a petición de Nicole Benedicto
La primera vez que tuve conocimiento de quién era el dios hindú Ganesha fue cuando estaba leyendo el Mahabharata, un texto épico-religioso del siglo III a.e.c. Antes había oído hablar de él, y había visto su imagen en algunas tiendas de chinos, pero no fue hasta la lectura de este texto cuando conocí las profundas implicaciones de esta deidad. No lo trabajo demasiado en mis clases porque su ciclo mitológico es más bien escaso, pero una de sus apariciones estelares se da precisamente en esta obra. De acuerdo con la tradición, el Mahabharata es obra de Vyasa, un sabio ermitaño al que se considera el autor no sólo de esta epopeya sino también de los Upanishads (comenzados a componer en el siglo VI a.e.c.) y de los Puranas (comenzados a componer en el siglo II d.e.c.). También se le considera responsable de haber dividido (de ahí su nombre, Vyasa, que significa "separador" o "divisor") las escrituras védicas, el Rig-Veda original (fechado en el II milenio a.e.c.), encontrando así los cuatro Vedas que conocemos.
Vyasa respecto al Mahabharata y el resto de santas escrituras del hinduismo se parece a Moisés, pues según la tradición fue él el autor de la Torá, lo que se llamó en griego Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia, tanto hebrea como cristiana: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Bien, pues dice nuestro texto que Vyasa se codeó en su época con los más ilustres de sus contemporáneos y que reflexionó sobre el destino de Bhárata Varsha ("país de [el rey] Bhárata", el nombre sánscrito e hindi de lo que nosotros llamamos India). Entonces decidió escribir una gran epopeya que abarcaría todos los conocimientos sobre su país y todas sus experiencias, un texto que estaría dedicado a Krishna. Pero había un problema: no sabía a quién dictársela, y él mismo, en el trance fruto de su arrebato poético, no era capaz de recibirla y escribirla a la vez. En esto el dios Brahma, el Creador, viendo el apuro en el que se encontraba el sabio, se manifestó ante él. Vyasa, juntando las manos y prosternándose, le abrió su corazón:
- Oh, Brahma, he concebido un largo poema a la gloria del bienaventurado Krishna, encarnación de Vishnú, el Señor supremo. Serán revelados en él todos los misterios de las Escrituras y muchos otros. Retomaré las Tradiciones antiguas que tratan de las diferentes edades del mundo. Haré conocer en él las reglas de las castas, las creencias, las religiones, los principios de las filosofías, las dimensiones de la Tierra, del Sol, de la Luna y de los planetas. Las artes, las ciencias, la medicina, la gramática, la finalidad de la vida de los hombres, de los dioses y de los demonios estarán comprendidos en mi poema. La descripción de las ciudades, de las montañas, de los ríos, de los lugares elevados, de los mares, de los océanos, de las ciudades de los dioses hallarán sitio en él. Los usos y costumbres de los hombres, el arte de gobernar en todas las naciones y todos los pueblos y el de construir las ciudades fortificadas, todo ello lo trataré. Todo lo que en este mundo concierne a la ley de la Virtud estará contenido en el Mahabharata; lo que no figure no existe tampoco en otra parte. Permíteme, Brahma, expresar un voto: que este poema sea una epopeya, que sea útil a los hombres, que les ayude a vencer a los enemigos exteriores e interiores. Sin embargo, por desgracia, no he descubierto hasta ahora a nadie que quiera y pueda escribir a mi dictado; ¿de qué servirá el poema si no puede ser transmitido a los hombres?
- Tu elevado nacimiento - le respondió Brahma, Creador y Padre de este mundo - me indica que se puede dar fe a tus palabras, impregnadas de santidad. El Mahabharata será la fuente de agua viva de los poetas, y tu poema será digno de ser llamado epopeya. Los que lo oigan o lo lean serán revitalizados en su marcha hacia la Virtud, en la búsqueda de la verdadera naturaleza del mundo y de ellos mismos. Para bien de la humanidad, tu escriba será el mismo Ganesha, el hijo de Shiva, el Gran Dios. Piensa en él.
Dice el Mahabaharata que tras haber dicho esto Brahma, "cuya palabra tiene fuerza de ley", se elevó de nuevo y desapareció en los cielos. Vyasa entonces, reconfortado por las palabras de Brahma, "dirigió su pensamiento" a Ganesha, el dios con cabeza de elefante, el que levanta y el que retira los obstáculos, el protector de los escritores y de los escribas, famoso por la belleza y rapidez de su escritura. Y fue así que el dios con cabeza de elefante se apareció ante el sabio Vyasa.
Ganesha, regordete y bonachón, fue recibido por Vyasa con los honores debidos a su divinidad. Cuando el sabio le contó su empresa y su dificultad, Ganesha aceptó ser su escriba. Tras mucho tiempo trabajando juntos, la obra estaba escrita a la perfección. Así nació el Mahabharata.
Ganesha, también llamado Ganesh, es uno de los dioses más famosos del panteón hindú, y también uno de los más adorados por los creyentes. Su característica más distintiva es que posee cabeza de elefante, siendo el único dios teriomórfico (fuera de los avatares) del hinduismo. Como dice el propio Mahabharata, Ganesha es venerado por ser la deidad que elimina de obstáculos, pero también es patrón de las artes y de las ciencias, así como señor de la abundancia. Este último campo de actuación es lo que le da el nombre, ya que "Ganesha" es un compuesto de dos términos sánscritos: gana ("grupo", "conjunto" o "multitud") e isa ("amo" o "señor"). Claro que muy a menudo ese gana de su nombre se ha asociado con los ganas, un grupo de seres de naturaleza semidivina que sirven a Shiva, el padre de Ganesha. Por eso se ha interpretado que todos ellos estarían dirigidos por Ganesha, "el señor de los ganas". También, puesto que este término en una lectura más general hace referencia a una categoría, comunidad, clase o asociación, se ha querido ver a Ganesha como el "señor de las multitudes" o "señor de las categorías creadas". Esto debiera entenderse como que el dios-elefante está a cargo del mundo fenomenológico, el reino de maya, apariencia e ilusión donde todo cambia y donde existe la multiplicidad.
Ganesha aparece como divinidad perfectamente identificable entre los siglos IV y V a.e.c., y como el resto de los dioses del panteón heredó rasgos y características de los anteriores dioses védicos, sobre todo muchos de sus atributos. Se hizo rápidamente popular, y en el siglo IX fue considerado una de las cinco deidades principales del smartismo (una de las cinco religiones hinduistas principales que siguen la doctrina advaita). Fue en esta época también cuando surgió otra religión, la ganapatya, que adora a Ganesha como deidad suprema (puesto que otro de los nombres del dios-elefante es Ganapati). Los textos principales dedicados a Ganesha, donde podemos encontrar toda la información referente a este dios, son el Ganapati-upanishad (siglo XVII), el Ganesha-purana y el Mugdala-purana (ambos de c. 1300-1600).
Ganesha es el removedor de obstáculos, patrón de las artes y de las ciencias, señor de la abundancia y divinidad del intelecto y de la sabiduría. Su naturaleza de "removedor de obstáculos" proviene directamente de la contemplación de los elefantes, los cuales con su paso, trompas y colmillos, abren las sendas entre la espesa jungla, sin dejar que nada les detenga. Pero, mientras que esta capacidad del dios de eliminar los obstáculos de sus devotos tiene un origen natural, el resto de sus campos de actuación no parece tan claro. Y puesto que tal era la pregunta en origen, vamos a hablar de ese patronazgo de las artes que ejerce Ganesha. Hay que entender que esas "artes" no se refieren exactamente a lo que hoy entendemos por arte (pintura, escultura, arquitectura, etc.), sino que el término sánscrito sería más parecido a una mezcla de las tres categorías en las que el filósofo griego Aristóteles (384-322 a.e.c.) dividió el pensamiento humano. Para él eran la episteme (el conocimiento científico, de ahí la epistemología), la doxa (la opinión, de ahí viene "ortodoxo", por ejemplo), y tekné (la técnica, y todos sus derivados, como "tecnicismo"). La palabra "técnica" viene del griego teknicos, "relativo al que hace", y se refiere a la capacidad y destreza para desempeñar un oficio. De aquí tenemos palabras como "aritmética", "tecnócrata", "teconología" o "zootecnia". Así las cosas, Ganesha como patrón de las artes y las ciencias sería la divinidad tutelar detrás de los tres pensamientos (episteme, doxa y tekné), y más en este último caso: en tanto que dios de las artes y los oficios, es enormemente venerado por los vaishias, la varna (casta, aunque literalmente significa "color") de los comerciantes y artesanos. Es, en resumen, patrón de los artesanos, pero también protector de los eruditos y sabios. Por lo tanto, para entender mejor la figura de Ganesha desde nuestra cultura mediterránea, podríamos afirmar que es una mezcla entre los dioses griegos Atenea y Hermes.
El medallón "Hermathena" del Palacio Farnesio (siglo XVI) de Roma
Atenea se ha hecho famosa por ser la diosa de la sabiduría, pero era más venerada por ser la patrona precisamente de las artes y los oficios (recordemos el mito de Aracne). Es la encarnación del nous, la inteligencia, aquella que sabe establecer la diferencia entre conocimiento y sabiduría, y domina ambos campos, relacionándolos; mientras que es la que por su acción inspira las mayores y mejores obras de arte realizadas por la mano de los artesanos, obras que brotan de su intelecto y que no tienen por qué seguir ninguna norma. El ars latino tiene que ver con la tecné griega, hasta el punto de que tal cosa era lo que tenían a su cargo las nueve musas de Grecia: la técnica, la habilidad, cada una en su área. Por su parte, Hermes es el dios de la palabra oculta y de la manifestada (esto se ve claramente en los términos "hermético" y "hermenéutica"), el genio creador del logos, escriba y maestro de la elocuencia. Cuando siendo niño roba los ganados de Apolo (Sol) y pide su perdón regalándole la lira, Apolo complacido le entrega a cambio el poder de la profecía, pero no a través de palabras como lo hace él, sino para comunicarse a través de signos y circunstancias que otros deben aprender a descifrar en la naturaleza. Hermes va a ser el dios de la palabra, la persuasión y la astucia. Sus atributos, unidos a los de su hermanastra Atenea, darían lugar en cierta manera a Ganesha. Precisamente sobre la iconología del dios Hermes hice hace ya bastante tiempo un vídeo, basado en la famosa obra de Giambologna.
Podríamos decir también que ese arte del que es patrón el dios-elefante puede ser definido como lo hace Vasili Kandinski (1866-1944) en su trabajo De lo espiritual en el arte, enormemente influenciado por la teosofía. Dice que "la verdadera obra de arte nace misteriosamente del artista por vía mística." En la introducción a Ver lo invisible. Acerca de Kandinski, el filósofo francés Michel Henry (1922-2002) plantea el significado del arte como un conocimiento de la esencia íntima de los fenómenos. Esto es lo que hemos dicho antes respecto a la etimología de Ganesha: es el señor del mundo múltiple fenomenológico, a través del cual se puede acceder a la verdadera esencia de las cosas. Es decir, Ganesha es la capacidad de discernir y hacer la distinción entre lo que es real y lo que no. Escribe Henry:
<< Lo que, a fin de cuentas, los más elevados espíritus han pedido al arte es un conocimiento,
un conocimiento verdadero, "metafísico", susceptible de ir más allá de la apariencia exterior
de los fenómenos para entregarnos su esencia íntima. Cómo la pintura realiza y puede realizar
esta revelación última es algo que presentimos ya: no dándonos a ver, no representándonos esa
esencia última de las cosas, sino más bien identificándonos con ella en el acto iniciático del arte, en la medida en que tal acto beba en la estructura misma del Ser su propia posibilidad y se confunda con ella. >>
Creo que con esto queda bastante claro de qué tipo de "arte" está encargado Ganesha. Y creo también que, de acabar el artículo aquí, quedaría incompleto. Después de todo hemos hablado de parte de la iconología de Ganesha, pero no lo hemos dicho todo, y apenas hemos trabajado sobre su iconografía. Así que, con vuestra venia, vamos a ver algunos detalles más de esta famosa deidad.
Aunque no es la más habitual, esta es su iconografía completa. Veamos, lo primero que llama la atención es que está subido en su vajana ("vehículo"), una rata gigante que representa el deseo: Ganesha lo ha sometido y lo controla, como cada ser humano debe controlar sus propios impulsos. Con su trompa está comiendo un dulce de color blanco, un símbolo de la abundancia y la prosperidad, normalmente identificado con un laddu (dulce hecho a base de harina de garbanzo, mantequilla frita, fruta seca y leche condensada que es utilizado para recompensar a sus devotos en sus avances espirituales). Posee cuatro brazos, símbolo de los cuatro puntos cardinales y por lo tanto del mundo; además de lo oculto y de lo manifestado. Se trata también de la representación del antahakarana, representación del corazón, el intelecto, la conciencia y el ego de cada ser humano: los cuatro deben estar en debido equilibrio. En cada una de sus manos lleva un objeto, que puede variar, y que son:
- Una soga, con la que conduce a sus devotos a las metas más altas del desarrollo espiritual
- Un hacha, para cortar las ataduras de los devotos a los bienes materiales y perecederos
- Un laddu, el dulce que sirve de abundancia y recompensa a los devotos
- Una maza de oro decorada, representación del autocontrol
- Una trompa de caracol, cuyo sonido atrae las almas de los devotos hacia la Virtud
- Un pedazo de colmillo roto, que empleó como pluma para escribir el Mahabharata
- Un nenúfar o flor de loto, promesa de la consecución del moksha o liberación
Casi siempre muestra una mano libre con la que realiza el varadá mudra, el gesto de bendición para los devotos. Pero sin duda lo que más llama la atención son su barriga (abundancia, plenitud y felicidad de las cosas buenas) y su cabeza de elefante, que a veces puede estar adornada por un halo (lo que es la prueba de su condición divina). Estos dos elementos, aparentemente impropios de una divinidad hindú, tienen lógicamente su explicación. El genial Jean Chevalier (1906-1993), en su Diccionario de Símbolos, afirma que "esta mezcla de elefante y hombre, esta asimetría, esta falta de armonía, esta mezcla de grotesco y solemne, de pesadez y ligereza, con una voluminosa barriga sobre un ratón o una flor, todas estas oposiciones representan a Maya, la manifestación." En efecto, Ganesha expresa el principio de la manifestación, encarna todas las posibilidades de la vida y todas sus expresiones, incluso las burlescas, a lo largo de todo el tiempo y a lo ancho de todo el espacio. Pero si hay algo por lo que es conocido, es desde luego por su cabeza de elefante. ¿Por qué de elefante? Según la entrada dedicada a este dios en el Diccionario de la Mitología Mundial (2007) de la Editorial Edaf, Ganesha tiene cabeza de elefante "por haberse impresionado su madre al concebirlo ante la vista de unos elefantes, o bien porque Shiva y Parvati se transformaron en una pareja de paquidermos antes de su procreación. La rata que él cabalga es un demonio a quien derrotó y condenó a esa condición", llamado Kaiamuhan y que el dios habría derrotado en la segunda versión de su colmillo perdido, arrancándoselo y arrojándolo contra él. Pero, como en toda mitología, la historia del origen de su cabeza tiene varias versiones, y la más extendida es la siguiente.
Sagrada Familia hindú: Shiva, Parvati, Ganesha y el tan a menudo olvidado Kartikeia, dios de la guerra
Según cuenta la tradición, el eterno asceta Shiva estaba fuera de casa cuando Parvati dio a luz al pequeño Ganesha y, deseosa de tomar un baño, lo nombró guardián de la puerta para que nadie entrara. Mientras la diosa se estaba bañando regresó Shiva y quiso entrar, pero Ganesha no se lo permitió. Como Shiva no sabía que quien le impedía entrar en su propia casa era su hijo, el dios de la destrucción le arrancó la cabeza de un manotazo. Parvati, al salir del baño y entender lo que había ocurrido, quedó destrozada. Incapaz de soportar la visión de su esposa triste, Shiva prometió descender a la Tierra y sustituir la cabeza de Ganesha por la del primer ser vivo que encontrase. Y, por supuesto, encontró un elefante. Hay otra versión que cuenta que, más que tristeza, lo que experimentó Parvati fue cólera (no olvidemos que ella es también la diosa Kali), y amenazó con abandonar a Shiva (lo que habría roto el equilibrio del Dharma) si no encontraba una solución. El dios, rápidamente, descendió a la tierra y, al cruzarse con un elefante, tomó su cabeza.
La pregunta pertinente sigue en el aire: ¿por qué un elefante? Cualquier hindú conocedor de los Vedas haría fácilmente una asociación entre la cabeza de elefante de Ganesha y Airavata, el elefante blanco vajana de Indra, el dios más importante de la religión védica, anterior al hinduismo. Tenemos por tanto dos elefantes, y el mismo simbolismo. Airavata era (y es) conocido como "el amontonador de nubes", un título que comparte con el dios griego Zeus, y es que tiene mucho que ver con las nubes en particular y con la esfera de lo celeste en lo general: recordemos que Mayadevi, la madre de Siddhata Gotama, soñó que un elefante blanco penetraba en ella por su costado la noche en la que concibió al que sería el gran maestro iluminado; y que el propio Siddhata nacería del mismo costado por el que había entrado el elefante... aunque también tuvo que enfrentarse al elefante que servía de montura a Mara cuando el dios quiso impedir que Siddhata alcanzase la Iluminación bajo el árbol.
¿Qué representa el elefante? Recuerdo que una de las cosas que más me sorprendió de mi iniciación al chamanismo dentro de la Fundación de Estudios Chamánicos de Michael Harner (y que hice el fin de semana del 23 al 25 de noviembre de 2018) fue que de los dos Tótems o Animales de Poder con los que entré en contacto, ambos fueran enormes: la ballena y el elefante. Tanto me sorprendió que llegué a escribir un breve texto sobre el simbolismo de ambos animales en el blog que tenía por aquel entonces. Así que me gustaría recuperar y ampliar lo que escribí en aquel ya lejano 2018 sobre el elefante.
El Libro de los Símbolos (2011) de la Editorial Taschen empieza su entrada sobre los elefantes diciendo: "Casi todo lo relacionado con los elefantes africanos y asiáticos tiene proporciones enormes: su imponente arquitectura, la grandeza de sus almas, la elocuencia con la que residen en su espléndido gigantismo cada vez más vulnerable. Nacieron con pies acolchados que están en armonía con las vibraciones de la Tierra, tienen mil tipos diferentes de células olfatorias y táctiles en sus trompas, viajan con sigilo y agilidad por las cambiantes superficies de las selvas pluviales y estribaciones de las montañas, de la sabana africana y de la periferia de los desiertos, de los bosques rurales de un santuario en Tennesse y las vistas de los sueños de la psique humana. Por el camino reconfiguran la topografía, abren los espacios oscuros a la luz, eliminan obstáculos, cavan pozos para acceder a corrientes subterráneas. Disfrutan de la compañía de otros elefantes, se comunican secretos infrasónicos y se tocan la cara y los costados. Celebran y sufren. Saludan con gritos estrepitosos a los viejos amigos en sus abrevaderos preferidos. Recubiertos de lodo marrón dorado o transformados en apariciones calcáreas bajo una fina capa de polvo; encantadores al ir coronados con matas de hierba o confeti arenoso, podrían ser los arquitectos tutelares que han venido a enseñar a los menos ilustrados cómo ser elefante de verdad en un mundo que se encoge con rapidez."
El elefante es símbolo de la realeza y de la fecundidad, encarnando la fuerza y el poder, y sobre todo el poder de la libido: es más probable que un elefante macho se encolerice y desboque cuando está en período de celo, y este es el motivo por el que se ha convertido en símbolo de gran potencia sexual y fertilidad. Como hemos comentado cuando hablábamos de Airavata, el elefante de Indra, a los elefantes se les ha asociado muy a menudo con las nubes debido a su tamaño, color y forma; y el propio Airavata es el creador de nubes. Dentro de la tradición simbólica, las nubes son un símbolo de las brumas que separan los mundos informes de los mundos materializados. Uno de los rasgos distintivos del elefante es, claro, su trompa, pues el elefante depende en gran medida de su olfato al tener una visión relativamente pobre. El elefante respira y huele a través de la trompa, y discierne lo que huele, de ahí que el sentido del olfato se haya considerado el emblema de las formas superiores de discriminación. A este respecto escribe Ted Andrews (1952-2009) en su obra Animal Chamán: "Por tanto, yo sugeriría a los que tienen el elefante como tótem que presten atención a lo que huele bien y a lo que huele mal. ¿Estás discriminando como deberías? ¿Lo hacen los demás? ¿Hay algo que te huela divertido? ¿No estás reaccionando, a pesar de que muchos de tus asuntos huelen mal?" Este tipo de preguntas o relación con el tótem pueden parecer divertidas, pero el corazón del lenguaje de la simbología es que permite precisamente la comunicación con los mundos sutiles que quizá, de otra manera, no apreciaríamos. Es una forma (la más antigua y testada, de hecho) de acercarnos y conocernos a nosotros mismos o, en el caso de los creyentes, también de establecer una relación con Dios, aparezca en la forma en la que aparezca.
En general se considera que la presencia de los elefantes es propicia, pues asegura la fecundidad, la vitalidad y el resurgimiento de la vida física y espiritual del universo. En las iconografías tradicionales de Gaja Lakshmi (literalmente, "Laksmi de los elefantes", la gran Diosa Madre, esposa de Vishnú, cuya benevolencia maternal hace que los jugos que sustentan la vida fluyan por cada planta y animal), se la representa con dos elefantes, uno a cada lado, que bierten poderosas libaciones de agua sobre su figura. Airavata, que surgió del Océano Primordial, libera la fecunda fuerza de la lluvia; y Ganesha es el que otorga riqueza y desarrollo material y creativo a sus devotos. Su cuerpo de hombre es el microcosmos, la manifestación; mientras que su cabeza de elefante remite al macrocosmos, lo no-manifestado. Termina su entrada sobre los elefantes El Libro de los Símbolos, y nosotros nuestro artículo, con este bello texto:
<< Compete al poder de los seres humanos dar un acomodo adecuado al tamaño de los elefantes, en todos los sentidos del término. Si les permitimos ser elefantes con sencillez y de ese modo nos enseñan también cómo ser elefantes, daremos cabida a algo grande, algo que de otra forma languidecería en nosotros mismos. Tal como la larga evolución de los elefantes consiste, en general, en la adaptación de su gigantismo a la miríada de movimientos íntimos de la existencia en el suelo, podríamos renunciar a nuestra abstracción de la vida terrenal y residir en nuestra animalidad más profunda. Dar cabida a los salvajes y los amaestrados. Adquirir la capacidad de eliminar obstáculos y dejar vía libre. Impregnarnos de nuestra grandeza latente: con un tamaño que no tiene nada en común con la grandiosidad de un yo henchido, sino más bien con la gravitas: la plenitud, la influencia, la fuerza interior de nuestra propia esencia. >>
Un texto realmente fantástico, César. Muchas gracias. Y con algunas imágenes bellísimas (me encanta el arte hindú!)Y, leyendo el texto, y apreciando el especial don del elefante con el olfato... no deja de ser curioso que uno de los síntomas más llamativos y extraños del covid-19 sea la pérdida del olfato... Gracias de nuevo. Un abrazo!🤭🤔