Hace ya unos años, en mayo de 2019, en el blog de Escuela de Atención, escribí un par de artículos sobre el muy célebre patrón de la ciudad de Madrid. Hoy, tres años más tarde, más que interesantes revelaciones arrojan más luz sobre la vida de este curioso personaje. En el artículo de hoy me propongo recuperar aquellos textos que escribí y acompañarlos de la información desvelada el 30 de noviembre de 2022, facilitada por mi querida Laila Rattab Hamush, a quien mando un fuerte abrazo.
San Isidro, o Isidoro, es el patrón de los agricultores de todo el mundo, y patrón de Madrid y de España junto con Santiago Apóstol. Su fiesta se celebra el 15 de Mayo, en los idus de Mayo, una fecha muy bien pensada para colocar esta festividad, siendo agricultor. La iconografía tradicional de San Isidro le representa con una casaca marrón, con un cinto grueso, una gola blanca en el cuello y lleva la pica y la quijada. Lo cual no deja de ser curioso, porque San Isidro vivió en el siglo XI, y por ese entonces la gente no llevaba gola. Entonces, ¿por qué se le representa así? Porque a San Isidro le hicieron santo en el siglo XVII. Y esto nos tiene que escamar. ¿Cómo es que a un señor que vive en el siglo XI le canonizan en el XVII? Pero si la gente se habrá olvidado ya de él… y ahí está la historia, que no se han olvidado. Durante esos 600 años los cultos a San Isidro están vivos y permanecen en el tiempo, pero no es santo. Y esta es la tragedia de San Isidro para la Corona española. Existen más de 30 cartas de los distintos reyes de España (Felipe II, Felipe III…) a Roma pidiendo que por favor canonicen a San Isidro porque se les ha ido de las manos y la gente lo celebra como si fuera santo. Pero hasta el siglo XVII nada, y fue únicamente por el folclore y la devoción del pueblo. Como siempre, en realidad.
La imagen más antigua que tenemos de San Isidro Labrador está pintada sobre una piel de carnero en el siglo XIII, y por lo tanto es uno de los tesoros arqueológicos de Madrid. Esa pintura decora el Arca de las Reliquias de San Isidro, y está custodiado en la Capilla Mayor de la Catedral de Nuestra Señora de la Almudena. Y cuidado, porque esta pintura tiene uno de los mayores escándalos iconográficos de Madrid: Isidro está representado con aureola, símbolo de santidad, cuando no era santo en el siglo XIII. Pero lo pintan santo y lo consideran santo. Y desde ese mismo siglo XIII hay toda una liturgia, cánticos, rezos… La mujer que hay al lado de Isidro es su mujer, María Toribia, rebautizada en el siglo XIX como Santa María de la Cabeza. ¿Por qué esta veneración a un señor que ni era sacerdote ni nada, que era un hombre de Madrid, casado, de los de toda la vida? Porque hacía cosas extraordinarias.
Primeramente, el nombre. Isidro, o Isidoro, ya es un nombre extraño. Hay otro gran Isidoro en la historia de España que es el arzobispo de Sevilla, Isidoro de Sevilla. A comienzos del siglo XI, el rey Fernando de Castilla financia una expedición a Sevilla para rescatar de los moros las reliquias de las Santas Justa y Rufina y guardarlas en un nuevo templo que están construyendo en León. El rey busca sus restos pero no los encuentra, y ellas se aparecen al monarca en un sueño y le dicen que no va a encontrar sus restos, pero que a cambio va a encontrar los del arzobispo Isidoro. Y en efecto, lo encuentran y emprenden el viaje de vuelta haciendo varias paradas por el camino, entre ellas, Magerit (Madrid). Y debió ser en ese momento en el que nació Isidro, por eso le pusieron ese nombre, seguramente. Pero también es cierto que el nombre de Isidoro significa «regalo de Isis», y dedicándose a lo que se dedicaba, resulta sospechoso.
Para empezar, Isidro vive extramuros, es decir, donde viven los moros ya expulsados de la ciudad. Él vive de niño la reconquista de Madrid en 1083, dos años antes de la reconquista de Toledo, y cuando todos los cristianos se van a vivir dentro de la muralla, su familia decide quedarse a vivir con los moros (la zona que hoy se llama Puerta de Moros (cerca de la Iglesia de San Andrés). Isidro trabaja para un señor de Madrid llamado Iván o Juan de Vargas, y es jornalero a sueldo, por lo que todas las mañanas tiene que cruzar el río por lo que hoy llamamos el Puente de Segovia para ir a trabajar. Pero según una biografía del siglo XIII, aparte de ser agricultor asalariado, tenía una destreza extraordinaria, y es que era zahorí, es decir, podía encontrar agua. Esto en Madrid no es baladí, ya que nunca ha sido una ciudad que se haya alimentado de su «gran» río (el río es una birria y pilla abajo de la ciudad, por lo que tampoco se podía estar subiendo y bajando agua birriosa de un río birrioso). Y tampoco hace falta, porque Madrid está lleno de aguas subterráneas, por lo tanto, aquí quienes van a tener interés van a ser aquellos que sean capaces de localizar dónde está el agua. Y éste es San Isidro, un zahorí. Y cuidado, porque estamos hablando de una estirpe muy importante en la historia de la humanidad, personas dotadas con una capacidad extraordinaria de hacer brotar agua en distintos lugares por sus muchos conocimientos y sus mejores aptitudes. Es decir, era San Isidro el pocero, el que encontraba los pozos.
Existen los diferentes pozos de los que hablan las leyendas, especialmente los famosos siete pozos. Uno está en la Ermita del Santo, otro está en San Andrés, otro está en la Colegiata de San Isidro… los siete pozos, que sabemos donde están pero no se ven más que dos (los demás están tapados, o pasa el Metro o yo qué sé. Mal, siempre mal). Y entonces, este señor pocero tenía unas cualidades extraordinarias.
¡Milagro! Siglo XIII. En 1212 el rey Alfonso VIII de Castilla, junto con el rey Pedro II de Aragón y con Sancho VII de Navarra ganan las Navas de Tolosa. Y resulta que la ganan porque un pastorcillo la víspera les dice el camino para pasar por el monte y llegar a la retaguardia de las tropas del rey Miramamolín, les dan una paliza a los moros de mucho cuidado y ganan la batalla de las Navas de Tolosa. Y cuando los reyes quieren dar las gracias al pastorcillo que les había ayudado, el pastorcillo no aparece. Pero bueno, han ganado las Navas de Tolosa, y se vuelven. Y de vuelta a los reinos del norte paran en Madrid. Y al rey Alfonso VIII, estando en Madrid, de repente le cae un aguacero de mucho cuidado. Y en medio del aguacero el cementerio de la parroquia de San Andrés, que está al borde del arroyo de San Pedro, se descompone y empiezan a salir de ahí todas las tumbas, los ataúdes… y de uno de los sepulcros sale un cuerpo incorrupto. Van a ver el cuerpo, preguntan de quién es, nadie lo sabe muy bien, alguien dice «el de un vecino que vivió aquí hace 100 años», «¿cómo se llamaba?», «Isidro», «¿y cómo es?», «muy alto muy alto», que mide dos metros. Impresionado por estos hechos, el rey Alfonso VIII quiere ver el cuerpo. Y entonces lo ve y ¡ah!, milagro en Madrid: «¡este señor es el mismo pastor que nos dijo qué camino seguir para ganar la batalla de las Navas de Tolosa!» Y entonces quieren hacerle santo, pero Roma dice que no por ser un simple pocero. No pueden hacerle santo porque era pocero, estaba casado, tenía un hijo, era asalariado, no era presbítero, no era nada. Así que no le pueden hacer santo, nada. Pero hete aquí que en Madrid, cada vez que hay sequía, San Isidro Labrador. Cada vez que hay una enfermedad, la fuente del santo milagrosa. Porque resulta que los madrileños tienen una profunda devoción a ese hombre, y los 15 de mayo celebran una procesión con su cuerpo para que las aguas fecundas de Isidro, las aguas del zahorí, fecunden los campos. Y no hay quien pare ese asunto. Es el santo madrileño legítimo por definición. Dicen que fue el propio Alfonso VIII quien financia el Arca de las Reliquias custodiado hoy en la Catedral de la Almudena y que representa a Isidro como santo, saltándose la prohibición de Roma y adelantándose cinco siglos a su canonización. Y no sólo eso, sino que el rey también financia que Juan Gil de Zamora escriba en el siglo XIII la vida y milagros de San Isidro. Y este señor escribe cinco milagros en vida del santo, que son los que están representados en el Arca.
Los milagros que se describen son en todo parecidos a la multiplicación de los panes y los peces. Por ejemplo el pobre que llama a la puerta de Isidro y María por algo de comer, ellos no tienen más que para sí mismos, pero van al puchero con intención de darle y cuando lo abren el puchero está a reventar y pueden compartir. O cuando está llevando grano al molino ve a dos pajarillos hambrientos por el camino y les da grano, ante la indignación de sus compañeros que le dicen que así habrá menos para el pueblo e Isidro responde «Dios proveerá» y efectivamente, cuando llegan al molino echan el grano que da como si fuesen 27 sacos más. Es decir, todos los milagros tienen que ver con la abundancia, la cornucopia, el exceso… En palabras evangélicas, «busca primero el reino de Dios y lo demás te será dado.» Ése es San Isidro, el gran santo de la abundancia y los animales. Pero no sólo eso: su mujer será santa, Santa María de la Cabeza, y su hijo, San Illán, también. Un trío de santos. No conviene que les olvidemos.
Pues bien, resulta que este martes se conocía el estudio antropológico y forense de la Universidad Complutense de Madrid sobre el cuerpo incorrupto del varón más popular de Madrid, y las conclusiones son verdaderamente dignas de asombro: ascendencia africana y fallecido entre los 35 y los 40 años. La hagiografía del santo, inventada ad hoc desde 1563 para impulsar su canonización, no deja detalle por narrar de su vida. Bueno, pues el estudio científico desvela que esa persona vivió bastante menos. De 90 años a 40 años, aproximadamente. La mitad. Y, por tanto, convierte en papel mojado la fecha de su muerte en 1172, lo que reduciría notablemente su huella e impacto en aquella sociedad cristiana del Madrid castellano. Además, sus rasgos eran norteafricanos, lo que apunta a un linaje amazigh (más conocido como bereber), una etiqueta étnica verificable en el Madrid andalusí en el que supuestamente nació. Esta ascendencia africana, sumada a la ausencia de pruebas de una presencia mozárabe, inclina más la balanza hacia un personaje islamizado que cristianizado. Es digno de destacar la reconstrucción facial (al principio del artículo) que se ha hecho a raíz del análisis del cuerpo en comparación con la imagen del arca mortuoria que hemos visto antes, del siglo XIII o XIV, tan diferente, con una iconografía que le representa con rasgos mucho más occidentales y casi actuales. Un ejemplo similar a lo que pasó con Jesús.
Por el momento es una hipótesis, a la espera de más descubrimientos, pero ya tenemos algo más que la tradición. Una tradición que convive con la teoría científica que cuestiona su cristiandad, porque sus características contrastan con los modelos de santidad vigentes en la época y encajan más con la figura de los wali Al-lâh, los "amigos" de Dios de la cultura islámica magrebí. Dice el Arzobispado de Madrid que las conclusiones del estudio "no contradicen ninguno de los elementos que la tradición más fiable venía atribuyendo a la vida e historia de san Isidro." Pero recordemos que no por ser tradición es fiable, pues esa tradición tiene nombres y apellidos: Fray Domingo de Mendoza, Jerónimo de la Quintana o Lope de Vega. Porque escribir la historia de un santo era cuestión de fe, no de documentarse. Y así sigue siendo.
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