héroe no es sino una metáfora del viaje de la vida y, por lo tanto, no es necesario marchar a un lugar exótico a matar dragones y rescatar princesas, sino ser responsables de nuestra propia aventura personal. Responsables, en resumen, de la dirección que debe tomar nuestra vida. Desgraciadamente hay muchas personas para las que esta decisión no está en sus manos, pues las circunstancias externas les oprimen y controlan su destino: guerra, hambre, enfermedades... todos somos héroes luchando por completar nuestro viaje, y hay ocasiones en las que la heroicidad consiste precisamente en sacar una familia adelante cada día. El Viaje del Héroe invita a mirar la vida teniendo un propósito y a luchar por él, por ser mejor y alcanzar la excelencia, que no es otra cosa que la liberación de los miedos que nos atenazan, consciente e inconscientemente. Que nadie se lleve a engaño, el camino del héroe no promete el cese del dolor y el sufrimiento, sino una manera distinta de afrontarlo y encajarlo. Es una herramienta que nos ayuda a ver en cada obstáculo vital una herramienta para el aprendizaje y el conocimiento: nos lanzamos hacia lo incierto (salida), nos enfrentamos a nosotros mismos y a nuestros miedos (pruebas) y adquirimos una nueva realidad que implantamos en la que ya teníamos (regreso).


¿Y tú? ¿Qué relato heroico conoces donde se apliquen estos puntos u otros que puedas identificar? Y lo más importante, ¿te ves como un héroe o como una heroína que está haciendo su propio camino del héroe? Esto no es una carrera, no es ver quién está en el punto 6 y quién en el 2. Cada uno va a su ritmo, hay quien lo completó hace mucho tiempo, quienes están atascados en un punto y quienes no han empezado a andarlo. Está bien, no hay que sentirse culpable en absoluto. Como digo, esto no es una competición. El viaje del héroe no es un modelo a seguir escrupulosamente, sino una herramienta que pretende ponernos las cartas sobre la mesa y, como Saulo de Tarso cayéndose del caballo, nos paremos en nuestro camino a Damasco para preguntarnos qué estamos haciendo y sobre todo por qué lo estamos haciendo. Puede haber motivos muy poderosos detrás o puede no haber nada. Puede que hayas completado tu viaje del héroe sin siquiera ser consciente de ello. Las posibilidades son, en efecto, infinitas. Pero eso sólo es porque los héroes y heroínas también lo son.


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7 Comments


antoni.carne18
antoni.carne18
Jun 02, 2020

Me encantó el artículo... Es, desde hace siglos... un tema que me fascina y me apasiona. Y es, realmente, un herramienta muy poderos para el trabajo personal y la evolución interior. Gracias!

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César R. Espinel
César R. Espinel
May 29, 2020

Muchas gracias ^^

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ramasiraices
May 29, 2020

Genial. Gracias, César. Muy buen artículo.

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César R. Espinel
César R. Espinel
May 29, 2020

La catábasis y anábasis de Inanna es un viaje del héroe en toda regla jajaja la verdad es que tengo poco que añadir xD

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ramasiraices
May 29, 2020

Entiendo. Es cierto, has comentado esto antes de enumerar las etapas.

¿El descenso de Inanna a los infiernos sería un viaje del héroe? Me encantaría, si te gusta ese tema, que algún día hablaras sobre ello.

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