Aunque a menudo se ha establecido una interesante relación entre la religión y la mística, el hecho de que existan manifestaciones del misticismo que se escapan de la concepción religiosa tradicional ha hecho que se dude de una relación simbiótica entre ambas esferas. Juan Martín Velasco afirma que existen formas no religiosas de misticismo, y que algunos rasgos de la experiencia mística son difícilmente compatibles con la forma de entender la religiosidad de algunas religiones; por lo que habría que poner en duda la universalidad de esta relación. En mi opinión, considero que la multiplicidad y variedad del fenómeno místico, unido a lo difícil que resulta establecer una definición clara de lo que es realmente religión; hace que esta división o, al menos, independencia, sea solamente aparente. Existen dos corrientes que se han establecido para hacer esta distinción. La primera pertenece al campo de estudio de Ciencias de las Religiones, y argumenta que la mística no es más que una forma peculiar de religiosidad que no se encontraría en las grandes zonas a lo largo de la historia de las religiones, siendo solamente una etapa de la evolución de las religiones o una forma peculiar de religión. La segunda corriente viene del campo de la teología protestante, que presenta la mística y la experiencia cristiana como elementos antagónicos.
Nathan Söderblom (1866-1931), arzobispo luterano sueco y Premio Nobel de la Paz en 1930, reconocía dos tipos de religión y religiosidad: la mística y la profética. La religión mística tendría sus máximos exponentes en el budismo e hinduismo, en los cuales “reina un paisaje de ensueño, con el loto como símbolo, la reflexión filosófica como actividad, la ascesis, la regulación de la respiración y la concentración de la mente en una sola idea como ejercicios principales, y la unión del interior del alma con el absoluto como fin”, en palabras del profesor Velasco. Por su lado, la religión profética surge en la tradición abrahámica, manifestada en sus tres ramas: judaísmo, cristianismo e islam. En este caso “predomina la acción sobre la reflexión, la atención a la situación concreta, en definitiva, a la historia”, según palabras de Velasco; y remarcando la unicidad de Dios – los tres son sistemas monoteístas con expresiones como Adonai Eloheinu Adonai Ejad en hebreo o La ilaha illa Allah en árabe, ambas referentes a la unidad divina –. Pero, aunque en esto coinciden, también tienen importantes diferencias, sobre todo en la representación de lo divino y la forma de vivir y relacionarse con ello. Pero considerando lo que hemos venido estudiando sobre la mística, creo que tales diferencias aparecen sólo en la forma, pero no en el núcleo. Toda tradición verdadera enuncia tres formas de relacionarse con el Principio Supremo: la Acción, el Amor y el Conocimiento. Con más motivo la tradición abrahámica que, junto con el hinduismo, es la más antigua que existe. Y la primera de esas tradiciones abrahámicas, el judaísmo, que se desvela solar, patriarcal, masculino y nómada, va a poner el foco en la Acción. Para el judaísmo, ese principio de la Acción determina su actitud ante la voluntad y la Ley, el sí mismo, el prójimo y la libertad; así como su vocación de colectivo y su ideal de destino. Para el judaísmo, el ser humano es voluntad y Dios es Ley. En el caso del cristianismo, Dios se hace hombre para que el hombre pueda alzarse y hacerse Dios, el Absoluto se hace relativo para que el ser humano crezca y se desarrolle sobre sí mismo, alcanzando su plenitud. Y la necesidad de conciliar lo Absoluto y lo relativo da paso al Amor, lo único capaz de conciliar todos los opuestos. Para el cristianismo, el hombre es pasión y Dios es Amor. Finalmente, para el islam, el ser humano es el engarce de la joya del Absoluto. Y tal engarce es la inteligencia, con la que Dios distingue al ser humano para poder así abarcar la gema, que es la conciencia del Absoluto. De esta manera el ser humano se libera de la dictadura del ego y es capaz de degustar la certidumbre de la unión. En el islam, el hombre es entendimiento y Dios es Uno, con todo lo que ello implica. No hay más dios que Dios, como tampoco hay nada fuera de Dios.
Pero cuidado, que de la misma manera que es importante considerar las semejanzas, igual de importante es remarcar las diferencias. Friedrich Heiler, discípulo de Söderblom y continuador de su obra, establece las diferenciaciones más importantes entre los dos tipos de religiosidad en este cuadro presentado por el profesor Martín Velasco en El fenómeno místico:
Así parece que la profecía se contrapone a la mística, y dos grandes estudiosos de ambas religiosidades, en especial del judaísmo, han llegado a conclusiones semejantes: Abraham J. Heschel (Los profetas, 1973) y Gershom Scholem (Las grandes tendencias de la mística judía, 1996). Las diferencias serían:
1) Por el Dios al que se refieren: próximo, activo, interesado por el hombre y por la historia; frente al Dios remoto, totalmente otro, de la mística.
2) Por el tipo de experiencia del inviduo con lo trascendente: encuentro personal en la profecía, fusión y disolución con el Absoluto en la mística.
3) Por la forma de acceso: don y acto de gracia en la profecía, búsqueda y deseo de unión en la mística.
4) Por las connotaciones sociales que conllevan: en la profecía lo importante es el pueblo y su salvación, en la mística la iluminación personal.
5) Por el tipo de mensaje: claro e inequívoco en la profecía, simbólico y oscuro en la mística.
El misticismo sería entonces la forma por excelencia de la religión, la religión abierta. "La religión es al misticismo lo que la vulgarización es a la ciencia", escribiría Henri Bergson en Las dos fuentes de la moral y de la religión, considerando que "la religión es la cristalización operada por un enfriamiento racional de lo que el misticismo vino a depositar incandescente en el alma de la humanidad. Por la religión todos pueden obtener un poco de lo que poseyeron plenamente algunos privilegiados." A una conclusión parecida parecen llegar las actuales visiones modernas y "románticas" de la religión que ponen su centro en el sentimiento y el gusto por lo infinito, tendiendo a infravalorar el resto de los elementos del sistema religioso como proyecciones, expresiones o cristalizaciones de ese pretendido contacto directo con Dios que constituiría el núcleo místico de todas las religiones.
"Toda tradición verdadera enuncia tres formas de relacionarse con el Principio Supremo: la Acción, el Amor y el Conocimiento". En mi experiencia coincido plenamente contigo, César en que todas las tradiciones sapienciales que he conocido contemplan estos tres caminos. Según mi experiencia, cada persona -yo el primero- tenemos tendencia hacia uno de esos senderos, por lo que siempre ayuda en la evolución espiritual ahondar en aquellos que nos son menos propensos; esta es la manera en que el camino es más equilibrado y gozoso. Gracias y un abrazo!